El equipo de la CIA y del Pentágono estacionado en Saná, la capital de Yemen, tiene en sus manos una misión muy delicada, según los analistas, que advierten que su campaña encubierta para eliminar a líderes de al-Qaeda podría acabar fortaleciendo a los islamistas en un momento de "caos y desgobierno".

Cazas y aviones no tripulados de Estados Unidos han atacado objetivos de al Qaeda en este país de la península Arábiga desde 2009, pero según informó este miércoles The New York Times, el número de misiones ha aumentado en las últimas semanas al tiempo que se recrudecía la violencia.

Washington está preocupado por un ascenso de la insurgencia islamista en el sur del país tras el repliegue de las tropas yemeníes a la capital, donde el presidente Alí Abdulá Saleh resultó herido el viernes en un ataque a su palacio llevado a cabo por rebeldes opositores al gobierno.

Pero la estrategia estadounidense está cargada de riesgo, según advierten expertos en seguridad y diplomáticos occidentales.

Tal y como ha ocurrido en Pakistán, las víctimas civiles que usualmente acarrean los ataques con aviones no tripulados podrían ser usadas por los yihadistaspara fortalecer su apoyo entre la población.

Lorenzo Vidino, experto estadounidense en antiterrorismo, dijo a BBC Mundo que el gobierno estadounidense ha tenido que poner en una balanza los costos y beneficios de la decisión.

"Seguro que los estrategas estadounidenses están preocupados por las posibles víctimas civiles, pero probablemente hayan tenido en cuenta que la mayoría de los yemeníes están ahora más pendientes del destino del presidente Saleh (hospitalizado en Arabia Saudí)", explica Vidino, que es investigador en Zurich del Centro para Estudios de Seguridad.

Cuatro civiles murieron el viernes, según testigos, en un ataque aéreo estadounidense que acabó con la vida de Abu Ali al-Harithi, un líder de rango medio de al-Qaeda, en el sur de Yemen.

En los últimos dos años, otros ataques estadounidenses causaron la muerte a civiles y a cargos del gobierno yemení.

Amenaza número uno
El aumento de la inquietud estadounidense por Yemen coincide con la entrada de la revuelta en una nueva fase, más propicia para al-Qaeda, según los observadores.

Después de cuatro meses en que los protagonistas fueron principalmente manifestantes antigubernamentales pacíficos, la violencia ha escalado en las últimas tres semanas con choques entre facciones tribales.

Pero en realidad, la preocupación de EE.UU. por la célula de al-Qaeda en Yemen surgió antes de que comenzara la revuelta contra el gobierno.

La célula de al-Qaeda en este país ha intentado atentar contra objetivos estadounidenses en dos ocasiones desde 2009.

Desde entonces, la agencia de espionaje de EE.UU., la CIA, colocó a Yemen en el primer lugar de la lista de países que representan una amenaza terrorista, incluso por encima de Pakistán, donde se esconden los líderes de la red.

"Al-Qaeda ha tratado de aprovecharse de la inestabilidad en muchos otros países sacudidos por las revueltas de la primavera árabe, pero en Yemen ya tenían ganado terreno desde antes", observa Vidino.

El experto estadounidense en Yemen Christopher Boucek indicó a BBC Mundo que la estrategia militar no va a ser suficiente para conseguir estabilizar al país.

"No habrá una solución militar. A EE.UU. y a la comunidad les preocupa la amenaza terrorista, pero Yemen tiene otros problemas graves como el desempleo, la corrupción, o la fragilidad institucional", advierte Boucek, que trabaja para el Carnegie Endowment for International Peace con sede en Washington.

Boucek cree que los países europeos y otros países de la región como Arabia Saudita deberían implicarse más.

Yemen es el país más pobre de la Península Árabiga y tiene la tercera mayor tasa de malnutrición del mundo. Desde que comenzó la revuelta, la escasez de agua y petróleo -que es prácticamente el único motor de la economía- han agravado estos problemas crónicos del país.