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31/08/2011 | Revueltas en Siria: ¿en la encrucijada o hacia el precipicio?

Carlos Ruiz Miguel

Las revueltas que se están produciendo en Siria desde el mes de marzo se producen por una multiplicidad de causas internas y externas. Esta multiplicidad hace que el tratamiento de la crisis, tanto interna como externamente, presente ciertas dificultades. De ahí que sea necesario, a mi juicio, esclarecer y aislar los factores que intervienen en la crisis para poder así articular una política coherente. Esto también es relevante para España que en su momento jugó un papel internacional importante en la vida político-religioso de Siria.

 

En el presente análisis, tras hacer (I) una breve genealogía del actual régimen político sirio, haré una sucinta referencia al contexto revolucionario árabe (II); tras ello (III) examinaré los componentes internos presentes en las revueltas sirias, para después (IV) tratar de las interferencias externas en estos acontecimientos. Finalizaré (V) con algunas consideraciones personales.

I. BREVE GENEALOGÍA DEL ACTUAL RÉGIMEN POLÍTICO SIRIO.


I.1. Siria es un país de tamaño medio (185.00 km2), situado en la costa oriental del Mediterráneo y en el corazón del Oriente Medio, con frontera al norte con Turquía, al oeste linda con el Mediterráneo y con Líbano, al sur con Israel y Jordania y al este con Iraq. Su economía, que ha sido autárquica durante bastantes años, se ha ido abriendo y liberalizando en los últimos años de Bashar El Assad. Posee una modesta producción petrolífera (400.000 barriles/año aprox.) que permite exportar crudo, aunque tiene carencias en combustible refinado. Además tiene también una modesta producción de fosfatos. Las zonas fértiles de Siria permiten el cultivo de todos los productos propios de la agricultura mediterránea que permiten un relativo autoabastecimiento alimentario. El sector industrial sirio es particularmente eficiente en el sector textil y el farmacéutico. El sector servicios, principalmente el turismo, alcanzó un espectacular desarrollo en los cuatro últimos años (llegando a suponer el 10% del PIB), pero las medidas de aislamiento de Siria adoptadas por los países occidentales y del Golfo lo han pulverizado.

La población, de unos 20 millones de habitantes, tiene un nivel educativo superior al de otros países árabes, y es de una extraordinaria, pero muy asimétrica, pluralidad étnica y religiosa. Esta pluralidad asimétrica es una de las claves para entender la situación. Siria se asemeja mucho a Líbano por su pluralidad, pero se diferencia de este país en que en Siria esa pluralidad es profundamente asimétrica.


Desde un punto de vista étnico-lingüístico, la inmensa mayoría de la población es “árabe” en el sentido de que habla árabe, aunque la población arabófona de nacimiento presenta una gran variedad racial que oscila entre lo indoeuropeo y lo semita. Junto a este segmento existe una minoría kurda (indoeuropea y no arabófona de nacimiento) en el norte, de cierta entidad. Y finalmente existe una minoría testimonial de origen semita que habla arameo. En términos étnico-lingüísticos, hay, por tanto, una pluralidad asimétrica con una amplia mayoría árabe.

Desde un punto de vista religioso, sucede algo parecido. La gran mayoría de la población (quizás un 80% o más) es musulmana sunnita. Ahora bien, en Siria existen numerosas minorías musulmanas (alauíes –un 10% aproximadamente-, drusos –un 2% aproximadamente-, y cifras muy pequeñas de chiitas ortodoxos, ismaelitas y nizaríes –cuyo líder actual es el Aga Jan-). Los “alawíes” son una rama del chiismo que ha evolucionado en un sentido muy liberal. El chiismo comparte los dogmas del “sunnismo” pero presenta algunas particularidades organizativas (los imanes deben tener unos conocimientos específicos, en parte esotéricos, y se agrupan en un clero organizado, a diferencia de los imanes sunnitas), culturales (por ejemplo, la devoción a ciertos personajes históricos, como Husseín, considerada herética para los sunnitas), escatológicas (creencia en la aparición en un momento final de la historia del imán “oculto”, el Mahdi, que vendrá a reunir bajo su mando a todos los musulmanes). También existen minorías cristianas (sirio-ortodoxos, sirio-católicos, greco-ortodoxos, greco-católicos, armenio-ortodoxos, armenio-católicos, católicos maronitas, católicos de rito latino y protestantes) que puede que ronden el 5% del total de la población. No hay estadísticas públicas fiables del porcentaje que supone cada grupo religioso.


Históricamente, algunas de estas minorías han sufrido persecución, siempre a cargo de la mayoría sunnita (o de los sectores radicales de esta mayoría que en un momento dado alcanzaron el poder). La última y más grave persecución a los cristianos se produjo en 1860 (que se regó, entre otros, con la sangre de 7 mártires franciscanos españoles). Los alawíes, por su parte, también han sufrido siglos de persecución por la mayoría sunní y fueron marginados a las regiones más pobres del país.


I.2. Desde que Siria obtuvo su independencia de Francia en 1946, el país vivió en una constante inestabilidad política. Esta inestabilidad no concluyó tampoco con la toma del poder por el partido nacionalista panarabista “Baaz” mediante un golpe de Estado en 1963. La estabilidad sólo llegó a partir del golpe de Estado dado por el entonces ministro de Defensa, Hafez el Assad (padre del actual presidente sirio). Aquel golpe de Estado, pacífico, fue muy bien recibido por la población. El actual régimen político sirio se puede decir que tiene su origen en el golpe de Estado de Assad de 1970 más que en el golpe del partido Baaz de 1963.


Las políticas de Hafez el Assad se articularon en varios ejes:

- En el exterior, realizó una hábil política que llevó al secretario de Estado de EEUU Henry Kissinger a decir su famosa frase: “No war without Egypt, no peace without Syria” o lo que es lo mismo “no se puede hacer la guerra sin Egipto ni se puede alcanzar la paz sin Siria”. Dos capítulos importantes de esa política fueron la guerra del Yom Kippur de 1973 (que permitió la reconquista de apenas una pequeña parte del Golán ocupado por Israel en 1967) y la intervención en Líbano a partir de 1976. Inicialmente esa intervención fue para proteger a los cristianos frente a los palestinos, pero a lo largo de la guerra los papeles se cambiaron varias veces (recordemos que en una de las fases de la guerra la defensa de los cristianos frente a los palestinos la asumió Israel) y Siria terminó protegiendo a los chiitas del valle de la Bekaa.

- En política interior Assad llevó a cabo una política que garantizase que las minorías religiosas (y muy especialmente la minoría a la que él pertenecía, la alauí) no pudieran ser perseguidas por la mayoría islámica sunní. Uno de los instrumentos para ello fue el concentrar una elevada proporción de los miembros de su minoría en la oficialidad del Ejército. El episodio crítico de esta política fue el levantamiento armado contra el gobierno de los “Hermanos Musulmanes” en la ciudad de Hama en 1982, que fue aplastado por el Ejército. Sin embargo, lejos de realizar una política hostil a los sunníes, lo cierto es que el gobierno financió la construcción de numerosísimas mezquitas, al tiempo que financiaba a los imanes de éstas. Ahora bien, no siguió la misma política de protección con la minoría kurda. Por lo demás, mantuvo el papel hegemónico del partido “Baaz”, aunque la importancia del partido fue reduciéndose conforme se fortalecía el papel del Ejército y de los servicios secretos.


- Por lo que hace a la economía, Assad aplicó un modelo económico socialista autárquico que, si bien evitó situaciones de pobreza extrema, tuvo como resultado una pobreza general no extrema.


I.3. Hafez el Assad impulsó una de las primeras “monarquías republicanas” del siglo XX. Preparó para sucederle a su hijo mayor Basel, pero éste murió en 1994 al chocar su vehículo, que circulaba a gran velocidad. Fue entonces cuando Hafez llamó a su segundogénito, Bashar, que vivía en Londres, ciudad en la que ejercía la medicina y donde se casó con una bella mujer de origen sirio (aunque nacida en el Reino Unido), con una buena formación, de acomodada posición y de religión islámica sunnita, Asmaa. Cuando en el año 2000 Hafez murió y Bashar le sucedió, desde su primer discurso Bashar anunció que quería reformar el sistema heredado de su padre, pero advirtió, ya desde el primer momento, que esa reforma no era fácil.


De los tres ejes principales que hemos señalado en la política de Hafez el Assad, Bashar decidió mantener íntegramente uno, cambiar sustancialmente otro y reformar, sin éxito, otro. En primer lugar, Bashar continuó la política exterior heredada. En segundo lugar, Bashar modificó sustancialmente la política económica, impulsando un proceso de transición hacia lo que se podría llamar más o menos como una “economía social de mercado” a lo árabe. En tercer lugar, preservó la política interior de garantía de las minorías religiosas, pero mantuvo la discriminación o persecución de los kurdos. En términos de libertades públicas (libertad de expresión, de reunión, de asociación), el régimen inició una fase de apertura que pronto, sin embargo, fue abortada. Esas políticas ayudan a explicar las fortalezas y debilidades del régimen en la presente crisis.


El mantenimiento de la política exterior le garantizó la enemistad de varios países claves: USA, Israel y Arabia Saudí. Sin embargo, comenzó una nueva relación con Turquía y se empezó una política de cierta distensión con los tres primeros, al tiempo que se mantenía, aun con ciertas quiebras, la alianza estratégica con los poderes regionales chiitas (Irán, Hezbollah en Líbano y, más discretamente, con el nuevo Iraq post-Saddam) y con el grupo sunnita Hamas.


El cambio en la política económica permitió la creación de una alianza estratégica del régimen con la clase alta sunnita. Siendo cierto que la clase dirigente alauita se lucró con la apertura económica (el ejemplo más claro es el de Rami Majluf, primo del presidente Bashar, propietario, entre otras, de la empresa telefónica Syriatel y de los “Duty free” fronterizos), también lo es que se dio entrada en los negocios a la clase alta sunnita. Por otro lado, el clima de apertura permitió que prosperaran muchos pequeños y medianos empresarios de todas las confesiones, pero mayormente sunnitas.


Finalmente, la política de protección de las minorías religiosas se mantuvo, lo que garantizó al presidente la fidelidad de aquéllas, pero también la hostilidad de la mayoría sunnita o, más exactamente, de los sectores más radicales de ésta. La política de persecución de los kurdos se mitigó, aunque sin desaparecer. Finalmente, en cuestión de libertades públicas, el régimen hizo gala de inmovilismo manteniendo situaciones, como la declaración del estado de excepción que resultaban cada vez más chocantes con la realidad de un país que se “normalizaba” cada vez más.


II. EL CONTEXTO ÁRABE: LA MULTIFORMIDAD DE LAS REVOLUCIONES ÁRABES

 


II.1. Se ha dicho, con razón, que la ola revolucionaria árabe se inició en octubre de 2010 en el campamento de Akdaim Izik, cerca de El Aaiún, capital del Sahara Occidental ocupado por Marruecos. Ese modelo de protesta, masivo y pacífico, fue aplastado violentamente, pero tuvo importante eco en el mundo árabe.


Apenas un mes y medio después de que las fuerzas armadas marroquíes desmantelaran violentamente Akdeim Izik, estalló en diciembre la revolución en Túnez que, tras un saldo de unos 300 muertos y 700 heridos entre el 17 de diciembre de 2010 y el 14 de enero de 2011(según datos de Juan Méndez, relator especial de la ONU) concluyó con la huida del presidente Ben Alí y su familia a Arabia Saudí.


Casi inmediatamente después del desenlace tunecino, el 25 de enero estalló la revolución en Egipto en la plaza de la Liberación (Tahrir), con un modelo muy parecido al de Akdaim Izik, que concluyó dos semanas después, el día 11 de febrero, con la dimisión del presidente egipcio Hosni Mubarak, después de haber dejado en la calle, según un informe de la Fiscalía General de Egipto, 1.016 muertos (846 manifestantes, 26 policías y 189 reclusos).


Simultáneamente se desencadenaron otras revueltas: unas de tipo pacífico y otras de carácter violento.


II.2. Entre las revueltas pacíficas cabe citar las producidas en Marruecos, Jordania, Bahrein y Arabia Saudí. El 20 de febrero se iniciaron unas movilizaciones en Marruecos a favor de la democracia. A pesar de que en las primeras manifestaciones del día 20 de febrero hubo componentes violentos (muy probablemente inducidos por el régimen) y que había un importante elemento de reivindicación étnica (por parte de los bereberes, tradicionalmente discriminados o perseguidos) las manifestaciones presentaban un carácter mayoritariamente claro de exigencia de democracia. El movimiento democrático llevó al régimen de Mohamed VI a impulsar una reforma constitucional que, no obstante, está lejos de satisfacer las pretensiones populares.

En Argelia ha habido pequeñas manifestaciones que, sin embargo, no han generado un movimiento masivo. Algo parecido ha ocurrido en Mauritania.


El 14 de febrero fue en Bahrein donde se desencadenaron las protestas. En este caso, las reclamaciones de democracia aparecían vinculadas con pretensiones de carácter étnico o religioso, pues Bahrein es un país de una gran mayoría chiita (sobre el 70%) gobernado por una monarquía sunnita. Como en Akdaim Izik en El Aaiún, como en la Plaza de la Liberación de El Cairo, en Bahrein los manifestantes establecieron un campamento en la Plaza de la Perla (Lu’lu). El campamento fue violentamente desmantelado (como en Akdeim Izik) el 16 de marzo, dos días después de que el país fuera invadido por el Ejército saudí y el de los Emiratos Árabes Unidos bajo el amparo del “Consejo de Cooperación del Golfo” (una especie de “OTAN” de las autocracias del Golfo) del que forma parte Bahrein.


También tenían un componente religioso (chiita) las revueltas, muy silenciadas, producidas en Arabia Saudí, país en el que existe una minoría importante chiita que habita las regiones próximas al Golfo y en las que se encuentran los mayores yacimientos petrolíferos del país. Esas revueltas se desencadenaron el 10 de marzo, mientras se llevaba a cabo la represión contra los chiitas de Bahrein.


En Jordania, las revueltas se iniciaron el 7 de enero como reclamaciones sociales, si bien pronto adquirieron un tinte político-étnico. Por un lado, los “Hermanos Musulmanes” decidieron apoyarlas el 26 de enero; por otro, las revueltas suscitaron el enfrentamiento entre la población palestina (mayoritaria) venida al país tras las guerras con Israel y la población “beduina” (ya minoritaria), que se hallaba en el país antes de las citadas guerras y que goza de ciertos privilegios respecto a la población palestina mayoritaria.


II.3. Diferentes son las revueltas que han tenido carácter violento, como son las producidas en Yemen y Libia. La revuelta que comenzó el 27 de enero en Yemen presentaba una situación compleja, pues las demandas de mayor democracia aparecían mezcladas con conflictos tribales, con componentes religiosos (tribus chiitas contra tribus sunnitas) y con la presencia de elementos dedicados a tráficos ilícitos y de “Al Qaida” en algunas zonas y tribus del país, probablemente apoyados desde Arabia Saudí.


La rebelión en Libia se inició el 26 de febrero en Bengassi, con un doble componente tribal e islamista. Esta guerra civil, fundamentalmente de tipo tribal, no obstante, se hizo aparecer por los medios occidentales como revolución “democrática” a fin de justificar una intervención armada exterior (de la OTAN). Esta intervención de la Alianza Atlántica se inició el 19 de marzo de 2011 y parece que ésta ha concluido a finales de agosto con la victoria del bando apoyado por la OTAN. Cherif Bassiouni, jefe de una misión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que visitó Libia en abril, calculaba en junio que entre 10.000 y 15.000 personas de ambos bandos habían muerto en cuatro meses de guerra civil. Parece claro que la cifra a finales de agosto debe ser bastante superior.

 

 

III. LA CRISIS INTERIOR: NO HAY UNA SINO VARIAS REVUELTAS CON DOMINIO ISLAMISTA

 


III.1. En este contexto estallan, relativamente tarde, las revueltas en Siria. El primer foco de protestas aparece en Damasco, donde el 15 de marzo unas 100 personas desafiaron el estado de excepción y se manifestaron pidiendo la liberación de presos políticos. Apenas unos días después, el 20 de marzo, el conflicto se enciende en Deraa, en el sur del país, junto a la frontera con Jordania, con un carácter algo diferente, pues la manifestación no fue pacífica ni exclusivamente política ya que había también un componente socio-económico: los manifestantes quemaron la sede del partido Baaz, la de los tribunales y las de dos compañías telefónicas (una de ellas, Syriatel, propiedad del primo del presidente Bashar). El gobernador de Deraa solicitó la intervención del Ejército. La primera víctima parece ser un niño que falleció por causa de los gases lacrimógenos utilizados por el Ejército para reducir a los manifestantes. A partir de ahí el proceso violento se desencadenó y se produjeron manifestaciones, no simultáneas, sino de forma sucesiva, por la mayor parte del país. Las protestas se extendieron a otras ciudades fronterizas o cercanas a Turquía (Idlib, Yisser Asshugur o Latakia), a Líbano (Homs, Hama), o a Iraq (Deir Ezsur). Las protestas también aparecieron en algunos barrios periféricos de Damasco (Qabún, Rukeddin, Meidán) y en algunas zonas de la campiña que rodea Damasco (Rif). Desde el principio, la represión de las protestas corrió a cargo del Ejército

III.2. El gobierno sirio trató de hacer frente a las revueltas con recetas utilizadas en otros países árabes ante una situación parecida. Por un lado, el gobierno aumentó el 24 de marzo los subsidios de los productos de primera necesidad y los sueldos (muy bajos) de los empleados públicos. Por otro lado, el 22 de abril, el gobierno decidió derogar el estado de excepción y aprobar un decreto sobre el derecho de manifestación pacífica1. Sin embargo, estas últimas medidas resultaron especialmente inoportunas, porque, si en algún momento ha sido necesario el “estado de excepción” en los últimos 30 años en Siria, ha sido precisamente ahora, y si en algún momento no ha habido manifestaciones pacíficas ha sido precisamente ahora. Fue antes cuando el estado de excepción debió haberse levantado y cuando el derecho a manifestarse debió haberse permitido, cuando el país se hallaba en un proceso de “normalización” socio-económica. No han sido éstas las únicas medidas tomadas por el presidente. En estos meses, lo cierto es que ha aprobado numerosos decretos-leyes impulsando reformas políticas2: nuevas leyes sobre partidos políticos, nueva ley electoral, amnistía, creación de un comité para el diálogo nacional… además de haber sustituido a alguno de los gobernadores de las regiones más afectadas por las revueltas (Deraa) y al mismo ministro de Defensa.


No se puede decir, por tanto, que el régimen haya respondido con el “inmovilismo” a las protestas. Sin embargo, la tensión persiste en varios lugares.


III.3. Como se ha dicho, en los meses transcurridos desde el 20 de marzo se han sucedido multitud de manifestaciones en gran parte del país. Pero la violencia no se ha producido exclusivamente en el desarrollo o la represión de las mismas. La primera conclusión que debe hacerse es que la violencia se extendido a varias zonas del país y que tiene origen diverso. Ha habido numerosas manifestaciones violentas y no puede hablarse, en sentido general, de “manifestaciones pacíficas”. Hay dos hechos objetivos de los que se debe partir: 1º: Las víctimas de la violencia son civiles y militares; y 2º. Hay víctimas civiles asesinadas por elementos civiles, y esto se produce ahora de forma constante. Los informes del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos hablan (22 de agosto) de 2.200 “víctimas” sin precisar esos extremos lo que a mi juicio les resta credibilidad.


En mi opinión, una correcta evaluación de los hechos debe aclarar los siguientes puntos: a) cuántas de esas víctimas son civiles y cuántas son del Ejército o de las fuerzas de seguridad; b) cuántas de las víctimas civiles han sido causadas por el Ejército y cuántas han sido causadas por otros “civiles”; y c) en el último caso, conviene determinar si las víctimas civiles y sus victimarios se cuentan entre los partidarios o los detractores del gobierno.


En efecto, si bien es cierto que hay manifestaciones de civiles violentamente reprimidas por el Ejército, es otro hecho que se están produciendo bajas mortales y heridos entre las fuerzas armadas y la policía y entre civiles partidarios del gobierno. Cualquier análisis preciso de lo que ocurre en Siria debe partir de estos hechos, cuantificarlos y precisarlos.


III.4. Un análisis de las manifestaciones… y de los lugares en los que ha habido, o no ha habido manifestaciones, nos permite concluir en segundo lugar que las manifestaciones violentas se han generado en zonas con alta presencia del grupo islámico sunnita radical de los “Hermanos Musulmanes”. La primera constatación es que los puntos cercanos a las fronteras han sido especialmente problemáticos. Fuentes oficiales sirias apuntan a la infiltración de personas desde esos países vecinos, así como al tráfico de armas, y a la implicación de las redes de contrabando en estas acciones. Como se ha dicho, Idlib, Yisser Asshugur, Latakia, Homs, Hama, Deraa y Deir Ezsur son puntos que han sido especialmente conflictivos y que están cercanos a la frontera.


Las fronteras sirias han sido históricamente objeto de infiltraciones por grupos violentos. La frontera turco-siria ha sido utilizada por los guerrilleros turcos, la frontera libaneso-siria ha sido utilizada por islamistas sunnitas o por la guerrilla chiita de Hezbollah, la frontera sirio-iraquí fue utilizada por grupos iraquíes vinculados a Al Qaida durante la guerra de Iraq. Por tanto, resulta razonable la hipótesis de que los grupos de contrabandistas han sido manipulados (previo pago de dinero, obviamente) por grupos opositores.


La segunda constatación es que los conflictos se han producido en regiones, ciudades o barrios que tienen una situación económica que se puede llamar “pobre”. Sin embargo, no todas las zonas “pobres” han sufrido revueltas. La razón es que los factores “no económicos” presentes han pesado más que los económicos. Las zonas pobres con mayoría alauí, cristiana o drusa han estado ajenas a la violencia, como se comentará más adelante.


La tercera constatación es que los kurdos han mantenido una actitud ambigua. Es cierto que en la región de Idlib, donde hay un componente apreciable de población kurda, ha habido violencia, pero no parece que haya podido atribuirse a grupos identificados como “étnicamente kurdos”. La hipótesis que se puede derivar de ello es que la población kurda no ve claro que las actuales protestas puedan llevar a un reconocimiento o protección de sus derechos como minoría.

La cuarta constatación es que no ha habido manifestaciones de protesta y enfrentamientos en ciudades o regiones pobladas mayoritariamente por grupos minoritarios en el conjunto nacional. Pensemos en zonas de mayoría alauí (como Tartús) o de mayoría cristiana (Seidnaya) o de mayoría drusa (Suweida) o de mayoría beduina (Palmira). La misma constatación se advierte cuando analizamos los barrios de las grandes ciudades, donde se constata que los barrios poblados mayoritariamente por esas minorías han permanecido sin conflictos.

La quinta constatación es que las dos grandes ciudades del país, Alepo (capital económica) y Damasco (capital política y cultural) han estado generalmente al margen de la violencia. Es cierto que ha habido manifestaciones, algunas violentas, en estas ciudades. Pero conviene advertir que las manifestaciones pacíficas de tipo “político” han sido minoritarias y que las manifestaciones violentas se han producido en barrios de bajo nivel económico y donde el radicalismo islámico sunnita de los “Hermanos musulmanes” tenía más aceptación (por ejemplo, el barrio del Maidán, en Damasco). Por el contrario, allí donde hay una población de mayoría sunnita no radicalizada, no se han producido enfrentamientos violentos.


La sexta constatación es que las zonas, ciudades o barrios donde más graves han sido los enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y elementos armados contrarios al gobierno han sido precisamente aquellas donde el radicalismo islámico sunnita de los “Hermanos musulmanes”. En este sentido, el caso de Hama es particularmente significativo. Hama fue ya en 1982 el epicentro de una revuelta armada de los “Hermanos Musulmanes” contra el gobierno de Hafez el Assad. Y Hama ha sido, sin duda, el lugar donde las manifestaciones contra el gobierno de Bashar Al Assad han sido más numerosas y quizá donde las acciones de los grupos contrarios al gobierno han sido más violentas. A este respecto conviene recordar que las manifestaciones de protesta se han organizado generalmente los viernes después del sermón principal en las mezquitas. Los clérigos sunnitas radicales, pagados por el gobierno, han utilizado los medios que el gobierno ha puesto en sus manos para utilizarlos contra él.


Es cierto que en la oposición al régimen se pueden contar personas de las minorías religiosas del país. Es cierto que esas personas (alawíes o cristianos) han acudido a las mezquitas los viernes para participar en los actos de protesta, sin por ello adherirse a un programa islámico radical sunnita. Pero no es menos cierto que el hecho de que para realizar esas protestas hayan tenido que acudir los viernes a las mezquitas revela que la oposición democrática “laica” no tiene entidad por sí sola.


III.5. Una observación de las manifestaciones realizadas revela que no ha habido en Siria un levantamiento simultáneo y generalizado contra el Gobierno. No puede sino llamar la atención lo ocurrido en Siria cuando se lo compara con las manifestaciones de protesta realizadas, por ejemplo, en Marruecos. En Marruecos, el movimiento pacífico de protesta se ha articulado en protestas pacíficas que, simultáneamente, se han producido en todo el país. Hasta en 60 ciudades a lo largo del reino se realizaban, simultáneamente, las manifestaciones pacíficas de protesta contra el gobierno. No ha sido el caso de Siria, donde el gobierno se veía sorprendido ya que cada vez (generalmente cada viernes) se producían las manifestaciones y sus secuelas violentas en lugares diferentes

La hipótesis explicativa de esto es que las manifestaciones (y sus secuelas violentas) se han organizado siguiendo una táctica de guerrilla. Y esto es así porque en muchos casos, las manifestaciones han sido utilizadas como “paraguas” para desencadenar el terror contra miembros de las minorías religiosas o contra civiles que apoyaban al régimen. Por lo demás, los actos violentos de las fuerzas opositoras en varios lugares recuerdan en gran medida el modelo que se intentó implantar en Trípoli (Líbano) por una milicia armada islamista radical sunnita, “Fatah al islam”. Esta milicia inició una serie de ataques contra militares del Ejército libanés. El Ejército libanés se enfrentó contra este grupo al que consiguió derrotar en septiembre de 2007 tras 15 semanas de duros combates. Posteriormente, este grupo en Trípoli de Líbano atacó a individuos de la minoría alawí (a la que pertenece el presidente sirio).

 

 

IV. EL CONTEXTO EXTERIOR: SIRIA O EL EPICENTRO DEL PODER EN EL ORIENTE MEDIO

 


Recordábamos antes la frase de Kissinger de que “no se puede hacer la guerra sin Egipto, ni la paz sin Siria”. Pero podemos ir más allá. La región del Oriente Medio se halla en un equilibrio inestable precisamente porque no hay una hegemonía clara y absoluta en la región. Ahora bien, esa hegemonía (en un marco de “paz”) no es posible sin el dominio de la pieza siria. Es cierto, y ese es el escenario actual, que hay potencias que pueden tener influencia sobre Siria sin que ello les dé una hegemonía en la región. Pero no es menos cierto que el dominio sobre Siria les puede dar a otras potencias la hegemonía. Son básicamente seis las potencias que tienen interés en la preservación o el cambio de la situación en Siria y tienen capacidad de influir en ella: Israel, Arabia Saudí, Turquía, Irán, USA y Rusia. Otros países vecinos, como Líbano e Iraq tienen un claro interés pero no se encuentran con capacidad de influir.

 


IV.1. Israel: algo más que el Golán: el Estado palestino en juego y romper el aislamiento


Las revueltas árabes se han producido en un contexto especialmente delicado para Israel. Israel ha conseguido controlar la situación en Palestina, y especialmente en Gaza (dominada por Hamas, un movimiento palestino apoyado por Siria), gracias al apoyo incondicional de Hosni Mubarak en Egipto. Pero el día 11 de febrero Mubarak abandonó el poder. Apenas unos días después, el 18 de febrero, el nuevo poder en Egipto autorizaba el paso de buques de guerra iraníes por el canal de Suez. Además, por si fuera poco, la Autoridad Palestina anunciaba una ofensiva para reconocer el Estado de Palestina en la Asamblea General de la ONU. Israel se encontraba aislado.


Israel se encuentra, técnicamente, en situación de guerra contra Siria y contra Líbano, países con los que sus fronteras están cerradas. Siria no ha cesado de reclamar la devolución de los altos del Golán (con importantes reservas de agua) como condición para la paz, si bien no es menos cierto que no ha mostrado signos de iniciar una guerra directa contra Israel para conseguir ese objetivo. Ahora bien, Siria apoya a dos grupos que no dejan de acosar a Israel: el partido-guerrilla chiita “Hezbollah” desde Líbano y el partido-guerrilla sunnita “Hamas” desde Gaza. Después del fracaso israelí en la guerra de 2006 contra Hezbollah, Israel consiguió derrotar a Hamas en enero de 2009. Pero ello fue posible gracias al apoyo de Hosni Mubarak. Perdido el apoyo de Mubarak, ¿qué interés tiene Israel en Siria?


A mi juicio, en la presente situación, el interés de Israel es el debilitamiento del gobierno actual en Siria. Aunque es muy llamativo el silencio de Israel ante lo que ocurre en Siria, en este momento, creo que conviene a Israel que Siria entre en un proceso de desestabilización e incluso de guerra civil que puede tener ciertos paralelismos con lo ya ocurrido antes en Líbano o Iraq. En un eventual escenario de fragmentación del país o de guerra civil, Siria quedaría imposibilitada de interferir en Palestina. Es más, esta situación de inestabilidad podría repercutir, gravemente, sobre la estabilidad del futuro Estado palestino y convertirse en un argumento de Israel contra su admisión en la ONU.

 


IV.2. Arabia Saudí: el sueño de la hegemonía árabe sunnita salafista


Se puede decir que en el mundo árabe Siria constituye uno de los grandes, sino el más importante, obstáculo que ha encontrado Arabia Saudí para asentar su hegemonía. Ciertamente, Siria no es económicamente un país que pueda hacer frente a Arabia Saudí, pero lo que le falta en términos económicos lo suple su posición estratégica. Son fundamentalmente tres los escenarios en los que el gobierno sirio y Arabia Saudí se hallan enfrentados. En primer lugar, en la propia, Siria donde Arabia Saudí desearía ver un gobierno sunnita y, preferentemente, de tipo salafista (wahabita). En segundo lugar, en Líbano, donde el actual gobierno de Nayib Miqati, cercano a Siria, expulsó del poder al gobierno pro-saudí de Saad Hariri. Y, en tercer lugar, en Palestina, donde Hamas amenaza la hegemonía de una Autoridad Palestina hipotecada ante los petrodólares saudíes.


En este contexto, es irrebatible que Arabia Saudí tiene y ha tenido, un evidente interés en desestabilizar al actual gobierno sirio. Esa intención ha alcanzado grados inauditos de desvergüenza. No de otra manera puede calificarse el hecho de que la misma Arabia Saudí que envió sus tropas a aplastar la revolución en Bahrein pueda condenar la intervención del Ejército sirio en la represión de las revueltas en su propio país. De la misma forma que no es un secreto el apoyo que recibieron de Arabia Saudí los “Hermanos Musulmanes” en 1982, no parece en modo alguno aventurado afirmar que esa misma organización pueda recibir un apoyo similar ahora.

 


IV.3. Turquía: la difícil restauración del Imperio Otomano


La llegada de Kemal Atatürk al poder puso un aparente fin al Imperio Otomano. El kemalismo trató de reconstruir la esfera de influencia del Imperio otomano prescindiendo del elemento político-religioso del “califato”. Y, en efecto, el poder laicista turco se embarcó en varias aventuras exteriores que pretendieron extender la esfera de influencia de Turquía. La invasión del norte de Chipre en 1975 no fue un episodio aislado, pues tras la disolución de la Unión Soviética Turquía inició una campaña para extender su influencia en las repúblicas musulmanas no árabes de la antigua URSS. Esa política se ha visto intensificada desde la llegada del partido islamista de Erdogan al poder. No es difícil vislumbrar que la agenda político-religiosa de un islamista como Erdogan es la restauración del califato bajo control turco. Y en esa clave debe entenderse, entre otras cosas su política hacia Israel, Palestina y Siria. Erdogan ha puesto en cuestión la alianza estratégica que Israel mantenía con Turquía, al apoyar a los palestinos. Y en esa misma clave hay que interpretar el acercamiento que en los últimos años se ha producido entre Turquía y Siria con la intensificación de sus relaciones económicas. El objetivo de Turquía, a medio plazo, es situar a Siria en su órbita alejándola de su competidor en el campo religioso sunnita, que sólo es uno: Arabia Saudí.


A la luz de lo anterior se puede formular una conclusión provisional: Turquía tiene un innegable interés en controlar Siria. Ahora bien, Turquía, en sus relaciones con Siria, tiene un talón de Aquiles: los kurdos. Ya en el pasado, Siria prestó apoyo al PKK kurdo, que opera en Turquía. ¿Ha interferido Turquía a pesar de esta circunstancia? Todo parece indicar que sí ha habido interferencias, según se deduce de la tensión vivida en Idlib y Yisser Asshugur, cerca de la frontera turca.


Siendo esto así, la situación se presta a dos hipótesis opuestas. a) En primer lugar, si, como parece, ante la injerencia turca Siria ha respondido “reactivando” la carta kurda, se podría inferir que, de momento, Turquía habría puesto fin a su aventura y la desestabilización en el norte de Siria habría quedado neutralizada. b) En segundo lugar, pudiera también pensarse que Turquía apuesta por el debilitamiento o la fragmentación de Siria, pues un poder sirio débil podría prestar menos ayuda a los kurdos y permitiría ampliar la zona de influencia turca al norte del país. Esta segunda hipótesis, a mi juicio, sería muy aventurada, porque conviene recordar que Alepo se ha mantenido en términos generales junto al presidente Bashar y si los kurdos se decantan por apoyar a Bashar la oposición armada en el norte tendría la situación muy difícil.

 

 

IV.4. Irán: el eclipse del “creciente chiita”.

Parafraseando la expresión “creciente fértil” utilizada para designar el arco que va desde Líbano a Mesopotamia, con abundante agua y fértil agricultura, se ha utilizado la expresión “creciente chiita” para describir la situación en la que Líbano, Siria, Iraq e Irán se hallan regidas por gobiernos chiitas. Ahora bien, en este momento el punto central de ese “creciente” es Siria. Y ello es así porque sin Siria el poder chiita en Líbano quedaría inmediatamente eclipsado. Iraq no podría jugar un papel activo en este momento, dado que sigue ocupado por USA. En cuanto a Irán, su situación periférica significaría que, perdido su aliado sirio, quedará aislado y en una situación marginal.

A la vista de lo anterior es evidente que Irán tiene un interés claro en apoyar al presidente Bashar. Irán, si bien en términos de seguridad interna tiene poco que ofrecer (los iraníes no hablan árabe, por lo que las noticias de supuestas asistencias policiales o de inteligencia de Irán a Siria deben relativizarse), en términos económicos puede aliviar en cierta medida el boicoteo energético al que se pretende someter a Siria.

 


IV.5. USA: ¿se reconstituye el “eje del mal”?


La posición de USA ante Siria no es fácil. En este punto, como en otros, se pone de manifiesto la cuestión central de la política exterior USA, y que no es otra sino ésta: los intereses de Israel y de Arabia Saudí, ¿deben considerarse ipso facto intereses USA? Éste y no es otro es el debate fundamental en la política exterior norteamericana en el Oriente Medio. La posición del presidente Obama en relación a la cuestión palestina, enfrentada a la del gobierno de Benjamín Netanyahu, parece indicar que domina la idea de que puede haber intereses de Israel que no sean necesariamente intereses de USA, si bien hay sectores en su administración donde aquella ecuación sigue siendo dogma (fundamentalmente en la secretaria de Estado Hillary Clinton). Ahora bien, en la cuestión de Siria la presión que recibe Obama no viene sólo de Israel, sino también de Arabia Saudí y, eventualmente, de Turquía. Y en el caso de Israel y Arabia Saudí no hay duda de que la presión es convergente para derribar al presidente Assad.


Ahora bien: ¿qué interesa a USA? Si partimos de la idea de que USA tiene intereses nacionales propios que pueden coincidir, o no, con los de Israel y Arabia Saudí, es difícil, a mi juicio, ver cuál es el interés de USA en derribar al presidente Assad. No hay duda, sin embargo, en que interesa a USA que haya en Siria estabilidad. Y, de hecho, el presidente sirio ya ha dejado abierta la puerta a romper su alianza con Irán si USA presiona a Israel para que le devuelva los altos del Golán. En mi opinión, no parece que convenga a USA que en Damasco se instale el poder de los “Hermanos Musulmanes” y mucho menos que se produzca una guerra civil.

 


IV.6. Rusia: la siempre deseada base en el Mediterráneo.

La crisis en Siria tiene también importantes consecuencias para Rusia. En efecto, Rusia hasta ahora disfruta del uso de una base naval en el Mediterráneo sirio, en Tartús. En este momento, es la única base naval que tiene Rusia en ese mar. La caída del presidente sirio tendría como consecuencia que Rusia perdería su base. Parece claro que los dos países más interesados en expulsar a Rusia del Mediterráneo son sus dos competidores directos en la región: USA y Turquía. Por tanto, Rusia tiene un interés claro en mantener al presidente sirio.

 


IV.7. Líbano e Iraq: vecinos expectantes


Otros dos vecinos tienen un evidente interés en lo que ocurre en Siria, aunque más que tener capacidad de influencia sobre los acontecimientos, están expectantes por las consecuencias que la crisis les pueda producir. Me refiero a Líbano e Iraq, dos países en los que, en este momento, hay sendos gobiernos simpatizantes de Damasco. En Líbano, el gobierno actual de Miqati (que constitucionalmente debe ser musulmán sunnita) está en el poder con el apoyo de Hizbollah y sus aliados. Por eso mismo, está aliado al gobierno de Bashar Al Assad. En cuanto a Iraq, aunque la situación política sigue estancada, conviene recordar que el primer ministro en funciones Nuri Al Maliki es chiita, como también lo es la mayoría de la población iraquí.

 


V. CONCLUSIONES: NUEVA ERA EN SIRIA: ¿EN LA ENCRUCIJADA O HACIA EL PRECIPICIO?

 


La situación en Siria ha quedado profundamente alterada. Y creo que la única conclusión segura es que nada va a seguir como antes. Ahora bien, ese cambio, ¿es una encrucijada o es un camino al abismo? Nada es seguro, a mi juicio, y las cosas pueden desenvolverse en una o en otra dirección.

V.1. Los datos de los que hay que partir son a mi juicio los siguientes.


En el ámbito interior, Siria ha aparecido como un país donde se ha producido una gran fragmentación política. A mi juicio se dibujan tres futuros partidos: a) un partido de oposición radical al régimen y al presidente, dominado por los “Hermanos Musulmanes” y las corrientes islamistas sunnitas más radicales y violentas; b) un partido de alineamiento total con el presidente, formado básicamente por las minorías religiosas; y c) un partido “moderado” que considera que el presidente Bashar el Assad es la persona idónea para pilotar una transición controlada que salvaguarde sus intereses (que en buena medida coinciden con el mantenimiento de la unidad del país y la convivencia pacífica) y que está compuesto por los sunnitas moderados.

A todo ello se suma el hecho de que los violentos ataques de la oposición armada han producido como fruto una mayor cohesión de las fuerzas armadas. Cuestión que habrá que ver es en qué medida las fuerzas armadas se adaptan a la nueva situación.

En el ámbito exterior, Siria es un país codiciado por sus vecinos más poderosos y por cuya integridad y soberanía sólo apuestan sus vecinos más débiles. Sin embargo, parece difícil que las apetencias de los vecinos se puedan concertar en un eventual “reparto” o una partición del país.

 


V.2. A la vista de lo anterior, las posibilidades son éstas.

- En primer lugar, en el ámbito interior, Siria puede hallarse en una “encrucijada” si efectivamente el gobierno de Assad apuesta de verdad por las reformas, pues esté “convencido” o no de ellas, lo que está claro es que son “necesarias”. A mi juicio el proceso de reformas en esta situación debería articularse de forma gradual y con garantías para las minorías. Un eventual primer paso podría ser la reforma de la administración local y la realización de elecciones verdaderamente democráticas en ese ámbito; en una segunda fase, y sobre la base anterior, habría que proceder a elecciones parlamentarias; y, en una tercera fase, a la elección del poder ejecutivo. Se podría establecer que la figura del primer ministro, como en Israel, sea elegida por el pueblo, manteniendo en la figura del presidente de la república el mando de las fuerzas armadas. Sería la figura del presidente la última sometida al cambio. Por lo demás, en este proceso sería esencial garantizar el status de las minorías religiosas


Ahora bien, este proceso no es el que buscan los “Hermanos Musulmanes”. La oposición armada pretende, está claro, el caos y conducir el país hacia el abismo, que es también el interés de las potencias extranjeras que buscan anular el papel de Siria en la región. En este sentido, conviene advertir que, aunque no se informe de ello en los medios occidentales, la oposición armada ha iniciado en las regiones donde tiene mayor apoyo (Homs, Latakia) una estrategia de terror (bombas, secuestros, asesinatos). Al abismo conduciría también una política de ciega represión por parte del Ejército o de algún sector inmovilista.


- En segundo lugar, visto desde el exterior, son varias las fuerzas que pugnan por llevar la situación de Siria puede ir hacia una dirección u otra. Sólo Rusia, en mi opinión, está en condiciones de hacer, y hace, una política que no lleva a Siria al precipicio. Pero creo que no es suficiente. Irán, en este momento, poco puede hacer, aparte de aliviar el bloqueo energético para romper el bloqueo internacional al que se ha sometido a Siria, y, contra lo que se ha publicado, no parece que esté interviniendo (ni pueda hacerlo) de forma importante en el curso de los acontecimientos. Por el contrario, parece claro que Israel (de forma extraordinariamente discreta) y Arabia Saudí están haciendo todo lo posible por destruir Siria. Si todo lo anterior es así, la mayor responsabilidad recae en USA y en los países de la Unión Europea. No obstante, las declaraciones políticas de los responsables de USA y de la UE no parecen, a mi juicio, las más idóneas. En primer lugar, porque condenar la violencia del Ejército y silenciar la violencia de la oposición islamista sólo puede llevar a decisiones erróneas; y, en segundo lugar, porque pedir la dimisión de Bashar el Assad no parece que garantice una transición pacífica.

¿Y España? España tiene intereses económicos muy limitados. Pero históricamente, España asumió una tarea importante: la protección de la minoría cristiana. Hasta hace pocos años eran los franciscanos españoles los que regentaban la parroquia católica latina de Damasco y algunos llegaron a dar su sangre por la fe cristiana y por la libertad de los cristianos sirios. Creo que España debe hacer honor a su historia y defender, sea cual sea el futuro de Siria, un interés que no es otro sino la protección de los cristianos sirios. Y esa protección, quien la pone hoy en peligro es la oposición armada islamista.


NOTAS


1 http://sana.sy/eng/21/2011/04/22/342711.htm

2 http://sana.sy/eng/361/index.htm

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 


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