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25/02/2006 | Desastres naturales vs. desastres electorales

Enrique Pasquel R.

Tilly Smith, la pequeña niña Británica que salvó la vida de más de un centenar de personas en Tailandia alertándolas del Tsunami, nunca pensó que sería testigo de tamaña catástrofe. Y es que ser víctima de un desastre natural no es algo que uno pueda elegir. Pero lo que si podemos escoger es si ser víctimas de un desastre electoral, que suele ser el peor tipo de desastre, como demuestran estas líneas, dedicadas a quienes se encuentran tentados de regalar su voto a cualquiera de las propuestas populistas-retrógradas que hoy tenemos en el menú electoral.

 

Si usted es de aquellos que añoran las épocas de Velasco—en las que Papa Noel era enemigo de la patria—, mire estas cifras. Según un informe de Citigroup, la suma de las pérdidas materiales sufridas por India, Indonesia, Sri Lanka y Tailandia a causa del tsunami que azotó las costas asiáticas en el 2004, fue de alrededor de 15 mil millones de dólares. Pero ello no es nada al lado de las pérdidas generadas al Perú por las empresas estatales velasquistas. Desde 1968, año en el que su gobierno impulsó la desmedida actividad empresarial del Estado, hasta el año 2003, las empresas estatales no financieras acumularon pérdidas que—a valor presente y a una tasa de interés internacional como es la Libor—bordean los 29 mil millones de dólares, casi el doble que la suma de las pérdidas ocasionadas por el tsunami del 2004 a los cuatro países más gravemente afectados. Y ello es casi la mitad de las pérdidas que generaron—según la Cruz Roja—los 700 desastres naturales ocurridos a lo largo del mundo en el 2003.

Y quienes se oponen a las privatizaciones de las empresas estatales también deberían saber que en algunos lugares de Miami, luego del huracán Wilma, las compañías privadas de teléfonos demoraron hasta 30 días en volver a restablecer las líneas, mientras que el día de mejor clima limeño, antes de la privatización de la empresa telefónica del estado peruano, el tiempo de espera para la instalación y funcionamiento de una línea telefónica era de 990 días.

Ahora hablemos de quiénes aún creen que Alan—inflación acumulada de 2’178,482%—García “ha cambiado” y que no repetirá las insensateses intervencionistas de su gobierno de los ochenta. A ellos habría que hacerles notar que como consecuencia del huracán Katrina, se estima que 400,000 personas perderían sus puestos de trabajo. Pero eso no es nada comparado con el 8.3% de desempleo y 73.1% de subempleo en Lima que nos dejó García al final de su gobierno. Además, de acuerdo al investigador Philip Berke, los costos de desastres naturales en países pobres suelen oscilar entre el 3% y el 4% de su PBI. Pero el gobierno de García hizo que nuestro PBI decreciera en 7.4%—alrededor del doble de esa cifra—llegando a niveles de los años sesenta.

Finalmente, si usted es de los que consideran que aquella masacre llamada “revolución cubana” tuvo algo de romántica y no le incomodaría ser otro de los países ahijados de Castro y compadres de Chávez, vea estas cifras. En Cuba, el ciclón de 1910, el huracán de 1924, el terremoto de 1932, el huracán de 1932, el tornado de 1940 y el ciclón de 1963 cobraron la vida de aproximadamente 5,000 personas en total. Sin embargo, según la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconstrucción Nacional, el gobierno de Castro desde que tomó el poder en 1959 hasta el 2003 ha fusilado entre 5,000 y 6,000 personas.

Si después de todo esto usted sigue empecinado en votar por nacionalistas, estatistas, racistas u otro tipo de político medieval, le cuento que parece que parte del Caribe va a ser azotada por un ciclón en las próximas semanas. Por ahí y le provoca tomarse unas vacaciones antes de las elecciones.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición No. 6 de la revista Sociedad Libre, de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

Enrique Pasquel R. es profesor a tiempo completo de la Facultad de Derecho de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

El Cato (Estados Unidos)

 



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