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04/03/2006 | La quiebra de las civilizaciones

Niall Ferguson

Hace ya casi 13 años que mi colega y vecino Samuel Huntington publicó en Foreign Affairs su influyente ensayo El choque de las civilizaciones.

 

Para lo que son las profecías académicas, ha sido un auténtico vencedor, a la altura de ese otro hito que es el ensayo escrito por George Kennan en 1947 sobre la contención de la Unión Soviética, Los orígenes del comportamiento soviético.

"En este nuevo mundo -escribió Huntington- los principales conflictos de la política mundial se producirán entre países y grupos de diferentes civilizaciones (...) Las líneas de falla entre civilizaciones serán las líneas de frente del futuro".

La otra gran obra de pensamiento del periodo posterior a la guerra fría, El fin de la historia,de Francis Fukuyama -publicado en el verano de 1989, antes de la caída del muro de Berlín- pasó en solo unos pocos años de parecer clarividente a parecer demasiado optimista. De modo especial, la sangrienta guerra civil de Bosnia puso de manifiesto cómo podía volver a reanudarse la historia con todas las de la ley en algunas sociedades poscomunistas.

Por el contrario, la visión de Huntington de un mundo dividido a lo largo de fallas culturales antiguas parece haber resistido mucho mejor la prueba del tiempo. En realidad, la guerra de Bosnia fue un buen ejemplo de lo que quería decir Huntington, puesto que se trató de un conflicto situado justamente en la falla entre la cristiandad occidental, la ortodoxa y el islam.

Los musulmanes fueron los perdedores en Bosnia, aunque la tardía intervención internacional impidió su completa expulsión. Sin embargo, el punto de vista de Huntington era que en otros aspectos el islam era una civilización en ascenso, y no en menor medida a causa de las extraordinarias tasas de natalidad de la mayoría de las sociedades musulmanas. Los ataques terroristas de septiembre del 2001 fueron interpretados por muchos estadounidenses en los términos de Huntington; se trató de un atentado contra la civilización "judeocristiana" de Estados Unidos por parte de unos fanáticos seguidores de un profeta desdeñado por judíos y cristianos.

También en ascenso, según Samuel Huntington, se encontraba el confucionismo, la civilización de China. Y también esta predicción se ha visto confirmada por el crecimiento en apariencia imparable de la economía china.

¿Cómo pueden tener los chinos lo que parece una dinámica economía de mercado sin instituciones de corte occidental, como el imperio de la ley o un gobierno representativo? La respuesta más fácil es que el confucionismo permite la coexistencia de la economía liberal y la política patriarcal.

El modelo de Huntington interpreta una proporción elevadísima de las noticias de la actualidad. Cuando los jóvenes musulmanes se manifiestan en contra de las caricaturas danesas de Mahoma, parece que estamos ante un nuevo episodio de choque de civilizaciones. No constituye sorpresa alguna que muchos congresistas estén perplejos por la disposición del Gobierno de Bush de permitir que una compañía radicada en Dubai se haga con la administración de seis puertos estadounidenses: lo sentimos, pero no es la civilización correcta. Y cuando Peter Mandelson, comisario europeo de Comercio, anuncia medidas proteccionistas contra las importaciones de calzado chino también está interpretando un papel en la gran guerra de culturas. Esas zapatillas deportivas confucianas son demasiado baratas.

¿Luchas entre musulmanes y cristianos nigerianos? Anotemos otro punto a Huntington.

¿Disturbios en el Cáucaso? Que sean dos. ¿Darfur? Tres, y así seguimos contando. Todo acaba por señalar hacia una conclusión mucho menos tranquilizadora que la de Francis Fukuyama. Lejos de haber triunfado en 1989, Occidente parece condenado a retroceder frente al doble obstáculo no de una sino de dos civilizaciones orientales.

Y, sin embargo, a pesar de su seductora sencillez, nunca he acabado de creerme que el futuro vaya a estar dominado por el choque de civilizaciones. Ante todo, la palabra civilización siempre me ha parecido demasiado imprecisa. Sé lo que es una religión. Sé lo que es un imperio. Sin embargo, como quizá haya dicho Henry

Kissinger, ¿a quién llamo cuando quiero hablar con la civilización occidental? Todo el que cruce el Atlántico con tanta frecuencia como yo aprende enseguida lo vacua que se ha vuelto la palabra.

Como dijo Robert Kagan en otro de los grandes ensayos estadounidenses, "los estadounidenses son de Marte, los europeos son de Venus", al menos en lo que se refiere a la legitimidad del uso de la fuerza militar. En toda una serie de aspectos -desde el modo en que rezan al modo en que trabajan-, estadounidenses y europeos no están sólo a un océano de distancia. En cuanto a la civilización "judeo-cristiana" (un término popularizado por Bernard Lewis, otro profeta del gran choque), no recuerdo que fuera una entidad demasiado armoniosa en la década de 1940.

Con todo, el gran problema que tiene de verdad la teoría está justo delante de nuestra nariz. Pregunta: ¿quién ha matado a más musulmanes en los últimos doce meses? La respuesta es, por supuesto: otros musulmanes.

Llevo algún tiempo prediciendo que Iraq podría acabar como Líbano elevado a diez en caso de que se intensifique la guerra civil que ya está en marcha. El atentado contra la mezquita de Samarra puede ser el detonante de esa intensificación. Centenares de personas han muerto a lo largo de la última semana en un rosario de represalias, con agitadores como Moqtada Al Sadr dedicados a avivar las llamas del odio. La cuestión es que la guerra civil de Iraq no se produce entre civilizaciones, sino dentro de la civilización islámica, entre la minoría suní y la mayoría chií del país.

Huntington es demasiado inteligente para no protegerse con salvaguardas. "Este artículo no sostiene", escribió en 1993, "que los grupos en el interior de una civilización no vayan a entrar en conflicto e incluso en lucha unos contra otros". Sin embargo, a continuación reiteró que "los conflictos entre los grupos de diferentes civilizaciones serán más frecuentes, más sostenidos y más violentos que los conflictos entre grupos de la misma civilización".

Lo siento, pero es falso.

Es bien sabido que la abrumadora mayoría de los conflictos desde el final de la guerra fría han sido guerras civiles. Lo interesante es que sólo una minoría de ellas se ha ajustado al modelo de guerras intercivilizacionales de Huntington. Las más de las veces, las guerras del nuevo desorden mundial se han entablado entre grupos étnicos en el interior de una de las civilizaciones de Samuel Huntington.

Para ser precisos: de los treinta grandes conflictos armados que hay en curso o acaban de finalizar, sólo diez u once puede considerarse que son de algún modo entre civilizaciones, en el sentido de que un bando es predominantemente musulmán y el otro es no musulmán. Sin embargo, 14 son esencialmente conflictos étnicos, y los peores son las guerras que siguen devastando África central. Además, muchos de esos conflictos que tienen una dimensión religiosa son también conflictos étnicos; la filiación religiosa tiene más relación con el éxito localizado de los misioneros en el pasado que con la duradera existencia de una civilización cristiana o musulmana.

En mi libro titulado Coloso, he sostenido que los problemas de Oriente Medio no tienen nada que ver con un choque de civilizaciones y todo que ver con la "civilización de choques" del mundo árabe, la propensión de su cultura política a resolver las disputas por medio de la violencia en vez de hacerlo por medio de la negociación. Lo mismo se aplica, y aumentado, al África subsahariana.

No se trata de afirmar que Occidente no tenga sus fisuras internas. El antagonismo entre los conservadores del cinturón bíblico y los liberales secularizados constituye hoy una importante fractura en la sociedad estadounidense. También China dista mucho de ser una civilización monolítica; en ese país, la división actual más importante es la brecha que crece exponencialmente entre los apparatchiks ricos y los pobres rurales. Sin embargo, en ningún caso parece que esos conflictos vayan a degenerar en una abierta guerra civil.

Por lo tanto, es más probable que el futuro traiga múltiples guerras locales -muchas de ellas, conflictos étnicos en África, el Sudeste Asiático y Oriente Medio- y no una colisión mundial entre sistemas de valores.

En realidad, mi predicción es que esas fuerzas centrífugas, que se aprecian con toda claridad en el Iraq de hoy, desgarrarán cada vez más esas mismas civilizaciones identificadas por Samuel Huntington.

En resumen, en vez de un "choque de civilizaciones" hay que leer una "quiebra de civilizaciones".

NIALL FERGUSON, titular de la cátedra Laurence A. Tisch de Historia en la Universidad Harvard
© Niall Ferguson, 2006 www.niallferguson.org   Traducción: Juan Gabriel López Guix

La Vanguardia (España)

 



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