La onda expansiva de la Primavera Árabe parece no detenerse. Como un juego de dominó, regímenes aparentemente indestructibles han terminado por desmoronarse. En lo que va del 2011, tres dictadores han caído: Ben Ali en Túnez, Hosni Mubarak en Egipto y Muhamar Gadafi en Libia.
Los ojos
ahora están puestos en Siria y Yemen. En ambos casos, tanto Bachar el Asad como
Alí Abdalá Saleh respectivamente, han frenado temporalmente la fuerte ola de
protestas con acciones represivas que han dejado miles de muertos. En el caso
de Siria el conflicto interno se está tornando en una inminente guerra civil.
Frente a
la necesidad de cambios en cada uno de estos países la respuesta ha sido el uso
brutal de la fuerza. El caso de Siria y Yemen son ejemplo de la inexistencia de
regímenes realmente democráticos, en los cuales la vulneración de los derechos
civiles, económicos y políticos ha sido la tónica.
En el
caso de varios países árabes, en los cuales la población joven ha crecido de
manera significativa en las dos últimas décadas, el desempleo se ha convertido
en un problema serio.
Por
ello, la necesidad de impulsar cambios y reformas es un imperativo. Lo que
sucede en el Norte de África y Oriente Medio es solo el comienzo. Los cambios
internos, así como el escenario geopolítico regional, permite evidenciar que la
Primavera Árabe dará mucho de qué hablar. Claro, eso dependerá también del papel
que cumpla Occidente en la región.
Si en
Libia no había una intervención decidida de Francia, Inglaterra y Estados
Unidos, seguramente la oposición hubiese sido eliminada del mapa. Eso en nada
tiene que ver con la desacertada y contraproducente invasión de Irak.
En este
momento surgen varias interrogantes: Si la intervención indirecta de la alianza
Francia, Inglaterra y Estados Unidos en Libia fue fundamental, ¿hasta qué punto
estos esfuerzos podrían extenderse para los casos de Siria, Yemen y otros países
en donde regímenes tiránicos han reprimido brutalmente a la población? ¿En el
caso de regímenes aliados como Arabia Saudita, Bahreim o Qatar cuál va a ser el
papel de Occidente? ¿Los intereses petroleros de las grandes potencias se
sobrepondrán sobre la necesidad de la población de los países árabes por
mayores derechos civiles y políticos? ¿Hasta qué punto estamos siendo testigos
de un real cambio y no de un reacomodo de fuerzas e intereses en la región?
2011
representa un nuevo ciclo histórico para la región. Aunque se prevé que exista
avances, pausas o incluso retrocesos, el objetivo es construir Estados donde se
garantice derechos y libertades, se proteja a las minorías, se integre a grupos
islámicos a la democracia, se avance en términos de justicia social y se corte
con la corrupción.