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14/03/2006 | Confesiones de un 'economic hit man'

Xavier A. Flores Aguirre

En 1951, el primer ministro Mohamed Mossadegh inició la nacionalización del petróleo en Irán, con grave perjuicio para los intereses de Occidente en la región. En el contexto de la naciente Guerra Fría era necesaria una reacción que no concediera a la Unión Soviética excusa alguna para intervenir en el conflicto. Sutil, Washington envió a Teherán a un agente de la CIA que era nieto de Theodore Roosevelt, que mediante el uso de tretas varias y una paciencia de artesano diseñó la caída de Mossadegh, sucedida en 1953. Yo para entonces no lo sabía (tenía 8 años), pero Kermit Roosevelt era mi predecesor: el primero de los economic hit men.

 

Con el affaire, Roosevelt empezó una práctica de enorme influencia en el universo de los negocios internacionales, que se consolidó durante los años sesenta con el empoderamiento de las empresas transnacionales y la emergencia de las organizaciones multinacionales. En esas circunstancias, a inicios de la década del setenta, causas y azares me convirtieron en un economic hit man. No fatigaré su paciencia con la narrativa de esa parte de mi biografía; básteme la confesión de que envuelve los anzuelos obvios del sexo, el poder y el dinero. Así, desde 1971 hasta 1981 me desempeñé formalmente como Economista en Jefe de la firma consultora Chas T. Main, Inc., de Boston, Massachusetts. En realidad, mi oficio consistía en negociar con las autoridades de países del Tercer Mundo la aceptación de onerosos préstamos para la realización de obras de infraestructura en su territorio. A este respecto, utilizaba la persuasión de las cifras infladas y las falsas proyecciones económicas u otros mecanismos menos políticamente correctos, tales como sobornos, sexo o amenazas. Los préstamos que se otorgaban eran condicionados: si Ecuador, por ejemplo, recibía 100’000.000 de dólares, una cláusula del contrato estipulaba que el 90% de ese monto debía devolverse a manera de pago para compañías tales como Bechtel o Halliburton (las mismas que hoy reconstruyen Iraq), que eran las encargadas de la construcción de la obra en el país.  Last but not least, nosotros sabíamos de antemano que Ecuador jamás podría pagar el préstamo –la deuda e(x)terna–. Esta última circunstancia nos garantizaba la sumisión del Estado a los intereses de unas pocas empresas transnacionales y a las políticas de los países hegemónicos.

La tríada que sostiene este turbio entramado la componen los bancos internacionales, las grandes corporaciones y los gobiernos cómplices. Es inusual que los gobernantes se resistan: en mis años de oficio conocí solo de dos casos. Uno fue el presidente ecuatoriano Jaime Roldós, de quien tuve siempre un altísimo concepto y de quien tengo la plena certeza de que no murió de manera accidental: cuando los economic hit man fallamos, entran a escena los chacales, personas que asesinan a los responsables de la resistencia o que inducen a la comisión de golpes de Estado. Uno de ellos victimó a Roldós el 24 de mayo de 1981. Y otro hizo lo propio, un par de meses más tarde, con el otro disidente, el presidente panameño Omar Torrijos. En casos muy extremos, cuando las tácticas de los chacales no funcionan, el escenario que sigue no es sino aquel atroz que actualmente se reproduce en Iraq, en supuesta defensa de los altos valores de la democracia. Me avergüenzo.  Para contar esta historia y para que ustedes reflexionen sobre ella, yo escribí mi confesión.

(Versión libérrima del libro Confessions o fan Economic Hit Man, de autoría de John Perkins. Más información en http://www.johnperkins.org/ y http://www.economichitman.org/).

El Universo (Ecuador)

 



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14/03/2006|

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