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14/03/2006 | Derecha e izquierda

Xavier A. Flores Aguirre

“Con desparpajo y sin razones”: esta podría ser la divisa ideológica que identifique en mayor medida a los precandidatos a la presidencia de este país. Casi ninguno se inmuta de no exhibir un sustento ideológico para sus posturas y de ofrecer, en contraste, un amplio abanico de poses electoreras (de género, de outsider, de víctima, etcétera) que se aúna con una retórica que se resiste a todo intento de coherencia.

 

Un botón de muestra de esta realidad lo concedió, hace poco, la precandidata Viteri: “La gente no mira qué mano le va a servir, la derecha o la izquierda, y yo tampoco miraré qué mano me va a ayudar a levantar este país”. Resumiendo, que en esta campaña la ambigüedad es la norma y la definición ideológica, una tozudez.

Y sin embargo, derecha e izquierda no son nociones ornamentales para un discurso. El filósofo y político italiano Norberto Bobbio nos recuerda en Derecha e izquierda. Razones y Significado de una Distinción Política que son términos recíprocamente exclusivos (porque ninguna doctrina puede ser conjuntamente de derechas y de izquierdas) cuyo criterio de distinción es la diferente actitud que sus representantes tienen frente a la idea de igualdad, la misma que deriva de su respuesta a las siguientes preguntas: a) ¿quiénes son los sujetos entre los cuales repartiremos los bienes o los gravámenes?, b) ¿cuáles son los bienes o gravámenes a repartir? y c) ¿cuál es el criterio que utilizaremos para repartirlos? En su contestación, una persona de izquierdas tiende a atenuar las diferencias entre los individuos; una persona de derechas, tiende a reforzarlas. El primero asume una política igualitaria; el segundo, no.

En palabras del profesor Bobbio, quien tiene una política igualitaria “parte de la convicción de que la mayor parte de las desigualdades que lo indignan, y querría hacer desaparecer, son sociales y, como tales, eliminables”. En la orilla opuesta, los políticos de derechas entienden que esas desigualdades son naturales y que no pueden eliminarse; afirman, por su parte, que la libertad es el valor cuyo respeto garantiza una mejor sociedad. Bobbio sostiene, con razón, que la imposición de los principios igualitarios “restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres”. Es en este marco conceptual brevemente esbozado donde surge el debate sobre cuál es el valor, la libertad o la igualdad que debería prevalecer para la organización de la vida social.

Esta tensión entre la igualdad y la libertad se resuelve, en una sociedad civilizada, mediante el uso crítico de las razones de las posturas ideológicas que sustentan su respectiva primacía; detrás de esta actitud subyace la convicción de que ser de derechas o ser de izquierdas no constituye una suma de emociones sino una colección de valores que merecen defenderse.

En Ecuador el escenario es distinto: esa tensión entre valores no se resuelve porque sencillamente no existe. Los precandidatos se solazan con la apelación impune a las emociones y el ejercicio de una vana retórica de ocasión.  Si fueran honestos, le responderían a sus interlocutores con la frase del humorista judío Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no le gustan… pues tengo otros”. Con la diferencia, por supuesto, de que a Groucho Marx le sobraba la gracia que a ellos tanto les falta.

El Universo (Ecuador)

 



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14/03/2006|

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