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24/03/2006 | Europa de teflón

Victor Davis Hanson

Son igual de malos que nosotros, sólo que peores.

 

La prisión de la Bahía de Guantánamo fue diseñada para interrogar a terroristas y jihadistas sacados directamente del campo de batalla: la idea era retenerlos como prisioneros de guerra en una guerra que no fue declarada, y como combatientes enemigos sin uniforme o grados[i]. Tenía una autoridad legal sentenciada, y probablemente cierre debido a los clamores internacionales por su presunto barbarismo. Pero aún así, a pesar de toda la furia por su existencia, ni un sólo detenido ha fallecido allí en más de cuatro años de funcionamiento. 

En contraste, el europeo Milosevic simplemente se cayó muerto bajo custodia de la ONU en el postmoderno tribunal de La Haya. Esto sigue al reciente suicidio del líder serbio croata Milan Babic, de igual manera recluso en el centro europeo de detención.

Pocos en Europa han dicho algo de las muertes de prisioneros de tan alto nivel, cuya barbaridad difería de la de muchos de los asesinos de Guantánamo principalmente en orden de magnitudes. Si los Rambos americanos pueden mantener a musulmanes jihadistas con vida, con sus costumbres, religión, lenguajes y dieta radicalmente distintos, ¿por qué los más sensibles europeos no pueden garantizar que homólogos europeos no se caen muertos en sus prisiones?

A menudo escuchamos lo incompetentes que, bajo tutela americana, han sido los iraquíes al juzgar a Saddam Hussein. Después de todo, su juicio apenas está en sus etapas previas, dos años después de que fuera capturado. Pero comparado con el más ilustre tribunal de La Haya, el juicio de Saddam corre que se las pela. Antes de su súbita muerte, Milosevic llevaba cuatro años a juicio sin un veredicto. En términos de jurisprudencia utópica internacional, el réprobo Milosevic murió como hombre libre, con su último aliento inocente hasta que se demuestre culpable.

El público se pregunta porqué los incompetentes americanos no pueden atrapar a Osama bin Laden, o a Abú Musab al-Zarqawi al menos. Pocos notan que han pasado más de seis años desde el colapso del régimen criminal serbio y nadie parece saber aún dónde en Europa se esconden Radovan Karadzic, o su comandante militar Ratko Mladic — no es el Triángulo Sunní o las tierras fronterizas de la Nubia hindú exactamente. 

¿Reconocerán alguna vez los europeos ante nosotros, "Sabemos lo difícil que es atrapar a Zarqawi puesto que no podemos atrapar a Karadzic o a Mladic", o "Es duro juzgar a criminales de guerra como Saddam — mirad nuestro dilema con Milosevic"? Si un bestseller francés insistía en que el 11 de Septiembre fue escenificado por Estados Unidos, ¿el próximo thriller conspiratorio alegará que Milosevic fue envenenado por una cábala europea temerosa de que el asesino de musulmanes pudiera quedar absuelto en La Haya y provocar una respuesta del islam radical?

Europa se apoquinó ante el uso de vaquerismos por George Bush, como "vaporizarlos" o "vivo o muerto" — nada que ver con la jerga de hombres de estado soberbios y sofisticados, que debía señalar a, en lugar de jactarse de, su sustancial poder militar. Pero una vez más, contraste las palabras de Bush con la reciente amenaza petulante de Jacques Chirac de que Francia consideraría una respuesta nuclear a cualquier país que patrocinase un ataque terrorista contra ella. De haber dicho Bush algo cercano a eso, los europeos estarían intentando procesarle en Bruselas por pensamiento de crímenes de guerra.

Estos contrastes de percepción y realidad entre Europa y Estados Unidos podrían extenderse — ya examinemos la perversa Patriot Act y la nueva legislación anti-terrorismo entrando en vigor al otro lado del Atlántico, o al modo en el que los inmigrantes árabes viven en Dearborn vs. Marsella, o las violaciones en el extranjero de la libertad de expresión.

La labor más interesante no es enumerar tales hipocresías, sino explicarlas. Algunas de las críticas son hoy bien conocidas a raíz del 11 de Septiembre: Europa es débil y América mucho más fuerte, de modo que la segunda está sujeta a un rasero superior, y la primera adolece de resentimiento público y clamorosa envidia. 

Al poderoso no le importa tanto adornar su omnipotencia con pretensiones utópicas; el débil, a falta de fuerza militar, sólo tiene tal cosa. Y observe cómo la forja de vínculos más cercanos de América con Japón, Australia o la India no cumple los requisitos europeos de “multilaterialismo”—un neologismo para la deferencia con Europa.

También hay en juego un elemento más preocupante. Europa triangula contra Estados Unidos con el no-Occidente, tanto para poner coto a la influencia americana como para buscar ventajas económicas ofreciendo una alternativa comercial occidental más sensible. Eso significa, en el caso de Oriente Medio, un deseo de mostrar la empatía europea con el mundo islámico. Así hay una condena general de lo que quiera que haga Estados Unidos, sin ningún reconocimiento de que detener a asesinos, juzgar a ex jefes de estado o cazar a terroristas populistas, no es fácil — ni siquiera para la Unión Europea.

Cuando los occidentales mueren en Afganistán, es noticia de contraportada; pero en Irak, las muertes son primera plana. ¿Por qué? Porque la guerra “mala” en Irak presuntamente era “unilateral”, mientras que la guerra “buena” para destronar a los Talibanes ahora es una empresa multilateral. Pero para los jihadistas, no hay diferencia alguna entre las dos: un soldado alemán en Kabul parece exactamente tan cruzado como el americano en el Triángulo Sunní. Nosotros en Occidente hacemos la distinción entre las guerras; los islamistas radicales no. 

¿Hay consecuencias de este doble rasero? Para un creciente número de americanos, que son alimentados con aprecio a todo lo europeo, ahora crece el hastío con los europeos. No escuchamos gran cosa de lo que dicen; y asumimos que siempre verán la paja en nuestro ojo. 

Hoy las cosas empiezan a llegar a una crisis, y los europeos están aprendiendo a destiempo — tras los disturbios franceses, los atentados de Madrid y Londres, los asesinatos en Holanda y el delirio por las viñetas danesas — que su apaciguamiento fracasó y que los islamistas radicales les odian incluso más de lo que nos odian a nosotros.

China y Rusia no son de ayuda con Irán. Valoran el crudo iraní más que la amistad europea, y asumen que los terroristas y los proyectiles nucleares persas señalarán siempre hacia occidente antes que a poniente. Hamas no muestra gratitud por las sustanciosas donaciones europeas pasadas a los palestinos — sólo resentimiento de que los cheques para tales terroristas recién elegidos lleguen tarde.

Como es siempre la costumbre de la manada, existe un juicio convencional bastante manido entre los expertos en la materia, de que los días del activismo americano han muerto, y que un nuevo enfoque más realista y multilateral — léase de estilo Euro — tiene que corregir los excesos neoconservadores del pasado.

Pero yo pregunto: ¿Vamos a prestar atención a la práctica europea de juzgar a criminales de guerra? ¿Debería ser transferido Saddam a la ahora vacía celda de Milosevic? ¿Es la coalición modelo en Afganistán tanto más apreciada o eficaz que la de Irak? ¿Deberíamos clausurar Guantánamo y extraditar a sus reclusos a La Haya? ¿La policía europea lo ha hecho mucho mejor a la hora de atrapar a Mladic o a Karadzic que nuestros soldados en su caza más contundente de Osama? ¿Detendrá realmente Naciones Unidas, el EU3, los rusos o los chinos, al estilo multilateral, el programa nuclear iraní — o simplemente atascarán cualquier acción significativa hasta que puedan encogerse colectivamente de hombros y suspirar, "Oh, bien, simplemente otro Pakistán, después de todo"?


Victor Davis Hanson es un prestigioso historiador militar, escritor y columnista sindicado de Estados Unidos. Actualmente es especialista investigador de la Institución Hoover.

Nota

[i] Alude a las dos condiciones necesarias para la aplicación del Protocolo II de la Convención de Ginebra. Incluso si Guantánamo estuviera en territorio amparado por la Convención, ésta es inaplicable puesto que los islamistas no cumplen ninguna de las dos condiciones.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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