El fin de las negociaciones entre Colombia y EEUU luego de 21 meses de intenso trabajo para concretar la firma de un Tratado de Libre Comercio, evidencia que Latinoamérica está apostando por el libre comercio en lugar de la integración, en la cual los compromisos son más profundos, al tener los Estados que traspasar sus facultades soberanas como las legislativas, a órganos supranacionales, entre ellos las instancias para solución de conflictos.
Las cartas fueron puestas sobre la mesa, primero en ocasión de la Cumbre Sudamericana de Naciones, Brasil (Oct. 2005) donde quedó claro, lo complicado y difícil que puede ser para las cancillerías, no el definir qué modelo de integración se quiere, sino consensuar una declaración que demuestre el compromiso real de los jefes de Estado de que la integración no es sólo un permanente y repetitivo punto en sus agendas; o un sueño retórico; y recientemente durante la pasada Cumbre de las Américas en Mar del Plata (Nov. 2005) donde a pesar de lo que se quiera interpretar, la Declaración Final revela: que una mayoría de 29 países, están de acuerdo con la libertad de comercio; sin contar al Mercosur que pidió un compás de espera, buscando mejores condiciones.
Los TLC alcanzados por Chile, Centro América y República Dominicana; Perú, Colombia y Ecuador, sin olvidar que Uruguay ha manifestado sus posibilidades, revelan que los TLC representan una opción válida en la agenda de negociaciones económicas, puesto que los TLC además de obviar temas escabrosos del derecho comunitario como la soberanía y las instancias supranacionales, son una vía expedita para generar grandes corrientes comerciales, riqueza, empleos y desarrollo como lo han reconocido China y la India para reducir su pobreza.
