Esa guerra, cuyo promotor es este belicoso régimen es de las más desproporcionadas que se recuerden. Contrario a lo que usted puede estar pensando, quien está en desventaja frente a un adversario increíblemente poderoso no es el gobierno venezolano. El enemigo es lo poco que queda del sector privado dentro de nuestras tan vulnerables fronteras.

Una ristra pesada de leyes, decretos, regulaciones, sentencias judiciales y trabas burocrático-administrativas asfixian poco a poco a un sector que nunca ni en tiempos pasados se ha caracterizado por su fortaleza y robustez.

A pesar de observar la dura realidad de contar con un sector privado disminuido, hoy en día nos encontramos conque desde las esferas del poder se dirige una cruenta guerra contra lo poco que va quedando del aparato industrial y comercial. En un país donde lo que se conoce como "Estado de Derecho" ha sido ultrajado sin recato, donde se modifica una edición de la gaceta oficial como si estuviera impresa en una servilleta de fuente de soda, y donde la clase poderosa hace odas a un supuesto socialismo como modelo de desarrollo, todo indica que vamos directo hacia una situación de miseria no vista desde los tiempos de Gómez.

Quienes soñamos con un sector privado fuerte, vigoroso y competitivo, generador de empleo bien remunerado y promotor de progreso popular y bienestar social pareciera que estamos en minoría. La oligarquía reinante aborrece el concepto de una sociedad pujante, libre y emprendedora. Favorece más bien la sociedad de súbditos que dependen del señor feudal. Siervos que si osan buscar su propio rumbo desatarán toda la ira de su amo, quien los hará volver hincados pidiendo misericordia. Ese es el infeliz modelo que promueve el régimen.

La ecuación es muy sencilla: En la medida que el Estado imponga trabas a los que deseen promover la iniciativa privada, en igual medida las expectativas de rentabilidad se reducen, producto de una mayor incertidumbre y un mayor
costo de hacer negocios. Es así como alguien con disposición y capital para invertir, lo piensa dos veces antes de arriesgarse. Al no existir inversión privada, no se genera empleo y entonces el Estado recurre a programas sociales altamente ineficientes, amén de asumir inversiones diversas (léase Conviasa, Invepal, telecomunicaciones, producción petrolera, etc.) descuidando áreas de interés colectivo, cuya competencia es de su exclusividad, tales como seguridad ciudadana, defensa nacional, administración de justicia, educación básica y salud primaria.

Las sociedades avanzadas, y las que están en vías de avanzar hacia mejores niveles de vida para sus ciudadanos, han escogido el camino del estado de derecho, la separación de poderes y el fortalecimiento institucional como la única alternativa. Tal escenario es el semillero que alimenta la confianza de todo inversionista honesto. Ha sido demostrado a lo largo de la historia que el crecimiento económico descansa sobre las espaldas de la inversión privada. Esta es la única vía de generar empleo productivo y permanente. A través del empleo se genera bienestar. En la medida que el Estado se entrometa en las labores de los privados, en esa misma medida, éstos se inhibirán de actuar. Un Estado que le resta espacios a los ciudadanos y las organizaciones que estos promueven, se constituye en obstáculo para el
desarrollo. ¿Es esa la meta de este gobierno?