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30/04/2006 | Las enseñanzas de Tocqueville: mientras que la historia está repleta de regímenes asesinos alabados por masas intimidadas y engañadas, el gran riesgo para los países democráticos es que sus ciudadanos caigan en la apatía

Diario de Hoy Staff

Parece apropiado que, debido a la guerra en Iraq, que el mundo esté debatiendo la naturaleza de la democracia a doscientos años del nacimiento de Alexis de Tocqueville.

 

Tocqueville es merecidamente famoso por rechazar la nostalgia reaccionaria y considerar el triunfo de la democracia como nuestro destino, mientras que advertía de los peligros que conlleva la democracia para la libertad. ¿Debemos seguir compartiendo sus preocupaciones?

Tocqueville concebía a la democracia no sólo como un régimen político sino, sobre todo, como un régimen intelectual que da forma a las costumbres de la sociedad en general, y de ese modo le dio una dimensión psicológica y sociológica. Tocqueville argumentaba que los regímenes democráticos determinan nuestros pensamientos, deseos y pasiones. Así como había un hombre renacentista y, en el Siglo XX, un homo sovieticus, “el hombre democrático” es una variedad del ser humano.

Para Tocqueville, los efectos sistémicos de la democracia podían llevar a los ciudadanos a privarse de su pensamiento razonado. Sólo podían aparentar que juzgaban los eventos y los valores por sí solos; en realidad, meramente copiaban las opiniones toscas y simplificadas de las masas. En efecto, lo que Tocqueville llamó el dominio del “poder social” sobre la opinión es probablemente más fuerte en los regímenes democráticos, punto de vista que predice el crecimiento de la demagogia en la época moderna y la manipulación de los medios de comunicación.

Tocqueville creía que esta tendencia no tenía limitaciones efectivas de largo plazo. Ni las democracias locales, ni las sociedades pequeñas, ni los controles y equilibrios gubernamentales, ni los derechos civiles pueden prevenir la decadencia del pensamiento crítico que la democracia parece ocasionar. Las escuelas tienen el poder de ser poco más que enclaves en medio de la fuerza corrosiva de las influencias sociales sobre el funcionamiento de la mente.

De igual manera, si bien Tocqueville pensaba que buscar la virtud como se hizo en la antigüedad o tener una creencia religiosa en algunas ocasiones podía elevar el alma, también entraba en conflicto con el ideal democrático si se prescribía oficialmente en la vida pública.

Pero, mientras que la historia está repleta de regímenes asesinos alabados por masas intimidadas y engañadas, el gran riesgo para los países democráticos es que sus ciudadanos caigan en la apatía y en la visión de corto plazo en aras de la satisfacción inmediata.

¿Los defectos de la democracia, realmente significan, como Tocque-ville argumentaba, que el pesimismo resignado es el único camino --realista pero insostenible-- que tenemos? Yo no lo creo. Hay maneras de luchar en contra de lo que podría llamarse la creciente “estupidez democrática” de hoy.

La primera defensa es presionar por un sistema educativo que realmente forme mentes críticas, a saber, por medio de las materias descuidadas en gran medida (actualmente) de la literatura, la historia y la filosofía. Si se quiere formar a la ciudadanía informada y crítica que la democracia necesita, nuestras escuelas deben dejar de plegarse a las modas pasajeras más recientes y empezar a mejorar las capacidades analíticas de los estudiantes.

El impedimento más grande para esa educación son los medios masivos de comunicación, con su tendencia a cultivar la superficialidad y la diversión. Ac-tualmente mucha gente pasa más tiempo de su vida viendo la televisión que en los salones de clase.

La pasividad que fomentan los medios es el polo opuesto de la participación activa que los ciudadanos democráticos necesitan. Pero es difícil imaginar que los medios masivos de comunicación (a excepción de los periódicos de calidad) se conviertan, por su propia voluntad, en instrumentos de una educación, que fortalezca las capacidades críticas de los ciudadanos.

¿Es muy tarde para hacer algo acerca de una cultura que apaga tanto el espíritu? Tocqueville despreciaba a las élites de su tiempo por su complacencia de cara a la fuerza de desarraigo de la democracia masiva.¿Acaso servirá también la miopía de nuestros líderes como agente de su profecía inquietante?

Copyright: Project Syndicate.
*Presidente del Centre détude et de réflexion pour líaction politique (CERAP) y director de la revista -Le Banquet.

Diario de Hoy (El Salvador)

 



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