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30/04/2006 | Paradojas del desarrollo

Jorge Zapp

Nuestros países, en su precariedad, han oscilado a lo largo de este medio siglo entre dos visiones opuestas del camino hacia el ansiado desarrollo.

 

Por un lado, observamos la implementación del concepto empírico (la mano invisible de Smith), de que si se garantiza vía libre a los emprendedores, es decir aquellos magos capaces de arriesgarlo todo con ambición inimaginable para “convertir el barro en porcelana“ su éxito arrastra a millares de personas hacia una mejor calidad de vida gracias al empleo que generan.

Es el proceso de Colombia en medio de la guerra contra el narcoterrorismo de izquierda millonaria y hasta el del Perú, con un país que creció y negoció su TLC con un Gobierno desprestigiado. Dos casos de crecimiento y prosperidad patentes, dos ricas paradojas que apenas reducen la pobreza. Regados en el camino, sin embargo, observamos los cadáveres de propuestas aparentemente sólidas como la de Menem, la de Cardoso o las de Pérez y Caldera.

En la otra cara de la moneda, aparecen las visiones del populismo con equidad -con mayor o menor aporte de la izquierda clásica- propuestas en las que se sacrifica el ímpetu del crecimiento por un reparto equilibrado del poco patrimonio existente, hasta generalizar la pobreza. Paradójicamente también, los gobiernos que buscan la equidad, poco a poco castran la creación neta de riqueza hasta achatar la vida a niveles de frustrante mediocridad como en Cuba o en el experimento en curso de Chávez (países muy ricos). En los peores casos, caen dentro de una vorágine de fracaso nacional, en la cual desaparece la producción, los servicios y hasta la moneda, como en la Nicaragua sandinista o en el Perú de Velasco.

Es trágico pensar que, hasta ahora, haya sido muy difícil combinar la equidad con la prosperidad generalizada. Quizá los mejores experimentos actuales en ese sentido, sean el de Lula en Brasil y el de Chile, teóricamente socialista. En ambos casos, la equidad se ha buscado mediante medidas de acceso creciente de los más desprotegidos a las oportunidades y los servicios sociales, sin sacrificar ni un ápice, el ímpetu del sector emprendedor para generar riqueza.

La apuesta a largo plazo: generalizar una educación relevante que nivele el país. En una sola intervención descabellada, con el encarcelamiento de los dueños por cualquier bronca, se podría destruir Embraer, una empresa (frágil como todas) que genera 20.000 empleos de buena calidad en Brasil y que anualmente crea una riqueza que triplica toda la economía boliviana. Ojo, con sólo 20 mil personas. El reto boliviano estriba, por lo tanto, en concebir un modelo equivalente al de Lula, desde la plataforma de la pobreza actual, milagrosamente dotada con infinitos recursos, que debe ser maniobrado sin cometer un solo error importante. ¡La improvisación de buena fe, será mortal!

Jorge Zapp es consultor internacional.

La Razón (Bo) (Bolivia)

 



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