Aristóteles presuponía que, en tratándose de la democracia, las decisiones del conjunto de individuos coincidirían necesariamente con la fórmula justa y buena, aquella que impulsaría el bien común.
Cuestionado severamente por Platón, éste argumentaba que, la decisión de la mayoría estaba constituida por su indiferencia e ignorancia para entender los asuntos finos. En consecuencia, reinarían los más hábiles para embaucar, los menos escrupulosos y en suma, los que tuvieran más influencia. Decía que como derivación de ello, se aplicaba violencia determinante en contra de la minoría pensante.
Más tarde, numerosos pensadores y filósofos políticos han señalado que no hay democracia sin exclusión; y lo que es peor, sin una buena dosis de engaño. Dígalo si no es así, la siguiente fábula contenida en la obra de Chems Nadire, Los abismos de la democracia, ed. Stock.
Dice así: Había una ciudad gobernada por un rey que tenía dificultades económicas. El rey reunió a su pueblo y le dijo: -La Araña Sagrada, que como bien saben, es el Dios tutelar, me ha pedido el sacrificio de una joven virgen y la mitad de toda la cosecha; sólo así saldremos de nuestras dificultades. Al escuchar estas palabras, el novio de la joven virgen se encendió de coraje y protestó: no estoy de acuerdo; desafío a ese malvado Dios. El reto consistía en terminar a La Araña Sagrada para evitar el sacrificio de la joven. Al partir, toda la ciudad vaticinaba el desastre para el retador. A pesar de ello, el enamorado salió de la ciudad para buscar al terrible arácnido. En su largo camino, encontró a un anciano al cual le contó lo que se proponía hacer. El viejo soltó una gran carcajada y espetó: no existe la araña; el rey inventó ese mito para justificar sus decisiones. Irritado, el joven contendiente le respondió: iré a la ciudad y contaré que han sido engañados; quitaremos a ese soberano y juntos tomaremos el poder.
De regreso, los pobladores al verlo, supusieron había liquidado a La Araña Sagrada y lo propusieron para nuevo rey por sus amplias virtudes. Debido a la enorme sorpresa, el joven no supo qué decir y se dejó llevar en hombros. Él se dijo: -Tan pronto pueda les diré la verdad. A la mañana siguiente lo coronaron en medio de estridente alegría. El naciente rey volvió a decirse: -Lo diré mañana. Pero al día siguiente, le llevaron a la joven virgen para que la desposara y la hiciera su reina; luego vinieron los preparativos para un nuevo régimen y los festejos duraron semanas. El joven rey se decía: -Mañana, mañana diré la verdad. Años más tarde, cuando la ciudad tuvo problemas económicos, el rey reunió a su pueblo y les dijo: La Araña Sagrada que creímos haber liquidado, cicatrizó sus heridas y para resolver nuestros problemas, me ha exigido sacrificar a una joven virgen, también debemos ofrecerle la próxima cosecha. El enamorado de la joven que pensaban sacrificar se encendió de coraje y lanzó el reto contra el arácnido. Salió de la ciudad y en el camino encontró a un venerable anciano... La historia volvió a recomenzar.
Calderón, López y Madrazo han retado a la araña, ¿dirán la verdad?
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Escritor y periodista