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22/05/2006 | El Código Da Vinci

Gustavo Linares Benzo

Los cristianos somos minoría. Sólo esa triste realidad explica que el libro más vendido en décadas tenga por núcleo que Jesucristo tuvo una amante, María Magdalena, que escondió tan bien durante su vida, que sólo unos genios de la criptografía, entre ellos su descendiente, logran descubrirla dos mil años después, contra la Iglesia Católica que no duda en asesinar y corromper para ocultar esa verdad que "liberará a la humanidad".

 

Ahora se estrena la película, que también romperá récords de taquilla. ¿Cuál es el atractivo de esta trama, más allá de la calumnia? El ritmo trepidante no puede ser la única explicación, porque otros son tan emocionantes o más, como Tom Clancy o la reciente Misión Imposible III. Muy probablemente se debe a la mezcla de todos los ingredientes tradicionales del thriller(asesinatos, tecnología, esoterismo) con seudoteología, cuyo anhelo se esconde todavía en casi todos pero que la ignorancia hace presa fácil de cualquier embaucador. Porque para cualquiera que recuerde medianamente el catecismo de Primera Comunión, el Código Da Vinci está lleno de mentiras más burdas sobre la doctrina católica y la historia de la Iglesia, aun contada por sus enemigos.

Que este Código sea tan popular es una muestra más de que los católicos somos la escupidera de moda. Después de milenios de agresión y genocidio, gracias a Dios ya es más difícil atacar a los judíos. Una caricatura de Mahoma se paga con la quema de embajadas. Es antipolítico burlarse de los negros o de los homosexuales. Pero una estatua de Juan Pablo II llena de excremento es arte o el Código Da Vinci es "ficción", algo así como si una película con la madre de Dan Brown como prostituta pudiera justificarse de la misma manera.

No extrañaría tampoco que los villanos sean del Opus Dei. Su principal pecado es la aceptación de toda la doctrina cristiana tal como la expone el Papa, lo que hasta hace poco era lo que se esperaba de cualquier institución de la Iglesia. Pero desde los sesenta se ha hecho popular el curita popular que tiene una fidelidad selectiva a la Iglesia, por ejemplo le encantan las críticas al capitalismo salvaje pero rechaza la moral sexual.

Pero lo más grave del libro es el idilio entre Cristo y la Magdalena, una novelita vieja, inventada en el siglo II después de Cristo. No se trata de que Jesús tuviera esposa e hijos, cosa nada inmoral, simplemente falsa, sino de inventarle una barragana, de la que además estaría avergonzado porque nada dijo de ella. Peor, porque hubiera tenido el atrevimiento de recomendar el celibato a los demás pero El no lo practicaba. Historia increíble, porque con tantos enemigos que han tenido Cristo y la Iglesia a lo largo de dos mil años, resulta que es ahora que se sabría la verdad.

Todo pasará, como dice Frank Quintero. El Código Da Vinci también. Pero otras palabras no pasarán.

El Universal (Mexico)

 



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