La Presidenta argentina Cristina Fernández ha acusado este miércoles a la
prensa de "ocultamiento" y "distorsión" al informar de su derrota en las primarias
del domingo, en que perdió la mitad de los votos cosechados en 2011.
Y de ejemplo de esa supuesta manipulación periodística no tuvo mejor idea que
argumentar: los cristinistas "ganamos en la Antártida" y sin embargo los medios
de comunicación "no lo han pasado (informado) en ninguna parte".
En las bases antárticas de Argentina viven 230 electores, según el
último censo de 2010. Mientras que en las elecciones primarias de cara
a las legislativas del 27 de octubre próximo han votado 30,5 millones de
argentinos.
El intento de Fernández por minimizar la derrota, apelando al continente
blanco, hizo recordar a sus antecesores en la Presidencia, los también
peronistas Carlos Menem (1989-1999) y Alberto Rodríguez Saa (2001).
En sendas derrotas electorales, Menem rescató que había ganado en el pueblo
Perico, con 36.000 habitantes en el norte argentino. Y Rodríguez Saa reivindicó
su triunfo en la mesa electoral 86 de la sureña Necochea por... 180 votos.
Después de 60 horas de silencio presidencial y entre rumores de cambios de
ministros, Cristina Fernández reapareió en un acto mitinero como los que gusta
encabezar y soltó la 'perla' de la Antártida mientras media Argentina aguardaba
si iba a dar señales del rumbo que tomará su gobierno.
Una noche triste
Los diarios 'La
Nación' y 'Clarín' han
destapado intimidades de cómo vivió la mandataria peronista su noche triste de
derrota electoral, la peor que le ha tocado en sus 40 años de militancia
política, tanto sola como antes acompañando a Néstor Kirchner, su
finado marido y antecesor en la Casa Rosada.
Había montado su búnker en el suite del piso 19 del hotel Intercontinental,
un cinco estrellas frente al típico obelisco porteño. Allí eligió la
compañía únicamente de la familia: sus hijos Máximo y Florencia, su
madre, su hermana y su cuñada.
Nada de ministros ni secretarios, ni candidatos -con la excepción de Carlos
Zaninni y Oscar Parrilli, que bajaban hasta el piso 18, donde sí se hospedaban
los precandidatos, que al salir al pasillo se topaban con altos funcionarios
'teniendo la vela'.
Conforme los datos parciales del escrutinio iban llegando al piso 19 y
mostraban que el voto castigo de la gente se imponía, el clima iba crispándose
en la suite, pese al confortable aire acondicionado. Dicen que hubo
escenas de nervios, reproches, y hasta llanto.
El secretario Parrilli optaba por evadirse y suavizar la mala onda
'amenizando la velada' tocando el piano de cola del bunker, según 'La
Nación'.
Los hechos
La confianza oficial en remontar la diferencia negativa, se transformó en
pocas horas en rabia y hermetismo. Sobre el filo de la medianoche Cristina se
sometió a un maquillaje que tapara la cara larga y bajó al subsuelo del hotel,
donde se concentraban los funcionarios y simpatizantes.
"Argentina es así, cambiante" se resignó, admitió que "somos
un gobierno que tiene aciertos y errores" aunque trató de disimular la paliza
diciendo que el oficialista Frente para la Victoria "es la primera fuerza
nacional" si se suman los votos del país.
El auditorio, arengado por el ministro de Exteriores, Héctor Timerman
'festejaba', aún no se sabe bien qué, y bramaba: "¡Oh oh oh, yo no soy
gorila (opositor) soy soldado de Cristina!".
Esa noche no se sirvió champaña a nadie. Parece un detalle irrelevante pero
no lo es. Pues en 2009, en el mismo escenario Kirchner reventó una botella de
champaña francés Pommery arrojándola contra la pared. Reaccionó con rabia a la
derrota en las legislativas en la provincia de Buenos Aires.
El mensajero de la mala nueva era... Sergio
Massa, entonces jefe de gabinete de ministros y ahora cristinista
arrepentido, que el domingo le 'pasó el trapo' electoral a su ex jefa y le hizo
perder nada menos que 4 millones de votos.