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24/08/2006 | Haifa y Sarajevo

Stephen Schwartz

Al mundo civilizado le ha sido prometido el final de la carnicería en la frontera del Líbano con Israel. La gente de buena fe y voluntad mira hacia la disolución de la milicia Hezbolá y el rescate de la democracia libanesa, rehén de Hassán Nasralah y sus radicales musulmanes chi'íes. Los residentes del norte de Israel y del sur del Líbano han comenzado a regresar a sus casas.

 

Una noticia importante ha sido ignorada por los principales medios en el mes de terror contínuo: la saga de aquellos árabes israelíes que sufrieron junto a los judíos bajo el fuego de los proyectiles procedentes del norte.

Los árabes israelíes, al igual que los judíos, se vieron obligados a meterse en refugios por los misiles de Hezbolá. Muchos árabes evacuaron la zona norte de Israel. Personal con el que trabajo de cerca en la Academia al-Qasemi, una institución de enseñanza musulmana sufí justo en la parte interior de la frontera israelí, me enviaba correos electrónicos describiendo su preocupación y, en un caso, la decisión de resguardarse en Jerusalén.

La ciudad de Haifa, conocida por la solidaridad judeo-árabe durante muchas generaciones, jugó un papel especial y simbólico en el tormento de las cuatro últimas semanas. Con una combinación de arrogancia y miedo, Hassán Nasralah difundió un discurso diciendo a los árabes israelíes que abandonasen el gran puerto. Decía, "Os convoco a abandonar estas ciudades. Espero que lo hagáis... iros por favor para que no derramemos vuestra sangre, que es nuestra sangre".

La solicitud de Nasralah reflejaba debilidad más que fuerza. Al margen de la desinformación extendida a lo largo y ancho, Hezbolá provocó gran resentimiento entre los libaneses ordinarios y los árabes por su aventurismo, que demostró ser desastroso para todos aquellos residentes a ambos lados de la frontera. Un residentes de Haifa, un profesor de instituto llamado Azam Halabi - árabe casi seguro - era citado en el Toronto Star del 15 de agosto del 2006. Mientras reanudaba su costumbre usual de pescar en los arrecifes que son uno de los rasgos prominentes de la ciudad, comentaba, "Ahora hay una sensación de que algo va a ir bien. Hoy tenemos esperanza".

Los demagogos mediáticos y políticos pueden continuar su patrón de incitación contra Israel y adulación de Hezbolá, pero la gente ordinaria reclama cada vez más su derecho a vivir en paz, a mantener a sus familias, y realizar su trabajo en una sociedad libre y segura - libre, por encima de todo, de la amenaza del asesinato súbito.

Al examinar el destino de los árabes israelíes, objetivo de Hezbolá junto con sus vecinos judíos, era inevitable acordarse de Sarajevo, la capital bosnia donde aprendí lecciones de cooperación intercredos, de amistad entre cristianos, judíos y musulmanes y de cómo defiende su ciudad la gente civilizada - lecciones que cambiaron mi vida. Se dijo entonces, por una periodista musulmana que conozco, Azra Alimajstorovic, que las víctimas de Sarajevo no eran musulmanas, ni serbias, ni croatas, ni judías; todas eran de Sarajevo, ni más ni menos.

Los árabes israelíes sufíes restaurarán y continuarán su programa educativo. Con ellos en el corazón, recordé a algunos serbios que se quedaron en Sarajevo mientras "su propio pueblo" les bombardeaba y les disparaba junto con sus vecinos, matando a más de 12.000 personas, 1100 niños incluidos. Al igual que mis colegas de la Academia al-Qasemi, algunos serbios de Sarajevo rehusaron cargar contra aquellos con los que habían pasado toda su vida.

En la práctica, los serbios destacaron entre los héroes de la defensa de Sarajevo. El General Jovan Divjak, oficial del antiguo ejército yugoslavo, es un serbio que dirigió la resistencia en el frente de Sarajevo. Una noche, cuatro años después de la lucha y la imposición de los Acuerdos de Dayton en 1995, me senté con una amiga a ver un documental en el que el valiente Divjak desafiaba el fuego de serbios irregulares - no menos terroristas que Hezbolá - manteniendo alta la cabeza al tiempo que enfrentaba a aquellos que tenían intención de destruir su vida, a su familia y su historia.

Cuando Divjak me llevó a visitar las trincheras sobre Sarajevo, comenté lo poco profundas que eran, y me pregunté en voz alta si habían sido rellenadas por el paso de varios inviernos, y la alteración entre la nieve y el aguanieve sobre el terreno. No, me dijo Divjak, nunca habían sido profundas, porque fueron excavadas con las manos desnudas de los luchadores bosnios. Divjak dirige hoy una organización de caridad que ayuda a los niños bosnios.

Otro héroe de Sarajevo que conozco es Mirko Pejanovic, del Consejo Serbio Cívico local. Pejanovic también rehusó abandonar la ciudad y participó en su vida cívica a lo largo de los años del sitio. Otra figura más era Dragan Vikic, que había sido comandante de las unidades especiales de la policía en Sarajevo cuando comenzó el cruel sitio y asalto a la ciudad. Después de la guerra, Vikic no ganó honores o fortuna especial de su valiente acto. Hoy posee un pequeño café.

El norte de Israel se reconstruirá con rapidez y los árabes israelíes que viven allí compartirán el reestablecimiento de una sociedad normal con la ayuda de los amigos de América y de todo el mundo.

Vivimos en una edad en la que los terroristas buscan destruir los vínculos de la civilización - una palabra derivada del latín civitas, o ciudad - igual que las palabras ciudadano o civismo se originan de la noción de ciudad. Las guerras entre países están pasando a la historia; ahora sobrevivimos, si tenemos suerte, a guerras entre ideólogos fanáticos contra gente común.

Aquellos de nosotros que cree en el civismo, la ciudadanía y la civilización - y la propia ciudad en última instancia - daremos un paso al frente con aquellos que han rehusado abandonar sus urbes: Haifa, Londres, Nueva York, Sarajevo. Defenderemos el fundamento de la fe: ama a tu vecino. Prevaleceremos, igual que prevalecerán los serbios leales a Sarajevo o los árabes que aman Haifa. Defenderemos nuestra ciudad, que es la ciudad de la humanidad.

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STEPHEN SCHWARTZ (Suleiman Ahmed Schwartz) es Director Ejecutivo del Centro del Pluralismo Islámico de Washington y periodista autor (entre otros libros acerca del Islam y sus subdivisiones y diferencias) del bestseller “Las dos caras del Islam: fundamentalismo saudí y su papel en el terrorismo (Doubleday). Tras ser editor de opinión y columnista del San Francisco Chronicle durante 10 años y secretario del sindicato de periodistas de San Francisco, sus artículos han aparecido en The New York Times, The Wall Street Journal, el New York Post, el Los Angeles Times, el Toronto Globe and Mail y muchos otros. Como periodista destacó especialmente en la cobertura de la guerra de Kosovo, y desde entonces se ha convertido en uno de los principales especialistas en la región de los Balcanes y su relación con el Islam.

El Reloj (Israel)

 


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