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13/03/2016 | Armas para 'decapitar' a los terroristas

Manuel Muñiz

Los drones debilitan sus estructuras de mando y merman la capacidad de ataque. Su popularidad se deriva de su relativo bajo coste y del hecho de no generar bajas humanas para aquellos que la ejecutan.

 

Si existe en estos momentos una estrategia militar para luchar contra el terrorismo islámico esta pivota sobre el uso de drones y ataques quirúrgicos. Esos ataques buscan debilitar las estructuras de mando de los distintos grupos que EEUU y ciertos estados europeos han clasificado como terroristas y de esta forma mermar su capacidad para llevar a cabo ataques en Occidente. Sabemos, por ejemplo, que EEUU, y en concreto la CIA, usan de forma recurrente drones contra los Talibán y Al Qaeda en Afganistán así como contra sus redes afines en Pakistán. De hecho, entre 2010 y la actualidad se han producido más de 300 ataques confirmados con drones tan solo en Pakistán. La cifra de muertos en esos ataques oscila entre 1600 y 2600 personas. En Yemen la cifra de ataques de 2011 a esta parte supera los 120.

En la actual lucha contra el Estado Islámico o Daesh, EEUU y sus aliados europeos están, de nuevo, haciendo uso de su arsenal de drones. En estos momentos Reino Unido, Francia y EEUU llevan a cabo ataques con drones en Siria, Irak y, desde hace unos meses, también en Libia. El caso libo es particularmente interesante porque refleja una creciente preocupación por parte de EEUU con la expansión del Estado Islámico en el norte del país, donde se estima que controla ya varias ciudades y más de 400 kilómetros de costa mediterránea.

¿Por qué se ha mantenido el uso de drones como un elemento estable de la política de seguridad occidental durante los últimos diez años cuando tantos otros aspectos de la lucha antiterrorista han cambiado? ¿Como es posible que este instrumento sea eficaz en lugares con geografías y realidades sociales y políticas tan dispares? ¿Ha sido realmente eficaz esta estrategia? Su popularidad se deriva de su relativo bajo coste y del hecho de no generar bajas humanas para aquellos que la ejecutan. Asimismo, estos ataques se producen en sitios tan dispares y con tan solo ligeros ajustes en cuanto a la ejecución porque sus objetivos no son complejos o sofisticados. Se busca con estas operaciones, simple y llanamente, decapitar grupos terroristas. Esta sencillez es tal vez su principal atractivo pero también su mayor debilidad.

El problema al que nos enfrentamos en el mundo árabe no se resuelve eliminando a parte del actual liderazgo de Al Qaeda o del estado Islámico. Una década de erosión de la capacidad de los estados de esta región del mundo, bien a través de nefastas intervenciones militares por parte de terceros actores o de fracasados procesos políticos domésticos, ha generado no solo pobreza y desesperanza sino también auténticos vacíos de poder que grupos radicales han ocupado. Es evidente que allí donde no hay gobierno florece el Estado Islámico. La solución real a este problema pasa, por lo tanto, por la reconstrucción de estados capaces y legítimos en el Mundo Árabe. Los ataques con drones pueden retrasar parte de las consecuencias de este problema. Pero antes o después este será un reto que los pueblos de esta región y la comunidad internacional deberán asumir. Hará falta entonces una estrategia compleja, profunda y dotada de recursos financieros y humanos en la cual el uso de drones será tan solo un elemento menor.

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Manuel Muñiz es director del Programa de Relaciones Transatlánticas, Universidad de Harvard y Ex Consultor de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL)

El Mundo (España)

 



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