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28/08/2006 | Las madejas de los ayatolás

Eduardo San Martín

Todos los caminos conducen a Teherán. Los negros turbantes de los ayatolás asoman detrás de cada uno de los embrollos que hoy comprometen la seguridad de una región vital para el planeta.

 

«Irán ha perfeccionado el arte de manipular conflictos regionales mientras permanecía oficialmente al margen», escribía la semana pasada un corresponsal europeo en Teherán. Manejando a distancias tales conflictos, el régimen islámico buscaría dos objetivos: aliviar la presión directa de Occidente sobre su programa nuclear y ser reconocido como potencia regional.

¿Y por qué no? ¿Por qué no reconocemos a Irán ese papel y actuamos en consecuencia? El abastecimiento mundial de petróleo, la supervivencia de Israel, el futuro de Palestina, del Líbano y de Irak, el control de la proliferación nuclear y la extensión del radicalismo islamista, todas ellas son madejas uno de cuyos cabos se devana desde Teherán. Tal vez el antisemita Ahmadineyad no sea el mejor interlocutor para tratar problemas de tamaña gravedad. Pero, ¿por qué no se avanzó nada en esa dirección cuando gobernaba el «liberal» Jatamí?

Hablar no es claudicar. Reconocer la relevancia de un país en un entorno no tiene por qué significar la concesión de ninguna patente de corso. Durante la Guerra Fría, ¿no negociamos hasta la extenuación con el «eje del mal» de la época y evitamos así muchos males mayores? ¿No soportamos hoy mismo a una potencia nuclear y dictatorial como China por su importancia estratégica y económica? Durante décadas, Estados Unidos ha mantenido, por las mismas razones, una estrecha alianza con Arabia Saudí, un régimen tan deleznable o más que el de Irán. Y esa cooperación ha ignorado, de forma suicida, que son los príncipes saudíes los grandes responsables de la extensión del islamismo radical por el mundo. Irán y el chiísmo, sobre todo después de la guerra del Líbano, emergen como la nueva referencia del Islam en Oriente Próximo en detrimento de las monarquías suníes del Golfo. Cualquier futura estrategia occidental en la región tendrá que partir del reconocimiento de ese hecho incontrovertible.

Israel lucha por sobrevivir en un entorno hostil; Irán lleva haciendo lo mismo desde 1979. Pero Israel tiene la bomba atómica e Irán todavía no. Queremos convencer a Teherán de que conviva con ese desequilibrio estratégico, y lo que le ofrecemos a cambio son cacahuetes. El programa nuclear iraní es sólo un medio. Garantizar a Irán un suministro estable de combustible nuclear si renuncia a su proyecto no satisface un designio del cual el programa nuclear es apenas un instrumento.

Últimamente, se han alzado voces importantes que razonan en los términos descritos. Y no son entreguistas, ni enemigos de Estados Unidos o de Israel. En las páginas de este diario, Henry Kissinger, judío y ex secretario de Estado, defendía recientemente «una actitud inquebrantable» en el pulso nuclear con Irán, siempre «que se entienda como el primer paso en la invitación más amplia a que Irán retorne al mundo en general», porque «un Irán moderno, fuerte y pacífico podría convertirse en pilar de estabilidad y progreso en la región». Algo parecido sostenía, también en ABC, Marek Alter, que fuera presidente del Instituto Internacional de Cultura Judía. «Si yo fuera político -afirmaba- intentaría negociar con Teherán y Damasco». Añadía que habría intentado hablar incluso con el propio Hitler. Y David Gardner, columnista de Financial Times, aseguraba la semana pasada que, nunca desde 1979, se había explorado la posibilidad de que Teherán pudiera «compartir un interés en la estabilidad regional».

Pasó el 22 de agosto y no se han cumplido las aprensiones apocalípticas de Bernard Lewis («El 22 de agosto». Tercera de ABC. 9-08-2006). Ese día, Teherán rechazaba la suspensión de su programa de enriquecimiento de uranio como precondición para hablar, pero se ofrecía a hablar de todo. La ONU debe cumplir con sus determinaciones. Es ingenuo pensar, sin embargo, que lo que sus sanciones no consiguieron durante una década en Irak lo pueden lograr en el caso en un Irán claramente fortalecido.

ABC (España)

 



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