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03/09/2006 | Venezuela- El acoso a la clase media

Juan Martín Echeverría

Como puede definirse a un gobierno que se declara socialista, pero los ricos son más ricos, los pobres más pobres y por doquier se potencia la desigualdad.

 

¿Cuál es la razón para lanzar a pérdida millares de dólares en ayudas a cercanos y lejanos países, mientras no se construyen viviendas suficientes ni siquiera para la demanda anual de 80.000 unidades, sin entrar en consideraciones sobre el déficit acumulado de soluciones habitacionales, y la red vial colapsa, cuando en otros tiempos era la mejor de América Latina.

Contra la pobreza se puede luchar con pañitos calientes, mediante la ayuda de las misiones, o con soluciones sólidas a través de la creación permanente de empleo: la primera es una visión coyuntural, de corto plazo y a pérdida; la segunda es definitiva, estructural y basada en el bienestar de la familia venezolana.

El crecimiento económico, sin crecimiento social y político, es una especie de pozo sin fondo, donde impartes educación masivamente y luego no tienes cómo incorporar a los ciudadanos a las actividades productivas, sino a las ayudas transitorias y despreciando la mística del trabajo. Es indudable que cualquier auxilio a la pobreza es un alivio, pero sobre todo si la meta final es un puesto permanente, bien remunerado y con previsión social. El objetivo del desarrollo es el crecimiento equilibrado de las variables políticas, económicas y sociales.

Hoy en día entre los buhoneros, el inicio del proceso electoral, el enorme presupuesto gubernamental, la escasa inversión privada, la estrategia de confrontación, los subsidios revolucionarios, las facilidades de crédito versus la poca oferta de viviendas, vehículos y ciertos bienes esenciales, nos coloca en la paradoja de un Estado opulento y una sociedad empobrecida, con islotes de abundancia. Es lamentable convivir frente a distintas Venezuelas y ante una clase gubernamental que ostenta con descaro sus recursos.

Los mecanismos de la solidaridad son castigados desde el poder por la lógica del amigo y del enemigo, ya que la comunicación es antagónica y algunos consideran a la inseguridad y la corrupción como un síntoma y en cierta medida un lineamiento para asustar a la gente. La diferencia sustancial entre la democracia y el autoritarismo, es que la esencia de las sociedades abiertas es la pluralidad, la diversidad y la fortaleza de la clase media. Hoy en día, a través del desorden y las agresiones, la clase media está cercada y bajo sospecha, sin embargo es el motor que mueve a las naciones.

Las autoridades sostienen que los niveles de desempleo, pobreza y corrupción han disminuido en forma notable, pero la percepción de las comunidades y las encuestas indican lo contrario; incluso la ONG Transparencia Internacional, ubica a Venezuela, por segundo año consecutivo, en materia de corrupción con una puntuación de 2,3 sobre 10 y en el puesto No. 130 entre los 159 países analizados. Lo cierto es que la mayoría de la población sufre la insegu ridad y la impunidad de la "nomenclatura".

Norberto Ceresole calificaba de posdemocracia el fenómeno del militarismo, el neopopulismo y la antipolítica en las dosis que él consideraba adecuadas, sin tomar en cuenta la buhonería como el refugio de profesionales y mujeres ajenos al ahorro, la previsión social, los créditos financieros y la seguridad del trabajo formal; sólo que el 55% quisiera legalizar su situación y contribuir a fortalecer su situación laboral, manteniendo además serias reservas sobre el funcionamiento de las cooperativas. La doctrina fascista de Ceresole aún matiza innumerables decisiones.

La responsabilidad de los gobiernos es crear sociedades estables, reducir la pobreza, consolidar las instituciones y respetar la legalidad. Nos estamos refiriendo, por supuesto, a sociedades no fundamentalistas, integradas y seguras. Todo lo anterior es la antítesis de la compra exagerada de armamento, el reparto de fusiles y la amenaza de hacernos daño entre hermanos, teniendo como norte el comunismo o el socialismo por encima del sentido común, la experiencia histórica y el desarrollo. El progreso y las libertades inevitablemente están consustanciadas con una vigorosa clase media.

En esas distintas Venezuelas, una muy pequeña parte se ha enriquecido hasta el cansancio y otra más grande segrega como un componente orgánico la pobreza, de ahí la euforia de la victoria para un grupo y la amargura de la derrota para los sectores más desfavorecidos. La sociedad reclama una gerencia social de fina sensibilidad hacia las comunidades, en sintonía con la gente y una estrategia global que reduzca con criterios realistas la pobreza. La calle se queja, su lamento está a la vista y resalta en la temporada de lluvia, con millares de damnificados y el contraste relativo del efecto positivo de las misiones, pero las colectividades quieren buenos servicios, empleo permanente, seguridad, vivienda social y programas de inmediata ejecución. ¿Habrá una toma definitiva de conciencia del Gobierno sobre el acoso a la clase media?

El Universal (Ve) (Venezuela)

 



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