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18/10/2016 | EE.UU. - Elecciones 2016: El Senado amenaza la fiesta de los demócratas

Jordi Barbeta

Tras los escándalos sexuales de Donald Trump, Hillary Clinton va por delante en casi todos los sondeos en la carrera a la presidencia de Estados Unidos, pero la alegría no es completa en el Partido Demócrata, porque las encuestas también señalan que la batalla por el Congreso se ha puesto más difícil de lo previsto.

 

Clinton amplía su ventaja sobre su controvertido rival, pero se está demostrando que no sirve como motor de arrastre a los candidatos al Senado y a la Cámara de Representantes. Una nueva derrota de los demócratas en ambas cámaras dejaría a Clinton atada de pies y manos, sin poder llevar a cabo ninguna de las reformas que le reclaman las bases demócratas ni consolidar siquiera el legado de Barack Obama. Tampoco podría nombrar un juez progresista que decantara la mayoría del Tribunal Supremo, ahora empatado y empantanado.

Y la angustia demócrata está justificada porque si bien la batalla por la Cámara de Representantes no pasaba de ser un sueño de los más optimistas, la reconquista del Senado es una obligación política y aritmética. El 8 de noviembre se disputan 34 escaños de la cámara superior, pero sólo diez que están en poder de los demócratas por 24 en poder de los republicanos. Para recuperar el control de la Cámara Alta, bastaría que los demócratas arrebataran cuatro de los 24 escaños que se juegan los conservadores. Eso, que parecía un objetivo asequible, lo están poniendo en duda los principales estudios demoscópicos. Da una idea de lo reñido de la situación que los mismos cálculos estadísticos que otorgan a Clinton alrededor del 90% de posibilidades de victoria, presentan la batalla por el control del Senado prácticamente a cara o cruz. Entre el 54% y el 65% de posibilidades a que los demócratas consigan empatar a 50 senadores y obtengan la mayoría por el voto de calidad del vicepresidente –que es a su vez presidente del Senado– y eso por el apoyo de los dos senadores independientes.

Sería además una victoria de características pírricas que apenas duraría dos años, porque en el 2018 serían los demócratas los que tendrían mayor número de escaños en disputa, 23 frente a menos de la mitad de los republicanos.

“La batalla se presenta más difícil de lo que muchos demócratas pensaban hace unos meses”, admite Jim Manley, que fue asesor del actual líder de la minoría en el Senado, Harry Reid, precisamente el senador cuya retirada pone en peligro su escaño por Nevada.

Los expertos en demoscopia destacan como fenómeno paradójico que la campaña escandalosa de Trump ha aumentado la ventaja de Clinton y, al mismo tiempo, algunos aspirantes republicanos al Congreso están mejorando posiciones. Es lo que ocurre en Florida. A más Clinton, más Marco Rubio.

Algunos datos sirven para justificar el fenómeno. Donald Trump resulta también en este caso un factor distorsionador. Los principales donantes conservadores, Charles y David Koch, magnates de la industria del petróleo, anunciaron que invertirían este año casi mil millones de dólares en apoyar a los candidatos republicanos. Pero los Koch Brothers detestan a Donald Trump tanto o más que a Hillary Clinton. “No queremos elegir entre morir de cáncer o de un ataque al corazón”, declaró Charles Koch hace varias semanas. Así que estos magnates han decidido recuperar el dinero que había de destinarse a la candidatura presidencial y destinarlo a reforzar a aquellos candidatos a senador que lo tenían más difícil con los demócratas. Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, ha cifrado en millones de dólares diarios lo que se gastan los conservadores en apoyar a sus candidatos.

Los hermanos Koch, que controlan una extensa red de activistas y voluntarios, preparan una ofensiva sobre el terreno con 1.200 agentes haciendo campaña puerta a puerta en 36 estados. No se trata sólo de llamar a la puerta y entregar propaganda. El big data que controlan ha identificado a cinco millones de votantes potencialmente republicanos que están decepcionados con Trump o indecisos por otros motivos que acabarán decantando la mayoría en el Senado. Cada uno de ellos recibirá la visita de los hombres de Koch.

Y por supuesto, los esfuerzos físicos y económicos se centran principalmente en los estados donde la elección se presenta más reñida. Los republicanos están poniendo toda la carne en el asador para no perder los escaños en riesgo de Wisconsin, Illinois, Indiana, Pennsylvania, Nuevo Hampshire y Arizona, y han pasado a la ofensiva en Nevada para arrebatar a los demócratas el escaño de Harry Reid.

Los dos últimos precedentes de un presidente demócrata y un Congreso republicano son el actual, con el Grand Old Party (GOP) boicoteando todas las iniciativas de Obama, y el del segundo mandato de Bill Clinton. Los republicanos apoyaron entonces a una Administración presuntamente demócrata a desregular el sistema financiero, desmantelar en buena parte la red de asistencia social, llevar a cabo la reforma judicial que propició encarcelamientos en masa –sobre todo de afroamericanos– y bombardear Irak.

La Vanguardia (España)

 



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28/05/2016|

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