Nuestros mandatarios, el Presidente, el Vicepresidente y todo el gobierno poseen la obligación de dar mensajes de paz y de diálogo y no inflar las expectativas de la violencia. La idea equívoca del ´ahora es cuando´, la reflexión que indica que tomaron el Gobierno, pero no el poder, induce a una toma del poder que puede abrir caminos de violencia, sin asegurar la paz nacional. Pero, no es sólo en el lado del Gobierno donde hay lenguaje confrontacional, lo hay también en algunos empresarios, en algunos cívicos, en determinadas fuerzas políticas que creen que es la lógica del enfrenamiento la que los puede liberar o los puede ayudar a mantener ciertos privilegios. No es falso que algunos sectores empresariales creen que la idea de la separación o de la secesión es correcta para Bolivia, pero esa idea a lo único que conduce es también a violencia. No es falso que algunos de esos líderes abren el camino de desencuentro y no abonan las vías del diálogo.

Si unos y otros siguen empujando la violencia y ella llega, nadie ganará, perderemos todos los bolivianos, y normalmente, como en Huanuni, quienes más pierden, quienes ponen las víctimas, son los pobres, son los sectores populares y no los sectores acomodados. La violencia tiene memoria, ella no se olvida, vive por años, a veces por décadas, por eso no se debe abrir caminos de violencia y de odio que nos separen a los bolivianos y que nos dejen huellas que impedirán construir un futuro compartido.

No podemos crear un país para nuestros hijos en el cual lo cotidiano de la vida sea el odio y la violencia, si algo debemos heredarles es un país que viva en paz, una nación en la cual convivan y se encuentren todos los bolivianos. Pero, quienes tienen más responsabilidad en la construcción de esa paz son los líderes políticos y sociales, son nuestros gobernantes.

Huanuni aconteció, en parte, porque el país está entrando en una lógica confrontacional que tiende a creer que todo se debe solucionar por la fuerza, pero como hemos visto, ese camino a lo único que conduce es a generar muerte y no soluciones para nadie. Bolivia debe aprender de Huanuni, escarmentar con esa experiencia, optando por un camino de diálogo y de encuentro, sin imposiciones de nadie sobre nadie, pero, sobre todo, evitando los lenguajes confrontacionales que incitan a la violencia.