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27/12/2018 | Francia- Christophe Castaner, el escudo de Emmanuel Macron contra los chalecos amarillos

Beatriz Juez

Desde que fue nombrado ministro del Interior, ha tenido que hacer frente a inundaciones, la crisis por la subida del gasoil y al atentado de Estrasburgo

 

Desde su llegada en octubre a la Plaza Beauvau, sede del ministerio del Interior francés, Christophe Castaner no ha parado de encajar golpes: las catastróficas inundaciones en el río Aude (sur de Francia), la crisis de los chalecos amarillos, el atentado de Estrasburgo y la amenaza de protestas de los policías por el exceso de carga de trabajo en los últimos meses.

Castaner, hijo de un militar, fue un joven rebelde. Se fue de casa a los 17 años, anduvo con "malas compañías" en Marsella como él mismo ha reconocido y se ganó la vida jugando al póquer con "gente poco recomendable". Su novia del instituto, hoy su esposa, le rescató y le llevó por el buen camino. Aprobó el bachillerato a los 20 años y se licenció en Derecho.

Entró en política en 1986. Admirador como joven militante del ex primer ministro socialista Michel Rocard, Castaner (52 años), fue durante 16 años alcalde de Forcalquier (un pueblo de 5.000 habitantes en Provenza) y diputado socialista por la circunscripción de Alpes-de-Haute-Provence hasta que se unió, uno de los primeros, a la campaña de Emmanuel Macron para las elecciones presidenciales de 2017.

Antes de convertirse en el "primer policía de Francia" - sobrenombre que recibe el ministro galo de Interior, después de que Georges Clemenceau se describiera así cuando ocupó ese puesto-, Castaner fue portavoz en campaña de Macron, secretario de estado encargado de las relaciones con el Parlamento, portavoz del Gobierno y delegado general de La República en Marcha (LREM, el partido de Macron).

El presidente le nombró el 16 de octubre ministro de Interior cuando el viejo de Gérard Collomb renunció a esa cartera para volver a ser alcalde de Lyon, provocando una crisis política. Castaner, con fama de rudo y fiel, siempre había soñado con ese puesto.

Castaner no ha tenido ni un momento de descanso desde que se puso al frente de Interior. Y es consciente de que en cualquier momento puede dejar de ocupar esa cartera. "Cada semana, te preguntas si estarás ahí la siguiente. El ministro debe ser un jefe y un escudo", explicó el ministro al diario 'Le Parisien'. En caso de error, la responsabilidad es suya.

Se estrenó en el puesto coincidiendo con las inundaciones del río Aude, una catástrofe natural que dejó un balance de 15 muertos, 19.000 afectados y daños por valor de 200 millones de euros.

Pero han sido la crisis de los chalecos amarillos - los franceses que comenzaron protestando contra el alza del precio de los carburantes y que ahora reclaman un aumento del poder adquisitivo para las clases medias-bajas de la Francia de provincias- la que ha puesto a Castaner en la primera línea.

Desde el 17 de noviembre, los chalecos amarillos - en referencia a la prenda fluorescente que portan los manifestantes, que es obligatoria en Francia llevar dentro de los vehículos y que se ha convertido en un símbolo del hartazgo de muchos franceses- se han manifestado seis sábados seguidos, poniendo en jaque a Macron y obligando al joven presidente a hacer concesiones.

Las imágenes de las protestas - muchas de ellas violentas, sobre todo en París- han dado la vuelta al mundo. También han obligado a una movilización masiva de policías. Francia llegó a desplegar el 8 de diciembre 89.000 policías en todo el país, 8.000 de ellos en París, y vehículos blindados en la capital francesa para hacer frente a los chalecos amarillos. A Castaner le hemos visto estos días al frente del operativo policial, condenando la violencia, haciendo llamamientos a la calma y felicitando a las fuerzas del orden por su actuación.

A Castaner le gusta más estar sobre el terreno que en los despachos de la Plaza Beauvau. Tras el atentado del pasado 11 de diciembre cerca del mercadillo de Estrasburgo (este de Francia), Castaner viajó a la capital de Alsacia para estar cerca de sus hombres mientras buscaban al terrorista Chérif Chekatt por las calles de la ciudad. Dos días después, la policía lo abatió a tiros. Antes de avisar al presidente Macron y al primer ministro, Édouard Philippe, de que el terrorista estaba muerto, insistió en ver con sus propios ojos el cuerpo para estar seguro de que era él.

El ministro de Interior también ha tenido que enfrentarse estos días a una amenaza de protestas de los sindicatos de la policía. El Gobierno francés anunció una prima de 300 euros para los agentes del orden movilizados durante las protestas de los chalecos amarillos para tratar de frenar el malestar de los policías, que se quejaban del exceso de carga de trabajo que han tenido en los últimos meses. El "primer policía de Francia" tuvo que tirar de chequera para calmar a sus hombres.

El Mundo (España)

 



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