A propósito de la posverdad que abordé recién como un fenómeno que afecta a la sociedad haciéndola víctima de la distorsión de la realidad con la manipulación de creencias y emociones para conseguir ciertos fines, existe otra posverdad más doméstica que -si bien siempre existió- tiende a profundizarse por el cuasi-libre acceso a las redes sociales: el descrédito de las personas…
Amparados en el anonimato o bajo una cuenta o perfil
mentiroso que existen en las redes sociales, gente inescrupulosa denigra
oprobiosamente a quien afecta a sus intereses. Crean grupos de mutuo apoyo, son
capos para concebir con sus afiebradas mentes ofensivos memes, sin importar si
la persona que les quita el sueño tiene familia o un prestigio ganado con años
de trabajo. ¿Cómo entender el uso de armas tan innobles que afrentan la verdad
y el decoro? La respuesta tiene que ver con lo que el hombre tiene en su
corazón. Escrito está que el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca
lo bueno; pero el hombre malo, de su corazón saca lo malo: de la abundancia del
corazón habla la boca.
Para saber con qué persona te relacionas y para evaluar
su idoneidad, mira su página o su perfil en Facebook: de la abundancia de su
corazón habla su muro. Igualmente, evalúa lo que lees en WhatsApp: de la
abundancia de su corazón son sus expresiones.
Su foto por Face puede ser bonita, su perfil puede
parecer interesante, pero analiza lo que dice -lo que postea, lo que sube, lo
que reenvía- ello refleja su carácter, su personalidad, lo más íntimo de su
ser, de ahí que no es de extrañar que esa persona tenga un perfil y una página
con comportamientos distintos (para guardar la apariencia). ¡Cuidado!
Cuentan que una persona se acercó a Sócrates para
contarle “lo que había oído acerca de un amigo suyo". El filósofo le
aplicó entonces el triple filtro: ¿Estás seguro que lo que dirás es verdad?
"No", dijo el hombre. ¿Lo que vas a decir de mi amigo es bueno?
"No”, respondió el susodicho. ¿Lo que sabes de mi amigo es algo útil?
"No”, confesó el tipo. Entonces…¿para qué me lo quieres decir? le espetó
Sócrates (www.acropolis.org).
¡Cuántos mienten, hacen daño y se ocupan de lo trivial!
Si se aplicara el triple filtro de Sócrates -ver la verdad, la bondad y la
utilidad para no dañar a nadie- o, mejor aún, lo dicho por Jesús -amar al
prójimo como a sí mismo- cuántos muros de Face quedarían vacíos, cuántos Grupos
de WhatsApp funcionaran mejor y cuántos dejarían de contaminar con lo que
abunda en su corazón ¿verdad?
(*) Gary A.
Rodríguez A.: Pastor y economista