28/04/2020 | Analisis - ¿Por qué EE. UU. está enviando buques de guerra a atrapar narcotraficantes?
Seth Robbins
La versión oficial es que se trata de una estrategia para evitar que los traficantes aprovechen la pandemia del coronavirus.
La Marina de Estados Unidos, sin embargo, preparaba su reciente
despliegue de buques de guerra en el Caribe desde hacía mucho tiempo en
lo lo que parece una exagerada demostración de fuerza para atrapar
traficantes de cocaína.
El principal comandante del Ejército de Estados Unidos para América Latina dijo, en una conferencia de prensa
el 19 de abril, que el despliegue de buques de guerra y aviones en la
región para realizar operaciones antinarcóticos tiene como objetivo
bloquear la actividad de las organizaciones criminales transnacionales y
no debe ser visto como una medida contra el presidente de Venezuela,
Nicolás Maduro.
La participación de Venezuela en el tráfico de drogas estará, no
obstante, en el centro de los trabajos de interceptación, dijo el
almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de Estados Unidos
(SOUTHCOM). Aunque no dio cifras específicas, Faller aseguró que las
drogas que transitan por Venezuela habían aumentado el 50 por ciento en
los últimos años.
“Eso convierte a los narcotraficantes que trabajan dentro y fuera de
Venezuela en blancos de nuestras operaciones de bloqueo,
desmantelamiento y derrota, como con cualquier otra organización
criminal transnacional”, afirmó.
El despliegue fue anunciado inicialmente en una reunión informativa del 1 de abril en la Casa Blanca.
El secretario de Defensa, Mark Esper, dijo ahí que la operación naval
duplicaría la capacidad de SOUTHCOM para llevar a cabo esfuerzos
antidrogas en la región. Los activos navales que participarán en la
misión incluyen destructores, barcos de combate litoral, barcos de la
Guardia Costera, aviones de patrulla P-8, helicópteros y drones de
vigilancia.
“Las organizaciones criminales transnacionales siguen amenazando
nuestra seguridad mediante el tráfico de cocaína, fentanilo,
metanfetaminas y otros narcóticos a través de nuestras fronteras”, dijo
Esper, y agregó que “los actores corruptos, como el régimen ilegítimo de
Maduro en Venezuela, recurren a los beneficios derivados de la venta de
narcóticos para mantener su control opresivo del poder”.
Maduro y otros altos funcionarios venezolanos han sido acusados de narcoterrorismo, conspiración, narcotráfico y corrupción.
En la reunión informativa del 1 de abril, el presidente Donald Trump
dijo que el despliegue era necesario para evitar que los traficantes
internacionales utilizaran la pandemia para contrabandear drogas a
Estados Unidos. Mark Milley hizo eco de las palabras del comandante en
jefe, diciendo que los informes de inteligencia habían demostrado que
los carteles de la droga “iban a tratar de aprovecharse de la
situación”, aunque no especificó cómo.
Análisis de InSight Crime
Aunque se encuentra en línea con el llamamiento que durante mucho
tiempo han hecho los funcionarios de SOUTHCOM para que la Marina
refuerce su presencia en Latinoamérica, el tipo de armamento que se está
desplegando actualmente en el Caribe para operaciones antidrogas es
costoso y tampoco es el más eficaz.
La Armada se involucra en las operaciones antidrogas sobre todo
cuando sus buques se encuentran libres de sus misiones habituales, como
son las de proporcionar ayuda en tiempos de guerra, proteger a Estados
Unidos y hacer presencia contra las amenazas en el mar.
A finales de la década de los ochenta, cuando la Guerra Fría terminó,
la Marina de Estados Unidos envió por primera vez submarinos y fragatas
al Caribe, señala Bryan Clark, experto en operaciones navales e
investigador principal en Hudson Institute, centro de pensamiento con
sede Washington, DC. Los buques —que ya no eran necesarios para vigilar
las flotas rusas— fueron utilizados para interceptar a los
narcotraficantes marítimos en ese momento, cuando los carteles
colombianos trasladaban enormes cantidades de cocaína a Estados Unidos.
En las últimas dos décadas, sin embargo, los despliegues de buques
navales en la región han disminuido considerablemente debido a la
reducción en los presupuestos militares y a las guerras en Afganistán e
Irak. La participación de la Marina en Latinoamérica “sube y baja”, dijo
Clark.
La última vez que la Marina proporcionó fragatas
para misiones antidrogas fue en 2015. En diciembre de 2017, sin
embargo, el entonces secretario de la Marina, Richard Spencer, escribió
una nota al almirante John Richardson en la que argumentaba que los
buques de la Marina tenían un efecto disuasorio en el transporte de
drogas y que se debían volver a desplegar “ahora”, según un informe del Navy Times.
Dos años más tarde, Faller le dijo al Congreso que
solo estaban siendo interceptados el seis por ciento de los movimientos
marítimos de drogas de los que se tenía conocimiento, y que para lograr
mejores resultados se requería “más buques y aviones de patrulla
marítima”.
Faller y otros oficiales de alto rango han señalado
que la nueva flota de buques de combate litoral de la Armada —capaces
de alcanzar velocidades de 40 nudos y de albergar helicópteros, así como
drones de grado militar— son aptos para misiones antidrogas en
Latinoamérica.
Estos buques y otros más nuevos —como los buques expedicionarios de transporte rápido
tipo Spearhead— sirven para operaciones de mando y vigilancia, afirmó
Clark. Pero dichas naves fueron construidas para trabajos mayores que
las misiones antidrogas. Los buques de combate litoral, cada uno de los
cuales cuesta US$655 millones —el triple de lo presupuestado— están diseñados
para combate de superficie, combate antisubmarino, combate de minas, y
para la defensa de los buques. Dentro de su complejo historial se
incluye el comentario hecho por un oficial del Pentágono, encargado de
examinar la flota, quien le dijo al Congreso que la flota de ocho barcos
era incapaz de completar una misión de 30 días, como señala un informe del Washington Examiner.
Cada uno de los buques expedicionarios de transporte rápido cuesta alrededor de US$130 millones y están destinados a transportar marines y aviones en entornos de combate.
“Usarlos en el Caribe me parece una exageración”, afirmó Clark. “Son
de grado militar y por eso son más caros. También por eso pueden
sobrevivir más fácilmente, pero uno no esperaría que los
narcotraficantes tengan torpedos”.
El beneficio de desplegar buques de la Marina en operaciones
antidrogas es que estos pueden reaccionar rápidamente ante informes de
inteligencia, como información sobre un gran cargamento de cocaína o
armas, señaló Clark.
Pero estos barcos son menos eficaces como elemento disuasorio para el
típico contrabando de drogas en lanchas rápidas. Una sola nave con un
helicóptero puede quizá cubrir un radio de 50, o máximo 100 millas,
agregó.
Clark señaló además que la operación de los barcos también es
costosa, y los despliegues deben ser cortos debido al abastecimiento de
combustible y otras restricciones. Operar un destructor durante tres
meses —la duración típica de estas misiones— cuesta al menos US$15
millones.
“Es un gran gasto hacer que un barco se desplace a SOUTHCOM para
interceptar drogas durante algunos meses”, dijo. “Quizá pesquen algo,
pero eso no va a generar un gran impacto”.
Al incluir en la agenda de la reunión informativa del 1 de abril el
tema de que el régimen de Maduro está sacando provecho del narcotráfico,
los funcionarios estadounidenses parecían dar a entender que la Armada
se había desplegado para combatir el tráfico en el mar Caribe frente a
las costas venezolanas.
El tráfico de drogas en el Caribe ha aumentado en los últimos años,
pasando de 39 toneladas en 2011 a 185 toneladas en 2017, según la Evaluación Nacional de Amenazas de Drogas 2019 de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (Drug Enforcement Administration, DEA).
Aun así, la mayor parte de las drogas traficadas a Estados Unidos por mar pasan por el Pacífico, no por el Caribe. En su anterior evaluación de amenazas, la DEA informó que al menos el 84 por ciento de la cocaína que salió de Suramérica en 2017 transitó por el Pacífico.
Desde que se anunció el despliegue, Trump y otros funcionarios han elogiado las incautaciones de drogas en el Pacífico como parte de la operación, lo que incluye la incautación
de 771 kilos de cocaína por parte de la Guardia Costera. Los guardias
decomisaron las drogas cuando interceptaron un barco pesquero frente a
las costas de Costa Rica. Estos trabajos de interceptación, utilizando
guardacostas de alta velocidad, se han realizado durante años.
En su declaración anual
ante el Congreso en el mes de enero, Faller hizo pocas referencias al
narcotráfico, aunque mencionó que las incautaciones de las operaciones
marítimas de drogas habían aumentado nueve por ciento.
Habló principalmente sobre la creciente influencia de China y Rusia
en la región, y advirtió que “Maduro y sus camaradas en Venezuela
representan una de las amenazas más directas a la seguridad y la paz en
el hemisferio occidental”. También mencionó que, en el mes de enero, un
buque de combate litoral había llevado a cabo una operación de “libertad
de navegación” cerca de la costa de Venezuela.
“Esto cambiará las reglas del juego”, dijo.
Según Clark, la presión de los funcionarios de SOUTHCOM para
desplegar buques navales busca en parte proyectar la presencia de
Estados Unidos en Latinoamérica y no es una señal de que Estados Unidos
esté planeando un ataque militar contra Venezuela.
“En teoría, podrían lanzar Tomahawk (misiles), pero no parece haber
ninguna razón para hacerlo. No podrían llevar a cabo una invasión porque
no tienen a nadie a bordo para hacer la invasión”, señaló.
Tras ser consultado por InSight Crime, Adam Isacson, director de la
Oficina en Washington para el Programa de Veeduría de Defensa de América
Latina, dijo que, si bien Trump y los funcionarios de defensa “se
esfuerzan por hacer parecer esto como una respuesta ante el
aprovechamiento del coronavirus por parte de los narcotraficantes —lo
cual es un sinsentido—, se trata más bien de mostrarle los colmillos a
Maduro”. Se refirió al hecho de que durante un largo periodo la Armada
no había tenido buques de manera permanente en la región.
“Lo único diferente ahora es Venezuela y el deseo de apretarle los tornillos”, puntualizó.