DistraÃdos por las elecciones subnacionales y las miradas puestas en las campañas que paradójicamente tienen en su totalidad un contenido de ampliación del gasto y de presencia dominante de las Gobernaciones y las AlcaldÃas en los proyectos que desgranan con super abundancia, la ciudadanÃa descuida las expresiones cada vez más asiduas del presidente Luis Arce que viene, desde hace un tiempo, anunciando el camino del socialismo al estilo cubano para implementarlo en Bolivia.
Ya en la campaña electoral de octubre de 2019 dijo que el
modelo del socialismo cubano es digno de alabanza por sus éxitos
incontrastables y que, por eso, de ganar las elecciones, él consideraba que era
la ruta por donde Bolivia debía encaminarse. Pues bien ganó las elecciones y
tal afirmación viene siendo, no sólo repetida, sino definida en la composición
del Presupuesto General y la política de inversión que anuncia tener.
El presidente considera que solo la inversión pública
tiene sentido para desarrollar proyectos, producir crecimiento económico y de
esta manera lograr una distribución de la riqueza con contenido social. En su
mentalidad marxista el Estado está por encima de todo y lo que se haga en su
nombre es algo sacrosanto que no puede ser debatido ni menos discutido por
nadie. De esta manera el presidente debe asumir el control total del mismo. Es
decir, la suma de los otros Poderes tiene que estar al servicio de sus
políticas y decisiones. Así es como gobernó Evo Morales Aima durante 14 años y
Luis Arce pretende continuar y como dice profundizar.
En este sentido el papel del sector privado nacional es
prescindible y debe estar, por ahora, supeditado a el Estado decida en materia
de inversión. De ahí se deriva la insistencia en el control de precios en el
mercado, la colocación de barreras paraarancelarias, el control de la cartera
de la Banca con la fijación de tasas de interés máximas y la obligación de
congelar el repago de los créditos otorgados, las constantes amenazas al sector
exportador privado para limitar sus exportaciones, el control centralizado en
el poder Ejecutivo del tipo de cambio y de la inflación, la obligación del
sector privado de pagar sueldos extraordinarios si así lo decide, la creación
del impuesto a la riqueza como forma de limitarla y someterla, todo con el fin
de imponer la política económica que tiene la orientación señalada.
Para dejar claro que todo lo expuesto tiene un contenido
castro-chavista decidió devolverle un crédito swap al Fondo Monetario
Internacional de 326 millones de dólares más un costo financiero de 24 millones
en demostración del antiimperialismo que tiene. Y por cuerda separada, despidió
al 92 por ciento del personal diplomático en el exterior acusándolos de ser
instrumentos de la dominación colonialista e imperialista.
El presidente Arce repite sin cesar que en Bolivia hubo
un golpe de Estado que terminó con el gobierno de Evo Morales, a partir de esa
afirmación, todo lo que reflejan los datos económicos en materia fiscal,
monetaria, crediticia, tributaria y de inversión son el resultado del gobierno
golpista - neoliberal, a los cuales se les acusa de ser responsables de la
caída del PIB en el 12 por ciento, del déficit fiscal en el 8 por ciento, del
endeudamiento externo e interno que alcanza el 30 por ciento, de la pérdida de
los mercados de exportación de gas a la Argentina y Brasil y de la caída de las
reservas internacionales que nos dejan ahora con algo más de 2.500 millones de
dólares suficientes para unos tres meses de importaciones.
Todo esto le obligará a tomar decisiones una vez
concluidas las elecciones subnacionales y con ese fin viene preparando a sus
sectores afines para que sustenten una dura política represiva al sector
privado de la economía, aplaudan el gasto que dispondrá a costa de los ingresos
de las Gobernaciones y Alcaldías, la disminución de algunas subvenciones al
sector productivo, la inevitable recomposición del tipo de cambio único por
tipos de cambio diferenciados, la utilización de los fondos de pensiones y el
control del comercio exterior.
A esta dura represión económica, le acompañará la
correspondiente represión política y luego social, las expropiaciones al sector
privado y el control de los medios de comunicación social.
Esta es la hoja de ruta. Y no se la callan ni disimulan,
al contrario, la publicitan y la anuncian como el camino de la lucha
socialista.