Hablar inglés no es obligatorio ni mucho menos exigible, pero, sin duda, es indispensable para entender lo que pasa en la relación trilateral en América del Norte. Trump se salió con la suya borrando tal designación del tratado que rige la relación comercial con los vecinos del bloque, lo que hiciera sosteniendo que esa zona va del río Bravo hacia el Ártico. Jamás debimos dar un paso atrás admitiendo nombres que suponen aceptar tal postura, ahí comenzó, en los hechos, un trato poco paritario.
En política no hay creer lo que se dice, sino lo que se
hace, pero la forma en que se expresan los políticos en las denominadas cumbres
dice mucho de lo que pretenden hacer. Al caudillo se le notaba a leguas fuera
de su zona de confort. Tuvo que acudir a paleros pagados que le hicieran sentir
como en casa, cuando todo mundo sabe que no es práctica de los residentes de
los Estados Unidos de América dejarse acarrear. Allá, con el mitin se protesta.
Biden comenzó la relación con un cortés, pero
claro maltrato, al restregarle la morena del Tepeyac a un sujeto cuya alegada
religión no la incluye como parte del adoratorio. Sí, aunque éste abusó del
término que alude a ella, a sabiendas de que es un poderoso signo aglutinante
del pueblo mexicano, no está en sus oraciones. No fue un descuido del
demócrata, fue un movimiento calculado, como también lo fue el tocarle la
pierna en forma paternalista y condescendiente, aunque los fanáticos del
incorruptible pretendan hacer menos el gesto.
Pero más allá de los cariñosos desdenes, quedó claro a su
regreso que no entendió lo que pasó allá. Le dijeron claro, alto y fuerte que
la expansión comenzaría con la bendición de la Casa Blanca. Sí, de frente le
dejó patente que es mandato presidencial el retornar al más extremo
extraterritorialismo, llevando la ejecución de las leyes americanas a cualquier
parte, empezando por tierra azteca. Miembros de las distintas agencias que el
caudillo tanto ha denostado operarán bajo el manto protector del poderoso
socio. Somos iguales, pero no tanto, le dijo con la firma estampada en el acta.
Hace ya semanas, en este espacio, le comenté que se
avecinaba un reposicionamiento de las agencias, ya no sólo de las que se abocan
al combate al crimen organizado, sino también de las comerciales, ambientales y
de trabajo. Ante el vacío de autoridad propalado por Morena, que ya no puede
más que verse como producto de un pacto, el vecino asumirá un rol decisivo.
Imagínense, de decirle a Biden que “ni modo que
apoyara a corruptos”, éste habría revirado al macuspano que “ni modo que él
apoyara a criminales”.
Fue tan respetado y determinante el “prestigio” que tanto
presume, del cual ciertamente carece, que la reforma energética se quedó en el
limbo, por lo que Bartlett ha diseñado un plan B, en el que sostendrá
el ridículo enunciado “al fin que ni quería”, y se envolverá en la bandera,
asumiéndose como anciano héroe, iniciando tal categoría entre los aferrados
postulantes del patrioterismo a ultranza. Bastó una mirada cruzada
entre Biden y Salazar para que el tepetiteco entendiera sin
chistar.
El T-MEC, leído en el idioma de Shakespeare, es un
tratado que rescata el colonialismo decimonónico. Ha sido festejado por el
incorruptible, simple y sencillamente porque no lo ha entendido, pero a base de
amigables imposiciones comprenderá, poco a poco, lo que aprobó. El haber
recorrido la frontera hasta el sur del territorio nacional, tarde o temprano no
bastará, y, gradualmente, comprobaremos que su falta de pericia nos llevó
décadas atrás. Sic
transit.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/gabriel-reyes-orona/hablar-ingles/1485655