El escándalo de las fiestas celebradas en Downing Street en plenas restricciones covid arrincona cada vez más al primer ministro, desaparecido en combate.
"Si quedara terminado cuando está acabado, entonces
sería mejor si se hiciese rápido", comienza uno de los monólogos más
famosos y reveladores de 'Macbeth', de William Shakespeare, cuando el
protagonista medita sobre si debe continuar o no con su plan para asesinar al
rey. Y en este acto es en el que se encuentra ahora el Partido Conservador,
planteándose si debe acabar o no con Boris Johnson por el gran escándalo del
'partygate'.
¿Los británicos van a aprender a vivir con las disculpas
diarias de Downing Street por las fiestas que tuvieron lugar durante el
confinamiento de la misma manera que se supone han aprendido a vivir con el
coronavirus? ¿O, por el contrario, consideran que el puesto del primer ministro
es ya insostenible?
Las últimas disculpas (de momento) ofrecidas por el
Gobierno han sido a la reina Isabel II por las dos celebraciones que tuvieron
lugar en el Número 10 el día antes del entierro del duque de Edimburgo. El 17
de abril de 2021 dio la vuelta al mundo la imagen de la monarca, 95 años,
sentada sola en el funeral de su marido y respetando así la distancia social
que imperaba en ese momento.
Pero ese mismo día, en Downing Street apenas se empezaban
a recoger todas las botellas consumidas la noche anterior en dos fiestas para
despedir al que fuera portavoz del Ejecutivo y al fotógrafo personal del primer
ministro. Los asistentes salieron a comprar bebida a un supermercado cercano
llenando toda una maleta de alcohol. Es una de las grandes exclusivas de 'The
Telegraph', biblia para los 'tories', el mismo rotativo donde Johnson publicaba
hasta hace poco sus columnas.
"Es muy lamentable que esto tuviera lugar en un
momento de duelo nacional", señalaba un portavoz del Ejecutivo. El
'premier' no estuvo en ninguna de las dos celebraciones. Pero eso apenas ya
importa dentro de toda la tormenta creada por las revelaciones de los
diferentes eventos que tuvieron lugar en la residencia oficial y diferentes
ministerios en 2020 y 2021 en plenas restricciones, reflejando así una cultura
del 'todo vale'.
Una revelación tras otra
Día tras día, salen detalles de diferentes fiestas,
muchas de ellos sacadas a la luz por la prensa conservadora, que no tiene
piedad ahora ante el inquilino del Número 10. Una de las últimas que se ha
conocido es la celebración de despedida realizada a Kate Josephs, la que fuera
directora general de la unidad gubernamental responsable de redactar las
restricciones de covid-19, solo unos días antes de Navidad de 2020, cuando el
Reino Unido estaba bajo fuertes restricciones sociales que impidieron a los británicos
juntarse con los suyos.
La polémica alcanzaba este miércoles el clímax, con el
reconocimiento por parte del primer ministro de su presencia en una fiesta
convocada el 20 de mayo de 2020 por su secretario privado, donde se animaba a
los trabajadores de la residencia oficial a "traer sus propias
botellas" para "disfrutar del buen tiempo". La justificación que
ofrecía el líder 'tory' en la Cámara de los Comunes de que pasó por allí tan
solo 25 minutos "pensando que era una reunión de trabajo" ha enfurecido
aún más a sus propias filas. Son muchos los que piden ya dimisión. Y en la
calle la indignación es máxima.
Desde entonces, anda desaparecido en combate, escondiendo
la cabeza cual avestruz, con la excusa de que un familiar ha dado positivo en
covid. Aunque las reglas no obligan a autoaislarse en estos casos para los que
cuentan con la pauta completa de vacunación. De momento, sus ministros, les
siguen mostrando su apoyo. Aunque, tal y como explica la responsable de
Exterior, Liz Truss, comprende el malestar ciudadano. "Entiendo que la
gente esté enfadada. El primer ministro se ha disculpado por los errores cometidos.
Hay una investigación en curso, pero hemos sido claros en reconocer que se han
hecho mal las cosas", ha declarado.
La pesquisa en cuestión es la que lleva a cabo Sue Gray,
segunda secretaria permanente de la Oficina del Gabinete. Las conclusiones
podrían llegar la próxima semana, pero será más bien una descripción de los
hechos. En ningún momento se espera una recomendación sobre si Johnson debe
seguir o no en su puesto. Según lo que van adelantando los medios, se espera
que diga que no hay evidencia suficiente para decir que las fiestas fueron
actos criminales, aunque se criticará al primer ministro por su falta de juicio
al asistir, independientemente de si pensó que estaba en un evento de trabajo o
no. También se espera que la investigación critique las líneas borrosas entre
el trabajo y ocio en Downing Street, poniendo al descubierto una "cultura
burlesca de barra libre para todos". Scotland Yard no abrirá investigación
si no hay indicios de acto criminal.
En manos del Partido Conservador
El destino final lo decidirán las propias filas 'tories'
donde el descontento ahora es mayúsculo. Se necesitan 54 peticiones formales
para activar una moción de no confianza contra Johnson. Los críticos más
feroces y los seguidores más fervientes del 'premier' tienden a estar de
acuerdo en una cosa: las reglas habituales de la gravedad política no se
aplican a él. Es por eso que estos dos extremos del espectro son mucho más
propensos a pensar ahora que sobrevivirá al escándalo. Pero el resto de
parlamentarios conservadores está intranquilo.
Son muchos los que no quieren enfrentarse a guerras
civiles en un momento en el que entrarán en vigor nuevos impuestos, mientras
sigue subiendo la factura de la luz. La posibilidad de unas elecciones
anticipadas es vista como un suicidio. Prefieren esperar a que amaine el
temporal. Pero un dato clave que no se puede obviar es que muchos diputados siempre
consideraron que Boris sería un desastre como gestor. En su momento le
eligieron porque creían que era el único que podría ejecutar el Brexit. Pero el
divorcio ya está ahora consumado y ha llegado el momento de buscar reemplazo.
Muchos 'brexiteers' ya estaban descontentos con el
liderazgo por las restricciones covid y las subidas de impuestos. Aplaudieron,
de hecho, la dimisión en diciembre del ministro del Brexit, Lord Frost, en
protesta por la "dirección política" del Gobierno. Están frustrados
porque el Ejecutivo no está haciendo más con las supuestas libertades ganadas
tras el divorcio. En definitiva, todo sigue igual.
En cualquier caso, la mayoría de los 'tories' no son ni
amantes ni enemigos de Boris, sino simples pragmáticos. Están preparados para
soportar el caos y el drama que trae a cambio del éxito electoral. Es una
relación muy transaccional. Por lo tanto, cuando las cosas se ponen
complicadas, el primer ministro no tiene una gran base de apoyo personal o
ideológica a la que recurrir. Es intrínsecamente peligroso para cualquier líder
basar toda su relación con su partido parlamentario en el hecho de que es solo
un activo electoral.
Johnson fue elegido líder porque los suyos pensaron que
podía conectar con el electorado de una manera que otros políticos no podían.
Ahora su destino depende de lo que esos mismos votantes les digan a sus
diputados. Las encuestas, de momento, no pueden ir peor. La popularidad del
primer ministro ha caído en picado y la oposición laborista saca hasta once
puntos de ventaja. Las elecciones locales de mayo —si sobrevive hasta entonces—
pueden ser un buen termómetro.
Los rumores apuntan a que si el descontento va en aumento
y finalmente se alcanza la cifra clave de 54 peticiones formales para activar
una moción de no confianza, Johnson no sobrevivirá al desafío. Por primera vez,
se le podrían aplicar las reglas habituales de la gravedad política.