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20/11/2006 | Cuba- Un negocio redondo

Juan González Febles

El delegado de Sudáfrica, un joven negro y atildado, leyó ante el plenario de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la posición de su gobierno. Por supuesto, esta fue en respaldo del gobierno de Fidel y Raúl Castro. La nación africana, que en esta ocasión representa además al llamado Grupo de los 77, dejó clara su posición de condena al embargo estadounidense.

 

Según explicó el joven delegado, de acuerdo con el principio de soberanía nacional, no es moral ni ético imponer la democracia a ningún pueblo o Estado soberano. Su nación está en contra de cualquier intervención internacional que restablezca la democracia en Cuba.

Muy curioso. Si esta hubiera sido la norma puesta en práctica hace algunos años, es posible que este joven delegado, no luciera atildado ni elegante. Tampoco hubiera ido a New York y muchísimo menos ostentaría la condición de diplomático. Andaría argollado, famélico y perseguido en algunos de los bantustanes de su tierra. Su suerte no se habría emparentado con la suerte diplomática del canciller cubano Felipe Pérez Roque. Quizás se sentiría más hermanado con tres infelices, negros como él, fusilados en 2003 en La Habana por el gobierno militar, tiránico y soberano de Fidel y Raúl Castro.

Pero la Sudáfrica del apartheid no encontró el mismo respeto soberano que la Cuba del apagón y el paredón. A fin de cuentas, los esclavos ilustrados de bata blanca y sonrisa fácil hacen una labor meritoria de asistencia médica gratuita a lo largo del mundo. Mejor dicho, gratuita no, que todo tiene su precio.

La soberana Sudáfrica paga la salud que el gobierno militar de Fidel y Raúl Castro le brinda. Las graduaciones masivas de médicos no tenían como objeto la salud y la felicidad de los cubanos. Eran el artículo exportable estratégico número 1 del régimen, su pase a la supervivencia política. En este caso no se trata de personas que hacen dejación de las comodidades de un status profesional altamente calificado. Son, por lo contrario, personas que viven casi en un umbral de miseria. No disponen de vivienda confortable o simplemente un lugar que puedan llamar suyo. Aceptan prestar este servicio, para malamente vivir.

Al sur anti-norteamericano no le interesa la democracia. Le interesa mucho menos Cuba y los cubanos. Interesante la polarización internacional de la actualidad. Un gran conjunto de países anti democráticos se alza contra la libertad, culpan de su miseria a los prósperos y los felices.

La ONU se volvió un club anti democrático de tiranos soberanos. Ellos enarbolan airados el principio de no intervención. Estos dictadorzuelos hacen sus apuestas por los fundamentalistas terroristas islámicos y hacen causa común con cualquiera que les hable en contra de los norteamericanos y la democracia.

Cada uno de estos caudillitos anti democráticos ve los cielos abiertos con las misiones médicas enviadas por el régimen de Fidel y Raúl Castro. Les ayudan en sus agendas populistas de aparentar preocupación por los pueblos y países que explotan. Lo más interesante es cómo a nadie parece importarle las condiciones en que estos médicos y técnicos de la salud se gradúan y por qué aceptan trabajar en lugares inhóspitos por un salario miserable.

Mecanismos sutiles y no tan sutiles de compulsión, propios de sistemas totalitarios gravitan sobre cada cubano. Estos mecanismos posibilitan que profesionales calificados acepten enterrarse en miserables aldeas de Estados fallidos, a cambio de unos cuantos bienes de consumo o del status político que haga más llevadera su vida y la de los suyos.

El club de millonarios explotadores que hacen de dictadores autocráticos de sus países, con asiento en la ONU, tiene que sentirse comprometido, cuando el Sr. Felipe Pérez Roque anuncia que si el embargo estadounidense tiene éxito, los esclavos sonrientes de las batas blancas cesarán su trabajo.

Las cálidas y sonrientes máquinas de curar, continúan su gestión de apoyo a la dictadura de Fidel, Raúl Castro y sus 25 millonarios, según Forbes. Ellos son cubanos y padecen necesidades, miedos y aprensiones sobre su futuro y el de los suyos. Estudiaron en universidades para revolucionarios y a partir de las injustas e impopulares leyes vigentes en Cuba, no son dueños ni de la ropa que llevan puesta. De veras que la dictadura militar de Fidel y Raúl Castro, encontró su negocio redondo: la explotación de mano de obra calificada, pero esclava. Cálidas, sonrientes y eficientes máquinas de curar.

* Periodista Independiente Cubano.

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