Hay una distinción clásica, proveniente del psicoanálisis, entre dos pulsiones vitales que orientan la conducta individual, pero que es igualmente aplicable al comportamiento de grandes colectivos: por un lado, la pulsión erótica o de vida (Eros), que permite generar procesos creativos, de construcción de fiesta, alegrÃa y, tal vez, paz. Por el contrario, está la pulsión de muerte (Tánatos), la cual conduce a la negación de los impulsos de agregación y convivencia social.
En la mitología griega, sin embargo, el toque de Tánatos
era uno delicado; es decir, la muerte llegaba como un suave anuncio, quizá sin
percibirlo; semejante al del sueño (Hipnos), hermano de Tánatos. Muerte y sueño
son, en ese sentido, semejantes, porque Tánatos obliga al tránsito del río Lete,
el cual conducía al Hades y del cual, al beber de sus aguas, provocaba el
olvido total del pasado. Hipnos y Tánatos, hermanos gemelos, discutían cada
noche para determinar a quién habría de llevarse cada uno de ellos.
Había en los relatos míticos también la figura de otras
hermanas, las Keres, amantes de la muerte violenta y presentes siempre en el
campo de batalla; promotoras de ríos de sangre, estas Keres aterrorizaban a
cualquiera, pues su presencia presagiaba que los peores tormentos se harían
presentes y que las peores de las muertes habrían de hacerse presentes.
En el siglo XX fue acuñado el término de la necropolítica
para describir modelos de organización del poder donde abiertamente el Estado y
todo el aparato político que lo integra se diseña y opera para decidir, la
mayoría de las ocasiones de forma arbitraria, cómo las personas deben y pueden
vivir o morir. Es el despliegue total de lo que Foucault habría llamado el
Biopoder.
Pensar a México ante esos referentes es importante;
porque no sólo ha ocurrido que en los últimos 30 años hemos devenido en un país
donde tiene primacía el impulso de Tánatos, sino donde, además, éste ha sido
desplazado por la peor de sus versiones, en la primacía de las Keres, es decir,
de la muerte violenta que, además, esparce otros tipos y formas de violencia y
de crueldad en contra de la población: masacres, desmembramiento de cuerpos,
secuestros masivos, desaparición forzada y la proliferación terrorífica de las
fosas clandestinas; trata de personas y violencia sexual por doquier.
Pero lo que define a la necropolítica no sólo es la
presencia masiva de la violencia y la criminalidad, sino precisamente que la
autoridad sea cómplice, por acción u omisión con quienes han hecho de las Keres
sus compañeras de viaje. Porque cuando eso ocurre, la indolencia cunde y se
abre la puerta a la impunidad, dando paso con ello a la imposición de la “ley
del más fuerte”.
Por eso, más allá del espectáculo y despliegue de poder
que constituyen las conferencias matutinas presidenciales, duele que el jefe
del Estado mexicano haga chistes en torno a la situación general de la
violencia, reiterando que habrá de hablar con las mamás o abuelos de los
delincuentes para que les llamen la atención.
Y es que eso debe ser considerado como una broma de mal
gusto, porque si lo plantea en serio, debería considerarse que la necropolítica
se ha instalado en la forma de entender y explicar al país de parte de quien es
jefe supremo de las Fuerzas Armadas y jefe del Estado mexicano.
México ha tenido más de tres millones de defunciones en
los últimos tres años; son millones de duelos que han llegado, muchos de ellos
no sólo ante el suave toque de Tánatos, sino producto del arrebato violento de
las Keres. Ante ello, lo esperable y exigible es, al menos, empatía, consuelo,
solidaridad y, ante todo, Justicia, porque lo contrario lleva a la rabia, al
descontento y a un posible despertar social violento como respuesta a la
inacción de la autoridad. Y eso en griego se llamaba Caos, el cual venía
seguido de Némesis. Dos rostros que nadie en su sano juicio puede querer
invocar.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/mario-luis-fuentes/el-peligro-de-la-necropolitica/1595565