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25/11/2006 | Entrevista a Miriam Ortega, Ex Prisionera Política Cubana: ''El Hombre sobrevive allí donde el animal no puede''

Liberpress

En el próximo marzo, en el Día Internacional de la Mujer, la National Association of Cuban American Women rendirá honor a las mujeres cubanas que pasaron años en prisión por el delito de no simpatizar con la dictadura de Fidel Castro. Muchas luchaban subrepticiamente de distintas formas contra el régimen castro-comunista, otras fueron encarceladas porque algún miembro de la familia lo hacía.

 

"Siempre se comentan las atrocidades de regímenes tiránicos de extrema derecha, como el del general Augusto Pinochet en Chile, y el de los militares en Argentina. Pero rara vez, si alguna, se dan a conocer los horrores de la tiránica dictadura de Castro en Cuba. Queremos proyectar de alguna forma el sufrimiento de las cubanas que vivieron el horror de las cárceles políticas, y rendirles honor", dijo Siomara Sánchez, presidenta de la organización.

Veamos uno de esos casos. Imagine un cubículo de tres metros de largo por uno de ancho. El piso de cemento, irregular, carcomido. Un hoyo en una esquina como servicio sanitario. El techo rezumando humedad. Una puerta de hierro al frente tiene una pequeña abertura en la parte superior.

Vivienda para tres mujeres jóvenes, sus cuerpos cubiertos con las dos prendas más íntimas de la mujer: pantaleta y sostén.

Las mujeres son bravas. Protestan de varias maneras. Una de ellas negándose a ingerir durante varios días, a veces semanas, los nauseabundos y escasos caldos que, como alimento les hacen pasar por la abertura de la puerta. No se permiten las protestas. De pronto una horda de soldados entra en la celda. Las injurian, las apalean.

Quedan desnudas y sangrantes. A veces con los huesos rotos que se soldarán más tarde a la buena de Dios. No hay atención médica.

Allí pasaban 17, 18, o 19 años. Así eran las condenas en los años 60 y 70.
"Si contara detalles creerían que es una ficción, una película de horror. Pero es cierto, dolorosamente cierto. Aprendí que el ser humano puede sobrevivir allí donde el animal no sobrevive."

Es Miriam Ortega, una entre alrededor de 2.500 mujeres que entre 1960 y 1980 se negaron a disfrutar del “paraiso” que Fidel Castro creó para la publicidad. Una de las 2.500 mujeres que Castro mantuvo en prisión. Una de las cuatro últimas prisioneras plantadas que fueron puestas en libertad entre 1979 y 1980: ella, Ana Lázara Rodríguez, Esther Campos y aquella a quien llamaban "La Niña del Escambray", cuya psiquis quedó afectada hasta su muerte en Miami años después. Ortega compartió aquella fatídica celda con Ana Lázara y Esther.

La historia revolucionaria de Ortega comenzó cuando, siendo ella una adolescente, se enroló en el Movimiento 26 de Julio liderado por Castro, contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Al triunfo de la revolución cubana, no llegó a integrarse completamente al nuevo orden. Como a muchos otros no le gustaba lo que veía.

"Estás activamente con la revolución, o estás contra ella", era la consigna. Sin embargo, de aquella época le quedó la experiencia de los caminos revolucionarios.

Más tarde, corrió la misma suerte de otros millares de revolucionarios. Fue arrestada, condenada, y comenzó su peregrinaje por las cárceles de Cuba. En febrero de 1963 fue llevada a las famosas oficinas de Seguridad del Estado, en La Habana, para una entrevista más.

"Con la fuerza moral que me daba el haber luchado en las filas del 26 de Julio, tuve un violento cambio de palabras con el oficial entrevistador y traté de desarmarlo. Fui golpeada y empujada dentro de una celda. Nerviosos, ellos fueron a buscar refuerzos. Se olvidaron de cerrar la celda ...y yo me escapé. Pedí unas monedas a un transeunte que pareció captar la situación y me dio un peso. Tomé un taxi y fui a la casa de mi madre".

Ortega se cambió de ropa y, con su experiencia revolucionaria, se las arregló para llegar a la Sierra del Escambray, en la provincia de Las Villas. Allí, poco a poco fue reuniendo a jóvenes opuestos a Castro. Así se convirtió en jefa de una gerrilla de 260 hombres.

"La situación se puso cada vez más dificil, los cercos tendidos por las tropas del gobierno, muy bien armadas, eran frecuentes, los hombres morían y las balas se acababan. En julio de 1964 ordené la rendición", narra Ortega.

Nuevamente, Ortega inició el recorrido por las cárceles de Cuba. Huelgas de hambre como respuesta de las presas a las golpizas y pateaduras. En una de éstas le fracturaron el fémur, la tibia y el peroné de la pierna izquierda. Le negaron asistencia médica y permaneció año y medio inválida. Al principio se arrastraba; pero poco a poco, con una gran voluntad, aprendió a caminar.

"Durante siete años estuve recluida en aquella celda, una bartolina, en la que no veía la luz del sol. Las tres compañeras vivíamos totalmente aisladas. Cuando Castro decidió mejorar su imagen para aspirar a ser elegido líder del Movimiento de Países No Alineados, en 1979, las cosas comenzaron a cambiar. Para entonces ya yo estaba seriamente enferma a los 39 años. La pierna me había quedado torcida, un riñón desprendido presionaba el ovario, sufría descalcificacion de los huesos, una dolorosa polineuritis y una tumoración en el flanco renal izquierdo".

Durante años le habían negado toda asistencia médica. Ahora insistían en que se dejara tratar médicamente. Era la práctica carcelaria. Las mujeres que enfermaban de cáncer eran llevadas al médico pocas semanas antes de morir, asegura Ortega.

"Los médicos se asombraban de que yo hubiera logrado caminar en las condiciones en las que estaba. No concebían que aquellas placas radiográficas que me han sacado correspondieran a una persona que era capaz de caminar. Quisieron llevarme a una junta de médicos para que yo explicara los ejercicios que había hecho para lograr caminar. Me negué, sabiendo que iba a ser utilizada como propaganda."

"Conozco el aparato. Iban a decir que la presa política Miriam Ortega estaba ante una junta de médicos explicando cómo había logrado caminar, sin mencionar que ellos me habían partido los huesos a patadas y golpes. Aunque sufría de terribles dolores y vivía a fuerza de pastillas, me negué. Además, pretendían ligarme rodilla y tobillo, como única solución. Yo sabía que eso significaba dejarme inútil".

Después de haber sido liberada, Ortega vio a varios médicos en Estados Unidos pero todos le han dicho que su pierna torcida no tiene solución.
"No importa mucho. La estética no me interesa. Lo que me interesa es mi patria. Yo soy un soldado y lo único que lamento es que un soldado no pueda arrancar con una pierna torcida".

A pesar de sus 17 años de carcel, de los sufrimientos, las huelgas de hambre de su rebeldía y las torturas que sufrió, Ortega conserva razgos de su belleza y la determinación de la lucha por la libertad de Cuba.

"Necesitamos que la opinion pública mundial sepa de los presos politicos que quedan aun en Cuba. Necesitamos ir al rescate de ellos. El exilio puede contar conmigo. No me pertenezco. Pertenezco a los presos y al pueblo de Cuba que quiere su libertad", puntualizó Ortega. © Contacto Magazine.

Liber Press (Organismo Internacional)

 


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