No se han dado más detalles sobre cuántos agentes, dónde se desplegarán exactamente ni cuándo, si podrán portar armas o algún tipo de equipamiento policial o si podrán detener e identificar a ciudadanos húngaros o chinos.
En la próxima temporada turística, un viajero en Budapest
podrá ver una curiosa escena: policías chinos, con su uniforme oficial de la
República Popular, patrullando las calles. ¿Haciendo qué, tan lejos de su
jurisdicción? "Para ayudar a una comunicación más efectiva entre los
ciudadanos de ambos países y las autoridades, mejorando la seguridad interna y
el orden público", según el ministro de Interior húngaro, Sandor Pinter.
La posibilidad de que Pekín despliegue agentes de
seguridad en distintas ciudades de Hungría es uno de los frutos —el más
polémico de los que ha trascendido— de la visita el pasado febrero del ministro
de Seguridad Pública de China, Wang Xiaohong, a Budapest, donde se reunió con
el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y el ministro de Interior. Tras la
visita, Wang afirmó que esperaba una "cooperación más profunda en el campo
de la lucha contra el terrorismo y el crimen" y habló de un "nuevo
punto culminante" en las relaciones entre ambos países, ya de por sí muy
fluidas.
Preguntado por la agencia de noticias húngara Télex, el
Ministerio finalmente admitió que esa "cooperación más profunda"
implicaría el despliegue de patrullas de policía conjuntas "para mejorar
la seguridad de las zonas turísticas" en temporada alta, o en
"eventos que atraigan grandes multitudes". No se han dado más
detalles sobre cuántos agentes, dónde se desplegarán exactamente ni cuándo, si
podrán portar armas o algún tipo de equipamiento policial o si podrán detener e
identificar a ciudadanos húngaros o chinos.
La noticia ha sido recibida entre bromas e incredulidad
por un lado, y críticas a lo que consideran una "cesión de la
soberanía" por otro. "[El Gobierno de Viktor Orbán] tiene que
clarificar que los policías chinos no tendrán jurisdicción para arrestar a los
ciudadanos húngaros, o emitir órdenes de arresto", ha criticado Márton
Tompos, parlamentario húngaro de la oposición. El diputado húngaro además
asegura haber presentado una queja a la recién establecida Oficina de
Protección de la Soberanía, una secretaría dependiente de la misma presidencia
húngara cuyo objetivo de creación, en realidad, está más alineado con otras
"amenazas para la soberanía" que argumenta el Ejecutivo de Orbán,
como "el imperio de Soros" o los medios de comunicación y ONG que
reciben financiación estadounidense o europea.
Ante el revuelo, el Ministerio de Interior húngaro se ha
excusado referenciando "acuerdos similares" de operaciones de
colaboración policial entre países vecinos —aunque todos los ejemplos (con
Croacia y con Austria) son con países limítrofes y en zonas fronterizas. En el
caso de China, ya habría firmado un acuerdo similar con Serbia, el otro gran
aliado de Pekín en la región.
La justificación de la medida "es interesante
porque, desde el punto de vista de seguridad, los chinos no son un problema en
Hungría. En los 90 hubo unos cuantos homicidios en las comunidades chinas de
Budapest, pero ya no es el caso. La única área donde hay movimiento [criminal]
chino es en el lavado de dinero. Pero es un área donde está ya muy activo el
FBI, y con muy buenas relaciones con el ministerio de Interior. Habría que ver
cómo afecta esto a las relaciones Hungría-EEUU", comenta un periodista de
investigación húngaro a El Confidencial.
Los críticos de la medida temen que esté relacionada con
la existencia de las denominadas "comisarías chinas" en países
europeos. El pasado septiembre, la ONG Safeguard Defenders publicó una
investigación en la que identificaba 54 "comisarías informales"
—nueve de ellas en España— desde las que autoridades regionales y provinciales
del país asiático controlarían la actividad de sus ciudadanos en el extranjero,
llegando a utilizar la coerción para obligarlos a regresar a su país y ser
juzgados. En Hungría, Safeguard Defenders detectó dos, gracias a documentos
internos chinos: una de la Policía de la región de Fuzhou, y otra de la Policía
de Qingtian. Ambas oficinas, en Budapest.
"[El despliegue de policías chinos] será muy
seguramente para patrullar conjuntamente con la policía húngara en zonas donde
hay una alta concentración de negocios y turistas. Aun así, es un desarrollo
alarmante, pues significará que China puede mantener un ojo atento sobre sus
ciudadanos en el extranjero, especialmente los disidentes", sostiene
Márton, quien ha investigado las presuntas comisarías chinas en Budapest.
En una Europa cada vez más difícil, el presidente chino
Xi Jinping sabe que puede contar con "un amigo" en Budapest, como
denominó a Orbán en la última visita del mandatario a Pekín el pasado octubre.
Desde la llegada de Orbán al poder en Hungría en 2010, la relación del país con
China se ha ampliado y profundizado, sobre todo en el plano económico.
Hungría fue uno de los primeros países en unirse a la
iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda (con un tren Belgrado-Budapest envuelto
en el secretismo) y desde entonces, Pekín es su mayor inversor extranjero.
Además de los más de 350 kilómetros de línea férrea, ha invertido en fábricas
para la industria de automóviles eléctricos, Huawei y un campus para la
elitista Universidad Fudan de Shanghái, con capacidad para unos 5.000-6.000
alumnos y 500 profesores. Dentro de la lógica económica húngara, acercarse a Pekín
reorganiza su dependencia económica, hasta el momento muy ligada a Alemania.
"Con las inversiones chinas, llegarán muchos ciudadanos chinos a Hungría.
Y estas personas necesitan ser monitoreadas desde la perspectiva del Estado
chino", sostiene el periodista de investigación y experto en las
relaciones húngaro-chinas, Szabolcs Panyi.
Orbán fue, precisamente, el único jefe de Estado de la UE
que participó en ese último foro sobre la Nueva Ruta de la Seda en Pekín. Las
rivalidades geopolíticas con China, exacerbadas en los últimos años, han
provocado que cada vez más estados se apeen del formato 17+1, que incidía en
las relaciones de Pekín con los países de Europa central y Oriental. Lituania
—con quien Pekín ha mantenido un rifirrafe a causa de Taiwán— ha anunciado ya
que se retira de la iniciativa, y hay señales de que Estonia y Letonia también
lo harán.
En este escenario, en el que Serbia y Hungría son los
mayores aliados de Pekín en Europa, Orbán adquiere aún más importancia como
estado miembro de la Unión Europea. Por supuesto, no hay una reciprocidad clara
entre esos lazos más estrechos y luego unos efectos políticos, aunque la
mayoría de los analistas de las relaciones chino-húngaras apuntan por ejemplo a
varias votaciones en el seno de la UE en las que Orbán se ha posicionado en
contra de condenar los abusos contra los derechos humanos reportados en China o
apoyar a las marchas prodemocracia en Hong Kong, entre otras.
https://www.elconfidencial.com/mundo/2024-03-11/policias-chinos-patrullan-budapest-hungria-pekin_3844383/