La congregación Mariana de la República de El Salvador creó para jóvenes y adolescentes dentro del ámbito católico, una organización para sacarlos de la calle y el ocio, evitando se constituyeran en pandillas.
Su fin era, y es, porque cumplen una importante misión, trabajar por un futuro mejor con empleo, educación, salud y prácticas deportivas, todo bajo la advocación de la Virgen Maria. Con el tiempo, tal vez cansados de esperar soluciones concretas en los medios políticos corruptos e ineptos y la cruenta guerra civil (1979-1990) que devastó al país agudizando sus problemas sociales, un grupo comenzó protestas callejeras de creciente violencia provocando la represión policial y militar.
Por ello, los rebeldes debieron ser separados de los sacerdotes y laicos marianistas, adoptando el nombre de Mara Salvatrucha, diciéndose religiosos.
La palabra “salva” se refiere a su origen salvadoreño. Otros opinan que talvez salió de uno de los varios significados de esa palabra que, según el diccionario Espasa (Edición 2002) es “exceptuado, excluido”. Lo de “trucha” viene del término vulgar popular local que quiere decir: “espabilado, listo”. La Real Academia lo define como “falso, fraudulento” pero “solo de uso coloquial en Uruguay y Argentina”. Wikipedia, la enciclopedia libre, “ponerse trucho” es equivalente a decir “estar listo”. Otros le ven raíces en Xatruch, nombre de un legendario general hondureño.
El periodista Gastón Pardo, corresponsal de la Red Voltaire en México, ha publicado una investigación sobre el tema. Habla de las preocupaciones de varios países importantes por el peligro que representa la expansión de la Mara Salvatrucha en especial en Estados Unidos y México. También se han instalado en otras naciones centroamericanas, el Caribe y algunas repúblicas suramericanas como Perú y Ecuador.
Lo cierto es que se fueron convirtiendo en pandillas con férreos códigos y profundo resentimiento social, estimando “justo” devolver la violencia de la marginación y desesperanza con más violencia en forma de robos, secuestros, asesinatos y el tráfico de estupefacientes y armas. Las autoridades las caracterizan por usar ropas negras holgadas, lucir tatuajes y ser adictos al alcohol y las drogas. Hablan con signos propios.
“Santa Muerte”
El mismo periodista explica también al culto mexicano de la Santa Muerte, que gana espacio en la Mara Salvatrucha, a la que está imitando pero sin alcanzar todavía la misma dimensión. La hoy prohibida Santa Muerte –dice Pardo–, “fue una manifestación del catolicismo, tal como ha sido practicado como emblema protector de policías y militares a lo largo de un siglo. Un culto que luego pasó a los taxistas y ahora se ha desbordado a la sociedad porque las situaciones de riesgo se han generalizado”.
Las maras delictivas condenadas por las religiones tradicionales, incluyen entre otras a Santa Muerte o Niña Blanca. Esta última “es un nuevo culto que expresa anhelos sociales e individuales…incluso con aspiraciones realizables en el orden político. Ello explica la devoción que alcanza entre los miembros de la Mara Salvatrucha, ámbito de encuentro de proyectos religiosos de tipo pentecostés centroamericano. Es a la vez, un sincretismo en el que “subyacen contenidos católicos con santerismo y sobrevivencias prehispánicas”,
Otro periodista mexicano, Héctor González, afirma que según estadísticas del Centro de Rehabilitación de Chiapas, “el 70 % de los integrantes de las bandas Mara Salvatrucha que se encuentran en las cárceles estatales son de nacionalidad mexicana, a diferencia de hace apenas dos años, eran salvadoreños”.
Las maras en Estados Unidos
La Mara Salvatrucha con el tiempo se propagó por Estados Unidos. Existen ya en la mitad del territorio de México, en especial en los estados sureños de Chiapas, Guerrero y Michoacán. También en las fronterizos con Norteamérica, como en la Baja California, Nueva León y Tamaulipas. En Los Ángeles, dominan calles de barrios marginales. Como la policía de migraciones expulsa a esos pandilleros, están exportando delincuentes y sus actividades ilegales a otros países.
Se “justifican” por vivir en una sociedad que los excluye y ataca por la violencia policial y militar y la corrupción política reinante. También dicen estar contra las multinacionalesy todo lo anglosajón o protestante.
“Un diseño de control de población marginada como son las maras, si bien fue pensado por un antiguo funcionario del Departamento de Estado yanqui, Otto Reich, y aplicado por militares salvadoreños, es dudoso que la administración demócrata lo detenga”.
El citado Gastón Pardo, dice que la Mara Salvatrucha “complementa sus programas de control indígena, de minorías y con novedades religiosas…solo cuenta con un enorme rencor social, sabiamente aprovechado por sus organizadores, y códigos de vida y muerte, del cual el crimen organizado transnacional se ha aprovechado”.
Las mafias utilizan a las maras como mano de obra para hacer los trabajos más sucios, como los asesinatos por encargo. En el Sur de Estados Unidos, ya funcionan en más de 27 ciudades.
Alerta para Argentina
El fenómeno de las Maras, que tanto preocupa en especial a las autoridades de Estados Unidos, y México, bien puede extenderse a otras juventudes suramericanas, a más de los citados Perú y Ecuador.Muestran preferencias por algunos ritos no tradicionales a las que dan carácter de sectas religiosas. Y como las creencias son constitucionalmente libres, se pueden copiar modelos extranjeros o crear sus propias creencias.
En nuestro país, cabe una revisión de las 2800 “iglesias” inscriptas en la Secretaría de Cultos de la Cancillería. Esta cifra oficial fue conocida junto con el anuncio de estar estudiándose una nueva legislación al respecto. Es bien sabida la existencia de sectas con frecuentes apariciones en las crónicas policiales. También son urgentes políticas con soluciones a la desocupación, pobreza, salud y educación para el sector joven.
No se trata sólo de los jóvenes, sino también de adolescentes, que hoy están más lejos de la inocente niñez de una generación atrás. Algunos pueden ver la oportunidad de expresar sus broncas o frustraciones participando en hechos de violencia callejeros, sin importarles el signo. Esa forma de rebeldía comienza también a atraer a adolescentes y jóvenes de clases sociales no precisamente carenciadas.
Téngase en cuenta que los piqueteros surgieron espontáneamente y crearon líderes propios, ganando las calles. En sus comienzos algunos recibieron ayudas o estímulos de políticos o funcionarios corruptos para manipularlos como amenazas de fuerzas de choque. Pero todo se ha desmadrado y ahora constituyen organizaciones con un discurso avalado por las falencias de la realidad social. “Cortamos rutas –dicen– para abrir otros caminos”.
Es importante tomar bien en serio este grave peligro, cuando vemos a diario que las pandillas se conforman con la participación de menores no imputables, exhibiendo brutales características de violencia. Los ejemplos y tendencias venidos del exterior se transforman fácilmente en modas tentadoras y de rápida imitación.
Quede bien en claro: ninguna solución a este problema vendrá con la represión sino con respuestas concretas a necesidades sociales también concretas.