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05/03/2007 | Hedge funds. Nuevos amos del universo del dinero

Miguel Angel Barroso

No es por dinero. Es por mucho dinero. Así que si usted tiene en la hucha la módica cifra de 50.000 euros (para empezar a hablar) puede ponerse en manos de los súper gestores de los «hedge funds» (fondos de inversión libre o alternativa). Le harán más rico... o más pobre, porque el batacazo es un escenario posible y puede perder hasta la camisa (ejemplos, haberlos, haylos).

 

Pero, ¿y ese hormigueo indescriptible que proporciona apostar a lo grande? Los estudiosos del fenómeno afirman, sin embargo, que no se trata de productos altamente especulativos; la palabra «riesgo» ha quedado grapada a los «hedge funds» por la naturaleza sofisticada de los mismos, algunos «cracks» sonados y una mala prensa que los vincula a chiringuitos de lavado de dinero negro. Error. Una definición más satisfactoria sería la de «fondos que buscan la mayor rentabilidad con un riesgo menor al del mercado en general, para lo que usan técnicas de cobertura». Al fin y al cabo, «hedge» significa «seto» en inglés. No confundir con «edge» (filo).

La nueva casta de gurús nació, claro está, en las capitales donde se mueve la pasta, en Nueva York, Londres, Hong Kong, Sydney... Vienen del mundo financiero -son sucesores de los «yuppies» de Wall Street que retrató Tom Wolfe en «La hoguera de las vanidades», aunque, a diferencia de aquellos, tienen preocupaciones sociales al estilo de los «puntocom»- y viven a todo trapo: fiestas, mansiones, jets privados, yates, cochazos, colecciones de arte... Las raíces de los «hedge funds» hay que buscarlas en la década de 1950 en Estados Unidos; la figura del «neoyuppie» que los pastorea es mucho más reciente.

Ya cuentan con un libro de cabecera: «Hedgehogging», de Barton Biggs, ex jefe de análisis de Morgan Stanley que se ha establecido por su cuenta. Y han aterrizado en España: el 4 de noviembre de 2006, el Consejo de Ministros dio luz verde a estos nuevos productos de inversión; la Comisión Nacional del Mercado de Valores autorizó a una veintena de entidades financieras -algunas tan conocidas como BBVA, Santander o Caja Madrid- para que comercializaran los «hedge funds», pero aún se tiene que desarrollar el reglamento que fije definitivamente las reglas del juego. Tocan todos los palos: sector energético, materias primas, banca... En pocos meses, profesionales de élite han abandonado sus empresas para volar solos y ofrecer sus servicios a gente de posibles.

Dinero y «terremotos»

Uno de los grandes centros de «hedge funds» es Greenwich, en Connecticut (Estados Unidos), sede de Amaranth Adviser LLC, firma que en septiembre del año pasado perdió más de 6.000 millones de dólares a causa de la estrepitosa caída del precio del gas. El padre de la criatura, Nick Maounis, 43 años, graduado en finanzas por la Universidad de Connecticut, está desmontándola -cuando finalice este trimestre, la firma contará con 30 empleados frente a los 420 que tenía antes del colapso del fondo- y busca una segunda oportunidad. Habrá quien se eche las manos a la cabeza (¿pierde 6.000 millones y no le han crucificado?), pero en la galaxia de los «hedge funds» todo es posible: el gestor que ha mordido el polvo probablemente no va a repetir errores pasados y siempre habrá alguien con ganas de marcha que volverá a confiar en él.

Nick Maounis, Kenneth Griffin o Steven Cohen son algunos de los considerados amos del universo de los mercados financieros mundiales. Jóvenes que han encontrado su estilo de vida en el riesgo, el lujo y el glamour. La industria de los «hedge funds» mueve más de un billón de dólares (un billón de los nuestros, es decir, un millón de millones) en el mundo y provoca movimientos sísmicos en los mercados internacionales. Los activos de los fondos de cobertura han crecido un 1.000 por 100 en la última década. Se calcula que en la actualidad hay unos 8.000 «hedge funds» en el mundo. Los nuevos brujos de las finanzas reciben fuertes inyecciones de grandes patrimonios, instituciones y fondos de pensiones para intentar multiplicarlas hasta el infinito. Viven de las asimetrías de los mercados, de las distorsiones y los desequilibrios económicos. Se protegen de las caídas bursátiles gracias a estrategias de gestión alternativa. Ven una oportunidad y se mueven con el sigilo y la rapidez de un tiburón. Y se reservan un trozo generoso del pastel: entre el 10 y el 20 por 100 de las ganancias obtenidas, unas cantidades desorbitadas que les han valido no pocas críticas. Los «top 25» ganaron cerca de 300 millones de euros cada uno según la revista australiana de «estilo de vida» Alpha Magazine.

«Los gestores de «hedge funds» tienen unos costes altos, pues en sus equipos hay gente muy cualificada: están los mejores analistas, abogados, matemáticos... hasta premios Nobel o antiguos cargos de la Administración», explica Juan José Garnica, de Aserfinance, firma asociada con Crédit Agricole Private Bank. «Hablamos de un trabajo que entraña una gran dificultad; no se trata de comprar y vender Letras del Tesoro, sino de ingeniería financiera muy complicada». En estas apuestas se intenta ganar siempre, y se cobra según se gana.

En el citado libro «Hedgehogging» se cuenta la anécdota de un genio de las finanzas cuya hija adolescente le pidió como regalo de cumpleaños viajar en un vuelo comercial «para tener una experiencia nueva»; la niña tenía ese capricho, ya que había volado toda su vida en el jet privado de su progenitor. Ese aparatoso tren de vida desde luego no tiene su reflejo en España, donde los «hedge funds» están dando sus primeros pasos y los profesionales que viven de ellos se desenvuelven dentro de la «normalidad». «Es como si le preguntas a un futbolista de un club modesto si vive como David Beckham», comenta un gestor español. «Los primeros espadas sí son máquinas de hacer dinero, aunque hay mucho folclore al respecto. Es lógico que los ejemplos extremos -tipo Amaranth- hayan copado los titulares de prensa, pero son casos excepcionales».

Competir en primera división

BBVA Partners, una joint venture fruto del acuerdo entre BBVA y un grupo de socios, es un proyecto pionero en la gestión alternativa, ya que lleva manejando «hedge funds» internacionales desde el año 2000. Con el desarrollo de la nueva ley de instituciones de inversión libre quiere hacer valer su experiencia en esta tierra de conquista y, de hecho, ya ha lanzado un producto nacional. Fuentes de esta sociedad señalaron a ABC que «los «hedge funds» empezaron como fondos fuera de regulación, pero eso está cambiando en todo el mundo. En España, de momento, hay mucho ruido y pocas nueces. Hace falta que se den a conocer las personas y sus propuestas, que el nuevo mercado se asiente. Pero irá a más. Competimos en primera división, con los mejores del mundo».

El volumen de negocio de todos los fondos de inversión gestionados en nuestro país fue de 250.000 millones de euros en 2006; que los «hedge funds» acaparen un 10 por 100 de esa cantidad se antoja una previsión razonable para los analistas. No se busca una distribución masiva de estos productos, que por supuesto no estarán alalcance de inversores modestos.

Otro aspecto de una actividad que, al menos en España, se caracteriza por una gran discreción y huye de los focos, es cuántos «managers» tendrán éxito a nivel individual. En un seminario celebrado en Madrid la primavera pasada se habló de una cantidad: menos de cinco. Los expertos creen que fuera de las organizaciones «hace frío».

ABC (España)

 



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fecha
Título
26/08/2007|

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