Brasilia secunda las restricciones impuestas por la ONU para obligar a que el régimen de los ayatolás abandone su programa nuclear.
El
Gobierno brasileño ha apola imposición de nuevas medidas económicas y
comerciales por parte de la ONU contra Irán a cuenta de su controvertido
programa nuclear. Esta decisión supone un viraje de la posición de Brasil en
este asunto, ya que en los últimos meses abogó por una solución negociada al
conflicto y destacó la ineficacia de las sanciones para impedir que Teherán
siga desarrollando su programa nuclear y pueda desarrollar en el futuro su
propio armamento atómico.
De este
modo, Brasil, que junto a Turquía realizó un último esfuerzo diplomático este
verano para impedir el endurecimiento de sanciones contra la República Islámica,
parece unirse a la posición común defendida por las principales potencias
occidentales, Rusia y China, que el pasado junio acordaron el endurecimiento de
sanciones contra Irán.
El
ministro de Asuntos Exteriores brasileño, Celso Amorim, afirmó que su país ha
ratificado estas sanciones porque, aún en desacuerdo, Brasil siempre cumple con
las obligaciones que impone el Derecho Internacional. Amorim destacó que
Brasil, que en la actualidad forma parte es un país miembro del Consejo de
Seguridad de la ONU, se limita a cumplir lo que establece Naciones Unidas.