Como los conservadores del Tea Party y muchos republicanos se oponen a subir el techo de la deuda, les hablaré de una nación que está a la altura de sus ideales.
Sus cargas tributarias están entre las más bajas de cualquier país grande:
menos de 2% de la población paga algún impuesto. El gobierno es limitado, así
que las agobiantes normas estatales nunca acaban con los empleos.
Esa sociedad mantiene valores religiosos tradicionales y una mentalidad
conservadora. Nadie se opone a que se rece en las escuelas, no es imaginable el
matrimonio del mismo sexo y nunca se mima a los delincuentes. La prioridad
presupuestaria es un Ejército fuerte. Los ciudadanos son profundamente patriotas
y nadie quema banderas.
¿Cuál es este edén republicano? Pues Pakistán. Cierto, ni Sarah Palin ni John
Boehner pretenden convertir a Washington en una Islamabad junto al Potomac. Y es
verdad que hay que resolver los problemas presupuestarios. Pero cuando muchos
republicanos insisten en reducir impuestos, normas y servicios sociales, todo
excepto las fuerzas armadas, se acercan al modelo de Pakistán.
Estados Unidos, claro, no está en peligro de convertirse en Pakistán. Sin
embargo, a medida que la desigualdad aumenta, que se reduce la ayuda a los
estadounidenses más necesitados, que la mitad de los estados planea cortar los
gastos de la educación superior este año, hay que ver bien hacia dónde vamos y
el giro que representaría una victoria republicana en presupuesto.
Los países en desarrollo, desde el Congo hasta Colombia, se caracterizan por
impuestos mínimos, alto nivel de desigualdad, negocios sin regulaciones y
elevados gastos militares. ¿Suena parecido? En esos países veo a veces
relucientes tanques y aviones de guerra, y escuelas que no pueden pagarles a los
maestros. ¿Suena conocido? Y el resultado es sociedades casi feudales,
estratificadas en clases sociales.
Quizá por eso me duele tanto la creciente desigualdad en Estados Unidos. El
1% más acaudalado de los estadounidenses ya tiene un patrimonio neto mayor que
el 90% de la población, según la Reserva Federal. No obstante, dos tercios de
los recortes presupuestarios propuestos por los republicanos perjudicarían a las
familias de ingresos bajos y moderados.
Para un país que se enorgullece de la movilidad social, donde la educación
superior ha sido una escalera tradicional hacia una mejor vida, la disminución
en el acceso a la universidad es un escándalo. G. Jeremiah Ryan, el presidente
del Colegio Tecnológico Bergen en Nueva Jersey, me dice que cuando se estableció
en 1965, se suponía que dos tercios del costo de operación serían cubiertos por
los gobiernos estatal y local, y un tercio por los estudiantes. La realidad hoy,
dice Ryan, es que los estudiantes pagan el 78% del costo.
Para ser justos con Pakistán y el Congo, los ricos en esos países se las
arreglan para vivir muy cómodamente. En vez de financiar la educación con
impuestos, estos señores feudales envían a sus hijos a escuelas privadas
elitistas. En lugar de financiar una fuerza policial confiable, contratan
guardaespaldas. En lugar de apoyar un moderno sistema de atención de la salud
para su país, vuelan a hospitales en Londres.
En vez de pagar impuestos para tener una red eléctrica confiable, cada
familia adinerada instala su propio generador para tener luz y aire
acondicionado. Es ruidoso y apesta, pero al menos no hay que pagar por los
pobres.
Siempre me he burlado de esos países, pero ahora veo ecos de ese modelo de
privatización de los servicios públicos en Estados Unidos. Se están reduciendo
los presupuestos para la policía, pero los ricos se refugian en comunidades
cercadas con guardias de seguridad privados. Sus hijos no tienen que padecer el
impacto de los recortes presupuestarios en las escuelas públicas y las
universidades estatales porque asisten a instituciones privadas.
El transporte masivo está insuficientemente subvencionado; después de todo,
los Mercedes Benz y los jets privados son mucho más prácticos, ¿no es cierto? Y
quizás el empuje más asombroso para invertir las tendencias históricas sea el
plan republicano para desmantelar el Medicare como un programa universal de
atención médica para los ancianos.
Incluso, hay un eco del problema de los generadores de electricidad. Se están
comprando cada vez más generadores de electricidad para los hogares más
adinerados en los suburbios a fin de usarlos cuando hay fallas en el suministro.
Así que en esta temporada de debates políticos,
pensemos si en realidad queremos ir hacia un edén de bajos impuestos y laissez-faire como Pakistán.
The New York Times News
Service
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