En estos últimos días los vientos de la crisis dejaron a la intemperie las miserias más notorias de nuestros políticos, sindicalistas y empresarios. Vivimos momento difíciles, quién puede dudarlo, pero en estos tiempos cuando el sentido de responsabilidad debe aflorar y las mezquindades quedar al menos, aletargadas, afloran como armas de defensa de lo indefendible. Se jugaron en estas horas cuestiones personales, soberbias, pretensiones personalistas y como siempre sucede, le negación a asumir el sacrificio.
Desde la residencia de Olivos, pudimos notar las peleas
internas en la coalición del gobierno, donde las cuestiones personales
prevalecieron, hubo discusiones, peleas por un cargo u otro, renuncias, ataques
y defensas a algunos funcionarios.
Economistas convocados pusieron condiciones para prestarse a colaborar,
dirigentes del radicalismo aliado del PRO, fueron citados y propuestos a
integrarse al Gabinete pero se negaron a sumarse.
Las noticias fueron mostrando una realidad que se intentó
mantener en secreto porque no se quería mostrar las tripas de la herida de
Cambiemos producida más por internas que por efectos de la crisis. El
Presidente oyó a todos y por momentos debió ceder entregando a los quejosos a
algunos de sus funcionarios más cercanos y defendiendo con dureza al jefe de
Gabinete a quien sigue considerando ""sus ojos"".
Muchos de los elegidos pusieron como condición para
aceptar la propuesta de Macri, no tener que reportar a Marcos Peña. Desde lejos
y por teléfono, Elisa Carrió interrumpía con mensajes fuera de tono, ponderando
a los funcionarios desplazados como queriendo revolver más lo ya revuelto.
Incluso llegó a negarse a aceptar la presencia de Ernesto Sanz en el Ejecutivo,
un hombre que fue con ella uno de los generadores de Cambiemos.
Desde fuera la confusión no hacía más que aumentar la
incertidumbre de la gente. Lo peor es que la mayoría de las informaciones que
se filtraban habrían salido del propio entorno del jefe de Gabinete. Después
del discurso del Presidente y de conocidas las medidas de emergencia adoptadas,
volvió a aparecer la clásica mezquindad de los empresarios argentinos
quejándose por las retenciones de emergencia a las exportaciones de tres y
cuatro pesos por dólar. Se quejaban como si la medida fuera el fin de la
industria argentina y ocultaban una realidad que un ciudadano común con un
papelito y un lápiz, dejaba rápidamente al descubierto.
Hace solo unas semanas estos señores exportaban con un
dólar a 27 pesos y no se quejaban de nada y les parecía que estaban haciendo un
buen negocio. Ahora exportan con un dólar a 39 pesos, que si le descontamos 4
por el nuevo impuesto, le quedan 35, es decir, 8 pesos más que cuando vendían a
27. ¿Dónde está el drama y la destrucción de nuestra industria? Ya no planteo
siquiera que alguna vez digan que están dispuestos a perder utilidad (que no es
perder plata) para sacar el país adelante, pero que no ?lloren? sin motivos
victimizándose como es su costumbre.
Los sindicalistas se apuraron a preocuparse porque el ministerio de Trabajo se
ha convertido en Secretaría, diciendo que ?volvimos a la década infame? y
poniendo ejemplos de países latinoamericanos que recién tuvieron su Ministerio
de Trabajo hace pocos años y que Argentina había sido pionera en este asunto.
Curioso porque los miembros del triunvirato de la CGT que ahora dicen esto,
para hablar con el gobierno se salteaban al ministro de Trabajo, Jorge Triaca,
para ir directo al despacho de Mario Quintana en la vice jefatura de Gabinete.
No se quieren dar cuenta o no quieren darse cuenta, pero el país necesita ahora
de todos y si no dejan de ser mezquinos y de anteponer sus posiciones
personales a las de la comunidad toda, serán responsables del desastre, aunque
como siempre, buscarán que otro se haga cargo. Ya lo vivimos, lamentablemente
más de una vez y no aprendemos. En 1874, lo advirtió con claridad Nicolás
Avellaneda cuando dijo "Los pueblos que olvidan su historia, están
condenados a repetirla".