El Kremlin adoptó este año una política migratoria más flexible con las ex repúblicas soviéticas para detener el profundo declinamiento demográfico que afecta a Rusia.

Los rusos étnicos parecen ir camino a la extinción. Desde 1990, la población de la Federación Rusa se redujo en cerca de 5,5 millones de personas, pese a ser el segundo país que más inmigrantes recibe, tras EE.UU.

El fenómeno se explica, según especialistas, porque los rusos han seguido el patrón europeo de reducir sus índices de natalidad bajo el umbral de la sustitución, pero con el aditivo de que sus tasas de mortalidad son peores que en los tiempos de la hoz y el martillo.

Esto en parte por su deficiente sistema de salud, afectado por la disminución del presupuesto que siguió al colapso del sistema de bienestar de la Unión Soviética. Con enfermedades como el sida, la tuberculosis y el alcoholismo haciendo estragos en la población, la expectativa de vida para hombres es de sólo 60,45 años y para las mujeres es de 74,1 (en Chile es de 73,49 y 80,21, respectivamente).

¿Pistola al pecho?

Con estos antecedentes, los 142,2 millones de rusos no cubren con propiedad el Estado más grande del mundo, y son particularmente pocos para satisfacer la fuerza laboral requerida para su pujante economía.

De acuerdo al Instituto de Pronósticos Económicos de la Academia de Ciencias de Moscú, el mercado laboral ruso emplea a 69 millones de personas, y por primera vez este año el país no tiene cómo cubrir 300 mil puestos vacantes, los que para 2025 serían 19 millones.

Ante la pérdida demográfica, el gobierno del Presidente Vladimir Putin optó este año por simplificar la legislación migratoria, mejorar las vías para regularizar a trabajadores y aplicar una política de apoyo a la maternidad.

Desde que se aplicó la nueva política, el 15 de enero, cerca de 500.000 personas han obtenido permiso de residencia en Rusia.

"Esta política busca estimular la migración de gente de otros lados de la ex URSS, rusoparlantes y asimilados hasta cierto punto, y para contrarrestar la migración de China, que es más vista como una amenaza a los intereses rusos que las migraciones de Asia Central y el Cáucaso", dice a este diario Nikolas Gvosdev, especialista del Centro Nixon.

Aunque los mandamases de la ex poderosa superpotencia hoy deben lidiar, al igual que el imperio romano en su fase de decadencia, con el dilema de con qué prole poblar el Estado, los expertos advierten que un incremento migratorio amenaza con espo-lear tensiones étnicas y religiosas que ya se viven.

"La población musulmana está creciendo mucho más rápido que la rusa (étnica). El resultado es que la población será más asiática y más musulmana, y la composición de 80% de rusos étnicos va a caer en un buen porcentaje en los próximos años", dice a "El Mercurio" Andrew Kuchans, director del programa Rusia-Eurasia del reputado centro CSIS.

"Esto va a incrementar las tensiones étnicas, el nacionalismo y la xenofobia, que ya han crecido en los últimos años contra asiáticos, caucásicos y musulmanes", agrega.

Para Gvosdev, la pregunta central es cómo la migración creciente puede cambiar la naturaleza del Estado. "Existe una suerte de acuerdo de que la cultura y religión dominantes en Rusia son los rusos (étnicos) y la fe ortodoxa, pero si vas a tener una población de musulmanes mucho mayor, ellos pueden cuestionar la relación", dice.

El especialista sostiene que la apuesta del Kremlin es que los nuevos inmigrantes de las ex repúblicas soviéticas puedan ser asimilados sin traumas en la cultura dominante, a diferencia de la migración de culturas distintas, como las que hoy generan tensiones en Europa Occidental.

De esta manera también se contrarresta el incremento numérico de musulmanes, pero sobre todo chinos. Gvosdev destaca que los rusos buscan contener la migración e influencia chinas en el lejano este, y no sólo por lo poco asimilables que resultan. "El Kremlin está preocupado con la migración porque China podría pedir de vuelta los territorios que antes le pertenecían".

Para Kuchans, en cambio, la zona más explosiva es el Cáucaso norte, zona sacudida por reivindicaciones étnicas y nacionalistas, como las de los chechenos.

VIDA CORTA
Para los hombres rusos, la expectativa de vida es de sólo 60,4 años, y para las mujeres, de 74,1. En Chile es de 73,49 y 80, 21, respectivamente.