La CPI dice, sin embargo, que no tiene confirmación de tal propuesta. El clan Gadafi demandará a la OTAN ante La Haya por la muerte del dictador.
Su padre
murió con las botas puestas. Pero el príncipe heredero Saif al Islam, favorito
de Gadafi al trono, está pensando en quitárselas para salir corriendo de Libia
con más soltura.
El único
hijo fugitivo del coronel, criado para emular los gloriosos destinos de su
padre, quiere esta vez esquivarlos para no convertirse en otro muñeco de vudú
revolucionario al que apalear, humillar, asesinar y exhibir en una parada de
los monstruos digna del antiguo régimen. Y parece que ha pensado que, puestos a
convertirse en preso, mejor en manos occidentales que en las de los insurgentes
libios.
Un
funcionario del nuevo Gobierno aseguró ayer a Reuters que tanto Saif al Islam
como el antiguo jefe de Inteligencia de Gadafi, Abdullah Senussi, han ofrecido
sus propias cabezas en bandeja de plata a la Corte Penal Internacional (CPI).
«Están proponiendo alguna manera de entregarse a La Haya», confirmó a la
agencia Abdel Majid Mlegta.
Brotes
de pragmatismo
El Alto
Tribunal –que mantiene una orden de captura contra ellos por crímenes de lesa
humanidad– advirtió ayer de que no tenía confirmación sobre la voluntad de los
ilustres fugitivos. «Estamos en contacto con las autoridades libias para
corroborar las informaciones de los medios, pero por el momento no podemos
hacerlo», declaró el portavoz de la CPI Fadi El Abdallah.
El brote
de pragmatismo del cachorro de Gadafi –el mismo que gritaba «antes morir que
rendirse» en los días en que Trípoli parecía un fortín inexpugnable del
régimen– es uno más de los muchos bandazos que le convirtieron en el segundo
socio libio menos fiable de Occidente. El primero, claro, era su padre.
La
esperanza blanca del país árabe, que estudió en la London School of Economics,
se plantó en Europa con su rostro más liberal. Dispuesto incluso a enfrentarse
a Muamar Gadafi para abrir el puño de hierro con el que gobernó Libia durante
42 años.
Doctor Jekyll y Mr Hyde
Vestido
de impecable traje y con un inglés excelente, se presentaba con la tarjeta de
la Fundación Gadafi, una embajada reformista que entonaba con la boca pequeña
el mea culpa por los abusos paternos y prometía acabar con el oscurantismo de
su reinado, impulsando la libertad de prensa y luchando por ampliar los
derechos políticos de los libios.
El
'Doctor Jekyll' libio tendía además la mano a los islamistas que su padre
reprimía a sangre y fuego. La estrategia dio sus frutos y Saif logró levantar
el embargo estadounidense y europeo en 2004, bajo la promesa de que Libia
dejaría tranquilo el maletín nuclear. Con la guerra, sin embargo, apareció 'Mr
Hyde', que prometía ahogar a las «ratas» de las que tanto hablaba su padre en
ríos de sangre para ofrecer democracia cinco minutos después.
El hijo
de Gadafi se halla prófugo, presuntamente en la frontera con Níger. Ahora
parece que el calor del desierto donde se halla varado le ha hecho recapacitar
sobre el sino de su padre, cuyo cuerpo «fue profanado, por lo que no podrá
acceder al paraíso», según la familia, que se ha querellado contra la OTAN.
«Saif siente que no es seguro quedarse donde está, o ir a alguna parte»,
afirmaba el mencionado Mlegta. Si dispone de internet es fácil saber por qué.