Movimiento de Acción Popular Unitario
Frente Patriótico Manuel Rodríguez
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
Ejército de Liberación Nacional
Movimiento M-19
Ejército Popular de Liberación
Otras organizaciones integradas en la Coordinadora Nacional Guerrillera
¡Alfaro Vive, Carajo!
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
Frente Sandinista de Liberación Nacional
Movimiento Revolucionario Tupac Amaru
"Que yo recuerde, había gente del MAPU de Chile, gente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, también de Chile, y del Partido Comunista Hondureño", le dijo por su parte a BBC Mundo Ignacio Holguín, un exguerrillero del ELN que viajó a Trípoli en 1987.
Valencia, por su parte, afirma que el apoyo de Libia a las guerrillas colombianas incluyó -además del ELN-, a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC; al Movimiento M-19, al Ejército Popular de Liberación, EPL, y "otros grupos pequeños", organizados en la Coordinadora Nacional Guerrillera colombiana.
Y también hay reportes –de la CIA, o publicados en sitios especializados como globalsecurity.org- que vinculan a Libia con los ecuatorianos de ¡Alfaro Vive, Carajo!, con el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, de Perú, y hasta con el Frente de Liberación de Haití, entre otros.
"Gadafi no pedía mucho. Lo que aspiraba era que estas organizaciones golpearan intereses norteamericanos, lo que pedía era que atacaran embajadas y objetivos de los EE.UU.", dijo Valencia.
El exguerrillero, sin embargo, afirma que esa nunca llegó a convertirse en una prioridad para los grupos insurgentes latinoamericanos.
Y, según Valencia, el apoyo libio a las guerrillas colombianas tampoco llegó nunca a alcanzar los niveles que ellos esperaban.
"Gadafi hablaba mucho sobre ayuda económica, armas, y al final eso nunca aparecía", le dijo a BBC Mundo.
"Los comandantes regresaban ilusionados y después, …nada. Los barcos con armas nunca llegaron. La sensación iba quedando que todo era una broma de Gadafi", dijo.
Había, claro está, expresiones de apoyo más concretas, como los campamientos de entrenamientos para guerrilleros instalados por Gadafi en el desierto.
Pero según Valencia, los guerrilleros colombianos por lo general regresaban desilusionados, pues no sentían que ahí aprendían cosas útiles o nuevas.
"Esos entrenamientos no incluían nada significativo en lo que se consideraba que la lucha armada en América Latina requería", coincide Ignacio Holguín.
Moussa Koussa
Según Holguín, la comunicación entre libios y guerrilleros latinoamericanos tampoco era muy fluida.
"Por un lado, pues naturalmente estaba el idioma. Pero había también mucho intermediario, había una jerarquía de intermediarios a través de la que se desarrollaba el proceso. Y todo era a iniciativa de ellos", le dijo a BBC Mundo.
Su impresión es que la mayoría de los viajes organizados por los libios "era como una labor de propaganda sobre el Libro Verde".
La experiencia de Erik Flakoll Alegría, tal vez por acompañar a uno de los líderes de una revolución triunfante, fue sin embargo bastante diferente.
Al lado de Tomás Borge, Flakoll no sólo conoció personalmente al coronel Gadafi, sino también al encargado de la política exterior libia, Moussa Koussa, quien renunció a su puesto a finales de marzo de este año.
"Él era el encargado de manejar la relación con los diferentes movimientos latinoamericanos, era el encargado de manejar la plata", le dijo Flakoll a BBC Mundo.
"Tomás (Borge) le llamaba bromeando "mucha cosa", porque era mucho lo que manejaba", recordó.
Flakoll también destacó la relación de amistad entre el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, y Gadafi.
"Daniel también fue varias veces (a Libia), incluso después de la derrota electoral (de 1990). Hay una relación afectiva muy grande entre Gadafi y Daniel", afirmó.
Conexión emocional
Esta relación explicaría el apoyo del actual gobierno de Nicaragua a Gadafi en medio del conflicto que actualmente lo opone a parte de la población libia y de la comunidad internacional.
A pesar de la larga relación, la primera visita de Gadafi a América Latina fue a Venezuela, en septiembre de 2009.
Un apoyo también brindado por los gobiernos de Cuba, Bolivia y Venezuela, así como por amplios sectores de la izquierda latinoamericana que en algún momento encontraron en Libia apoyo o inspiración.
La conexión emocional entre Libia y América Latina, sin embargo, parece ser mucho más fuerte que la material desde hace ya algún tiempo.
La Libia de Gadafi empezó a distanciarse de la región durante la década 1990, para concentrarse en intentar aumentar su influencia en el continente africano.
Durante esa década también desparecieron muchos de los movimientos guerrilleros que justificaban la relación con América Latina.
Y los esfuerzos de Libia por normalizar sus relaciones con el resto de la comunidad internacional también la llevaron en 2003 a renunciar públicamente a darle apoyo a los que Washington considera "grupos terroristas", incluyendo movimientos guerrilleros como las FARC.
Ciertamente, la relación cobró nuevas fuerzas con la llegada al poder de varios gobiernos de izquierda en la región.
Pero según un cable diplomático estadounidense filtrado por WikiLeaks, cuando el presidente nicaragüense Daniel Ortega visitó Libia en diciembre 2008, dos años después de haber regresado al poder, se encontró con que Gadafi ya no estaba tan dispuesto a colaborar.
"Como le ocurrió antes al presidente boliviano Evo Morales, Ortega dejó Libia con las manos vacías", afirma el documento enviado por la embajada de EE.UU. en Trípoli, que supuestamente recoge confidencias de altos funcionarios del ministerio de Relaciones Exteriores libio.
"Parece que (Libia) no tiene ni el interés ni la capacidad para mantener una interacción más sustantiva con los gobiernos latinoamericanos", se lee en el cable, reproducido por el diario costarricense La Nación y el semanario nicaragüense Confidencial.
En febrero de este año, sin embargo, días antes que estallara el actual conflicto en Libia, el Banco Central de Nicaragua anunció la firma de un acuerdo para condonar US$195.8 millones de una deuda de US$313.6 millones contraída en los años 80.
Un buen recordatorio de lo duradera de esa relación y de la disposición de las dos partes a darse una mano en tiempos de necesidad.