Hasta en la política electoral estadunidense hay cosas que el dinero no puede comprar. Puede conseguir una empresa, propaganda y atención, pero no puede hacer que alguien sea interesante, simpático o auténtico. En resumen, no puede comprar amor. Y tal como sigue demostrando semana tras semana Mitt Romney, si no le agradas a los votantes entonces deberás gastar tanto dinero como puedas para asegurarte de que tampoco les agrade ningún otro.

Romney ganó seis de los 10 estados que votaron el martes seis de marzo (el llamado supermartes), y se quedó con la mayoría de los delegados. Generalmente, esa sería una gran noche, al menos hasta que uno se da cuenta de que Newt Gingrich (que quiere construir una colonia en la Luna) ganó uno, Georgia; y que Rick Santorum (que está en contra de la anticoncepción) ganó tres: Tennessee, Dakota del Norte y Oklahoma. El premio gordo de Ohio quedó para el final.

Esta es un área débil, con poco dinero y menos ingenio. El hecho de que la campaña de Romney haya logrado victorias estrechas en lugares cruciales es un alivio en su campo -y una preocupación dentro de la jerarquía republicana-, pero no es motivo de festejo.

Es como Inglaterra en el último juego de calificación a la Copa Mundial 2010, cuando tuvieron que rezar por un triunfo contra Eslovenia y que Argelia no metiera muchos goles contra Estados Unidos. Cierto, eventualmente calificaron, pero al hacerlo, mostraron sus fragilidades y fueron derrotados en la siguiente vuelta.

Dada la competencia, el hecho de que la campaña de Romney esté planeando una larga lucha por los delegados es como si el objetivo de Italia fuese lograr su clasificación por diferencia de goles. Así, Romney no debería estar ganando apenas con lo "suficiente", tendría que estar triunfando por mucho.

GANAR A LOS RICOS, PERDER A LA CLASE TRABAJADORA

La contienda de las primarias republicanas se desarrolló el martes por la noche con periodistas que hacían comentarios sobre una herida abierta. Romney, una vez más, no pudo afianzar su nominación, y ningún otro candidato se presentó como una alternativa viable.

Los seis estados que ganó Romney incluyen Massachusetts (donde vive), Vermont (el estado vecino) y Virginia (donde ni Gingrich ni Santorum estuvieron en las votaciones), al igual que Alaska, Idaho y Ohio. Éste era el estado que tenía que ganar, y su victoria allí continúa con una tendencia familiar: entró último.

Tras haber visto a Romney en debates y acaso en campaña, los votantes buscan una alternativa, cualquiera. También está el asunto del dinero: han sido millones de dólares volcados a las estaciones de televisión y radio, con la intención mayoritaria de destruir a sus opositores. Romney superó cuatro a uno a Santorun en Ohio. Pero si se suma eso a una organización superior, una oposición dividida y el despliegue de apoyos de alto nivel (que incluía a Barbara Bush), resulta que Romney sólo triunfó por menos de uno por ciento.

El hecho de que haya ganado la mayoría de los delegados es significativo, pero no suficiente. Las elecciones primarias no son sólo un medio para obtener las mejores cuentas, sino que deben relacionar a un candidato con la base para que así el nominado pueda formar una coalición y llegar a movilizar al partido para las elecciones generales. La candidatura de Mitt Romney está haciendo justamente lo opuesto. Era mucho más fuerte cuando todos asumían que ganaría, de lo que en verdad es ahora que está ganando.

El martes en la noche, Romney ganó a los ricos y bien educados, pero perdió a la base del partido, la clase trabajadora blanca, los hombres no universitarios. Esta semana habrá votaciones en Mississippi, Alabama (estados sureños donde probablemente pierda) y Kansas (un estado central donde el triunfo podría ser difícil).

Cierto, Romney ganó Florida, pero Gingrich triunfó en general en la región del sur. Además, Romney tiene todavía que ganar otro estado del sur, zona que ha sido seriamente competido, o seguir luchando para lograr algo más que una victoria estrecha en el sur de la región central, donde está Michigan, el estado en el que nació y creció. La primera es la región del corazón republicano; la segunda es la zona en la que se decidirá una gran parte de la elección.