Treinta y cuatro años después de que Daniel Ortega entró triunfante a la plaza central de Managua, acompañado de sus colegas de la entonces Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN), su liderazgo, irónicamente, no ha sufrido el desgaste del tiempo y, al parecer, tampoco han hecho mella en el gobernante los errores cometidos en el pasado.
Por el
contrario, la proyección de Ortega, con 68 años cumplidos, se ha extendido más
allá de las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), gracias
a los programas sociales impulsados durante su segundo y tercer mandato, para
los cuales se ha apoyado en más de 2 mil millones de dólares inyectados por el
gobierno venezolano a la economía nicaragüense desde 2007 a la fecha.
“Hasta
las elecciones de 2006, Ortega acarreaba con todos los fantasmas de los años
ochenta: guerra, servicio militar, escasez de productos, división en las
familias y falta de libertad, pero esos fantasmas ahora están guardados y,
según los números de nuestras encuestas, una cifra creciente de independientes,
de personas no sandinistas, están respaldando su gestión”, valoró Raúl Obregón,
propietario de la firma encuestadora M&R Consultores, que toma el pulso
político en Nicaragua desde finales de los ochenta.
Según
Obregón, Ortega mantuvo desde 1990 hasta 2006 un piso electoral de entre 36% y
38% de los votantes nicaragüenses, conformado por simpatizantes leales a su
liderazgo y a la trayectoria de lucha del FSLN.
Actualmente,
sin embargo, las más recientes encuestas de opinión a nivel nacional, que
M&R Consultores ha realizado, indican que las simpatías políticas y su
gestión han sobrepasado la franja de 70% de los encuestados.
En
opinión de Obregón, se debe a que la mayoría de los nicaragüenses, entre 55% y
60%, están en la pobreza o apenas encima de la pobreza, por tanto las
necesidades de la población son muchísimas. En consecuencia, “si le das a una
familia 10 láminas de zinc, acompañadas de otros materiales, ellos ya no se van
a mojar en la época lluviosa. Entonces, esos programas sociales son atractivos
en esos segmentos, tienen mucho impacto”, apuntó.
Los
programas sociales desarrollados en Nicaragua con la ayuda venezolana suman más
de una decena y han sido bautizados con nombres similares: Hambre Cero, Usura
Cero, Bono Solidario, Plan Techo, Casas para el Pueblo, Viviendas Solidarias,
Plan Mochila, etcétera. Sólo en el programa Hambre Cero, según las cifras
oficiales, se beneficia a más de 110 mil familias rurales.
“Según
todas las encuestas, el FSLN está teniendo percepciones positivas crecientes
entre los electores a causa de sus programas de asistencia a favor de los más
pobres. Muchos que antes lo adversaban ahora lo apoyan. Estando en el gobierno
se ha focalizado en temas sensibles, como la incidencia contra la pobreza, el
narcotráfico y la inseguridad ciudadana. También el FSLN ha manejado mejor las
tácticas y rejuegos electorales, y tiene una poderosa influencia en el Consejo
Supremo Electoral”, señaló el comandante Jaime Wheelock, exmiembro de la
Dirección Nacional del FSLN y exministro de Agricultura y Reforma Agraria
durante la Revolución Sandinista.
El
peso de Caracas
La
cooperación venezolana, según la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo
Económico y Social (Funides), un centro de estudios del sector privado, ha
desplazado paulatinamente a la cooperación tradicional, de tal forma que en
2007 representaba 14% y en 2012 subió a 41%.
De
acuerdo con el doctor Carlos Muñiz, director ejecutivo del Funides, las
relaciones económicas de Nicaragua con Venezuela han aumentado
considerablemente desde que el país se incorporó al grupo ALBA, en 2007. En ese
entonces el apoyo financiero de Venezuela a Nicaragua rondaba los 140 millones
de dólares. Las exportaciones nicaragüenses a ese país sumaban apenas 6
millones de dólares, y Venezuela suplía el 25% de las importaciones de petróleo
de la nación centroamericana.
Para
2012 la situación cambió radicalmente. El año pasado el apoyo financiero de
Venezuela alcanzó 555 millones de dólares.
Las
exportaciones de Nicaragua a ese país fueron por un monto de 445 millones de
dólares, con lo que Venezuela se convirtió en el segundo mercado de exportación
del país centroamericano. Además, Venezuela entregó a Nicaragua 92% de sus
suministros de petróleo. Asimismo, la inversión de Venezuela en Nicaragua
alcanzó 210 millones de dólares. En términos relativos el apoyo
financiero alcanzó 5.5% del PIB y las exportaciones 4.2%.
“El
apoyo financiero de Venezuela ha sido de beneficio para el país, pero, como lo
ha señalado Funides, la alta dependencia en un solo donante ha aumentado
nuestra ya de por sí alta vulnerabilidad a choque externos. Es por ello que
hemos recomendado fortalecer la capacidad de nuestra economía para lidiar con
choques externos adversos. Esto requiere, entre otros puntos, diversificar
tanto la composición como el destino de nuestras exportaciones, diversificar
las fuentes de apoyo externo, y aumentar la productividad y competitividad del
país. Esto último con una mejor infraestructura, educación, salud e
institucionalidad, por mencionar algunas de las áreas prioritarias”, dijo
Muñiz.
“La
repartidera”
En la
más reciente encuesta nacional de opinión pública de la firma costarricense
Borge & Asociados, realizada del 8 a 13 de junio pasado, la labor de Daniel
Ortega, líder del FSLN y presidente de la República, es calificada de “muy
buena/buena” por 76% de la población en edad de votar –mayores de 16 años–, y
apenas 22.6% la califica entre “regular” y “mala/muy mala”.
Además,
en esta misma encuesta, 56.9% de la población declaró gozar del subsidio
energético que el gobierno nicaragüense da a los más de 680 mil usuarios a
nivel nacional, quienes consumen menos de 150 kilovatios al mes.
Casi un
tercio de la población también dice ser beneficiario de otros programas
sociales gubernamentales, entre ellos Plan Techo y Plan Mochila, que consisten
en proveer 10 láminas de zinc y clavos para pobladores de viviendas precarias,
así como la entrega de útiles escolares para los niños de escuelas públicas.
“La
repartidera de cosas desde el Estado ayuda mucho a obtener apoyo y eso ha sido
fundamental en Nicaragua. Igual éxito ha tenido en otros países como Venezuela,
Ecuador o Panamá. Lo más importante ha sido los programas sociales de
transferencia que el gobierno controla. Los gobiernos anteriores a Ortega se
preocuparon por apuntalar la macroeconomía y aumentar las exportaciones, pero
se olvidaron de los problemas de la gente”, comentó Borge, cuya firma
encuestadora pronosticó la derrota de Ortega en las elecciones de 1990, cuando
se enfrentó a Violeta Barrios de Chamorro.
Eduardo
Montealegre, excandidato presidencial liberal y actual diputado opositor al
gobierno, criticó los programas asistencialistas. “Daniel Ortega se ha enfocado
en crear una sensación de bienestar, aprovechando los altos precios de nuestros
productos de exportación y la cooperación venezolana, para tratar de convencer
a los nicaragüenses de que el autoritarismo es más efectivo que la democracia.
Muchos dictadores han seguido este esquema de repartir regalías mientras
avanzan en lograr el control político y económico”, dijo.
Añadió:
“En un
país con tantas necesidades inmediatas, es natural que las políticas
asistencialistas tengan aceptación, pero tarde o temprano ese modelo populista
colapsa, porque la gente se da cuenta del engaño cuando ve la falta de trabajo,
que sus ingresos siguen siendo bajos, que la educación deficiente persiste y
que aun con las regalías siguen siendo pobres”.
Retos
Entre
1993 y 1994, cuando se produjo la primera división postelectoral en las filas
del sandinismo, Ortega dirigió una bancada de apenas siete diputados. Mientras,
Sergio Ramírez Mercado y Dora María Téllez se quedaron con una bancada cinco
veces superior.
Pese a
esa adversidad, Ortega se presentó a las elecciones generales como candidato
presidencial por el FSLN y obtuvo 669 mil 443 votos, lo que representó alrededor
de 38% del electorado. Por su parte Sergio Ramírez, quien compitió por primera
y única vez como candidato presidencial del Movimiento Renovador Sandinista
(MRS), consiguió alrededor de 8 mil votos.
“En
realidad, lo sorprendente fue que el FSLN no perdió en el tiempo el apoyo
popular que mostró en las elecciones de 1990. En los comicios sucesivos siempre
estuvo con cerca de 40% del voto popular, y ganó con 38% (en los comicios del
2006), en gran parte por la división de las fuerzas adversarias. Su triunfo
consistió en haber conservado un respaldo popular amplio y sólido”, apuntó el
comandante Wheelock, exmiembro de la Dirección Nacional del FSLN.
Tras esa
derrota electoral, el FSLN rápidamente buscó una cercanía con el gobierno de
Arnoldo Alemán y negoció con éste una serie de reformas a la Constitución de la
República, que fueron bautizadas luego como el Pacto Alemán-Ortega. Con el
tiempo el FSLN resultó el mayor ganador, ya que logró que se bajara el
porcentaje de votos para ganar las elecciones generales en una primera vuelta.
“Después
del 90 el FSLN se fue transformando en un partido electoral. Eso tal vez
explica su ductilidad en abrigar causas que no suelen defender los partidos
revolucionarios conocidos, como la penalización del aborto o la adopción de
credos religiosos. El FSLN como partido electoral atrajo a las fuerzas de la
Contra y a otros sectores antes adversarios: social cristianos, liberales,
conservadores, y también desarrolló con éxito un acercamiento de intereses
mutuos con el cardenal Miguel Obando Bravo, que le significó envidiables
ventajas políticas.
“Puede
ser que sin la reforma de los llamados Pactos Ortega Alemán, el FSLN hubiera
perdido las elecciones en 2006. Pero es casi seguro que las habría ganado en
2011”, agregó Wheelock.
Entre
los peligros que enfrenta el sandinismo, el exmiembro de la Dirección Nacional
del FSLN mencionó la carencia de una oposición fuerte en el país.
“Es
peligroso para un sistema político, para un partido gobernante y para un país
no contar con una fuerza equilibrante. Cuando ésta no existe, los gobiernos
tienden a perder contacto con la realidad y las crisis sin interlocutores
tienen el peligro de descarrilarse en el desorden y el caos”, señaló Wheelock.
Sin
embrago, para el opositor Montealegre el peligro latente es el rumbo que lleva
el país de la mano de Ortega. “Sin entrar en un debate académico, es evidente
que Daniel Ortega está impulsando un proyecto antidemocrático para perpetuarse
en el poder, y no ha dudado en usar la violencia, el chantaje o el fraude
electoral para controlar los poderes del Estado por encima de la ley y de la
voluntad de los ciudadanos. Y un gobierno que no respeta la ley ni la voluntad
popular no puede ser otra cosa que dictadura”, concluyó Montealegre.
Esa
percepción de dictadura la comparte Dora María Téllez, quien saltó a la fama
mundial como Comandante Dos, al participar como una de las principales
figuras en el asalto guerrillero al Congreso somocista, en agosto de 1978.
Posteriormente participó en la insurrección contra Somoza y se convirtió en una
de las legendarias comandantes guerrilleras del FSLN. Ella participó, junto con
destacados intelectuales, en la fundación del Movimiento Renovador Sandinista
(MRS), fuerza política que primero entró en alianza con el FSLN para los comicios
de 2001 y ahora se le opone tenazmente.
“El
orteguismo ha llevado al Frente Sandinista a abandonar totalmente su afán
transformador de la sociedad para convertirlo en una continuidad del modelo de
actuación política de la dictadura somocista. El orteguismo ha vaciado de
contenido al Frente Sandinista, alejándolo de su propia trayectoria. Como dijo
un día Saramago: Daniel Ortega es indigno de su propia historia”, señaló Dora
María Téllez.
Subrayó:
“El
Frente Sandinista actual dejó de ser un partido revolucionario, dejó de ser un
partido de izquierda, dejó de ser un partido con afán de transformar la
sociedad nicaragüense. Lo que es ahora es una maquinaria política al servicio
de una familia en el poder, con un único objetivo: conservar el poder a toda
costa”.
Borge,
de la firma Borge & Asociados, valoró por su parte que los peligros
inmediatos que enfrenta el sandinismo están relacionados con un futuro recorte
de la ayuda venezolana, tomando en consideración la crisis económica que vive
la nación sudamericana. Asimismo, corre riesgos por el férreo control
partidario de Ortega y de su esposa, Rosario Murillo, sobre las estructuras del
FSLN.
“El
Frente como institución se ha desdibujado, o sea que lo que hay es un partido
personalista, controlado por Daniel. Eso no es necesariamente malo, ni
representa una crítica, pero refleja debilidad institucional. El poder de
Rosario y Daniel es muy grande en el partido y eso lo expone a riesgos, porque
no deja que desarrolle un liderazgo propio, un relevo generacional. Eso pasó
con Alemán y con el PLC”, dijo Borge, el consultor costarricense.