Jorge Hank fue detenido por poseer un arsenal en su casa.
Es una historia, por el momento, difícil de entender. Hace 10 días, en mitad
de la madrugada, un fuerte dispositivo militar penetró en la lujosa casa de
Jorge Hank Rhon, exalcalde de Tijuana, empresario extravagante y priista de
rancio abolengo, y lo detuvo -junto a 10 guardaespaldas- bajo la acusación de poseer
un arsenal formado por 40 armas largas, 48 cortas, 70 cargadores, más de
9.000 cartuchos y una granada. La noticia bomba sacudió al país. A pesar de que
Hank Rhon siempre estuvo muy bien colocado en la lista de sospechosos
habituales, la detención tuvo desde el principio cierto tufo electorero,
dada la amistad de Hank con Enrique Peña Nieto, actual gobernador del Estado de
México y muy probable candidato del PRI a la presidencia de la República. El
Gobierno de Felipe Calderón rechazó desde el principio cualquier sesgo político
y puso por delante la honorabilidad del Ejército, una de las pocas instituciones
que aún conserva cierto prestigio. Pues bien, la madrugada del martes, una juez
federal ordenó la puesta en libertad de Jorge Hank y de sus 10 guardianes por
"falta de pruebas".
La historia, no obstante, no acaba ahí. Tras ser puesto en libertad por la
juez Blanca Evelia Parra, agentes de la policía estatal recogieron a Hank del
penal del municipio de Tecate donde había estado preso y se lo llevaron a
Tijuana para que volviera a declarar, esta vez ante la Procuraduría General de
Justicia de Baja California (PGJE). Según ha trascendido, dos de las 88 armas
incautadas por el Ejército, una escuadra calibre 40 milímetros y una 380, fueron
utilizadas para cometer sendos asesinatos. El de un vendedor de coches usados,
ocurrido en junio de 2010, y el de un guardia, en diciembre de 2009. Tras
escuchar la declaración de Hank, la PGJE intentó que un juez estatal firmara su
detención preventiva por un lapso de 30 días para investigar su conexión con los
crímenes, pero no lo logró. Al tiempo, la fiscalía federal anunciaba que
recurrirá la decisión de la juez Parra de poner en libertad a un tipo acusado de
tener en su casa semejante arsenal.
¿O no lo tenía? Al margen del enredo judicial, la detención y posterior
puesta en libertad de Jorge Hank supone un torpedo más en la ya muy deteriorada
credibilidad del sistema policial y judicial mexicano y, por ende, del Gobierno
de Calderón, que hace 10 días defendió la limpieza de la operación militar. No
lo tenía difícil. Hank nunca fue precisamente un angelito. EE UU lo tenía desde
hace tiempo en la mira. No solo le había prohibido entrar en su territorio, sino
que lo consideraba sospechoso de utilizar las instalaciones del hipódromo de
Tijuana para ocultar negocios ilícitos. Y aunque en los últimos días dos obispos
habían rezado por su libertad, su vida y sus aficiones no eran demasiado
canónicas. Padre de 19 hijos y dueño de un gran zoológico privado, declaraba sin
rubor que su animal favorito eran las mujeres y que su poder le venía de su
bebida preferida, tequila fermentado con pene de tigre, león y perro. Ahora,
después de librarse de tal acusación, cualquiera le dice a Hank que su mejunje
no funciona.