El incondicional apoyo de George W. Bush a Pervez Musharraf, el general dictador de Paquistán, que le ha costado a los contribuyentes de EU no menos de 10 mil millones de dólares en los últimos seis años, y que ha servido para engrosar la bolsa de la mafia autoritaria al frente de Paquistán y no ha contribuido a mejorar las condiciones de vida de una población de más de 160 millones de personas, resulta hoy para el gobierno de Bush, con el asesinato de Benazir Bhutto, otra piedra más en su camino al infierno.

El aliado dictatorial preferido de Bush en Asia Central en su “lucha contra el terrorismo”, con una avidez por el poder y los negocios incontrolable, acaba probablemente de excederse no sólo al “permitir” el asesinato de la principal opositora Benazir Bhutto, sino como sostienen muchas voces dentro de Paquistán, preparando y participando directamente en el salvaje crimen.

Las señales directas e indirectas se multiplican ya en los primeros días, y es previsible que se precisen en las siguientes jornadas: el asesino que disparó a la espalda de la líder de la oposición y se hizo estallar junto a ella, ¿salió en efecto minutos antes de una patrulla de la policía, como han reportado algunos testigos? ¿Por qué el Ministerio del Interior sostuvo que la muerte de Benazir se debió a un fuerte golpe contra una barra del auto que tripulaba, cuando los médicos que la atendieron de emergencia habían descrito antes sus heridas de bala mortales, incluso en la espina dorsal? ¿Por qué no se realizó la autopsia necesaria antes del entierro?

Muchas preguntas proliferan en Paquistán, según reportan las agencias noticiosas. Incluso la mención oficial obvia del gobierno de Musharraf atribuyendo el atentado a Al-Qaeda se ha desvanecido cuando voceros de esa organización han enfatizado que ellos “no asesinan mujeres”. ¿Y qué bases tiene la afirmación de que agentes de la CIA u otra agencia de EU hubieran participado directa o indirectamente en el asesinato? El tiempo ayudará a despejar estas incógnitas.

Lo que no resulta un misterio es que el esquema estadounidense de auspiciar un condominio político en Paquistán, entre Pervez Musharraf en la Presidencia y Benazir Bhutto al frente del Poder Legislativo, resultó hecho trizas por el atentado, en una solución que no agradaba ni a Musharraf ni a Bhutto. Todo esto una vez más descuadra el proyecto de control estadounidense del Asia Central y, por supuesto, su mascarada de proyecto democrático en la región. Resulta increíble que Bush y sus instancias de política exterior sigan hablando del proyecto democrático de Paquistán cuando al mismo tiempo sostienen al dictador asesino Musharraf. Y sigan hablando del mismo proyecto democrático en Irak y Afganistán, cuando el cálculo principal de Bush fue escuetamente apoderarse del petróleo en esa región y consolidar una amplia base estratégico-militar en el corazón de Asia Central, sabiendo bien además que la democracia ni se importa ni se impone por las armas.

El control estratégico del Asia Central del gobierno Bush, de carácter económico, político y militar, se ha realizado muy a medias con el dominio del petróleo en Irak, desde luego por la oposición cerrada de muy amplias franjas del pueblo de Irak, por una indomable resistencia. En Afganistán la cuestión es semejante y el conjunto nos hace recordar el principio del fin de la guerra de Vietnam, en que el imperio tuvo que aceptar una humillante derrota militar. Ahora, con su apoyo descarado al criminal Pervez Musharraf EU logra en la región y en el mundo otra infamante marca de desprestigio a toda prueba.

En algún escrito anterior decíamos que la presencia agresiva de EU en Asia Central produciría a la larga, y más bien a la corta, muy serias consecuencias. Y hablábamos de un desplazamiento del poder económico mundial a esa zona del globo, con base en un eje potencial que comprendería al menos a China, a la India y a Rusia. Desastres como el de Paquistán tenderán a acelerar la formación de ese eje cuyo primer objetivo será el de expulsar a EU de la región o debilitar dramáticamente su presencia. Como se sabe, hace un par de años Rusia y China firmaron un pacto militar (Misión de Paz 2005) que ahora, hace apenas unas semanas, se concretó en ejercicios militares conjuntos que, según las partes, tuvieron un alto grado de coordinación y “mostraron una gran confianza entre los ejércitos”.

Es decir, el apoyo de Bush al dictador de Paquistán —toda indica que incluyendo la situación en que se produjo el asesinato de su opositora Benazir Bhutto— multiplica los problemas internacionales de George W. y de su gobierno, sobre todo en aquella región del mundo en la que está sonando fuertemente las campanas de la hora del retiro estadounidense.

Escritor y analista político