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05/03/2009 | Honduras - Narcotráfico y respeto institucional

Juan Ramón Martínez

Es fácil caer en brazos de la desesperación. Y frente a los problemas, que tienen todas las comunidades humanas, dar de patadas al aguijón. O renunciar al entarimado jurídico, a los valores y al respeto de las instituciones colectivas, como medio desesperado para enfrentar las situaciones desconocidas y problemáticas.

 

El crecimiento desmesurado del narcotráfico nos toma por sorpresa. Aunque lo hemos visto crecer --algunos con irresponsable indiferencia-- ahora que lo vemos de pantalones largos, amenazando la existencia de Honduras y comprometiendo la vida presente y futura de las mejores generaciones de nuestro país, no hallamos cómo reaccionar. Y no faltan los que, emocionalmente desquiciados, salen a la calle, diciendo cosas inconvenientes, ilógicas y peligrosas para el comprometido futuro nacional.

En primer lugar, debemos tener presente que nada se puede hacer, rompiendo la unidad interna. Echarnos a pelear unos con otros, como ratas asustadas, es lo peor que podemos hacer en este momento de turbación generalizada. La experiencia demuestra que los procesos criminales, sólo pueden ser desmontados y anulados, desde la unión general de todas las fuerzas decentes y cívicas de un país. En segundo lugar, hace falta contar con la decisión colectiva, que permita el fortalecimiento de las instituciones, para desde allí librar la pelea correspondiente en contra de las fuerzas del mal.

Por consiguiente es un error sobredimensionar los problemas, para dar la impresión que el fin está cerca; y que en consecuencia la rendición es el único camino que nos queda. Y lo es mucho más, cuando en el caso del narcotráfico, algunos comprometen la imagen de las instituciones, los gremios y los sectores, como para dar la impresión que aquí, todos estamos contaminados, por lo que no hay que hacer otra cosa más que ponernos de rodillas ante los narcotraficantes. O frente a las órdenes de sus representantes.
No se puede --excepto si uno es un irresponsable redomado-- decir que el narcotráfico tiene dominada a la Policía, que los oficiales de las Fuerzas Armadas están a su servicio, que los periodistas forman parte del entramado justificatorio de la delincuencia que representa esta forma de destruir a una sociedad, y que los políticos, sin excepción alguna, están al servicio de este sucio negocio. Hacerlo es pasarse de la raya e incurrir en la irresponsabilidad. Y por supuesto, prestarle un costoso servicio a los narcotraficantes y sus designios; en vista que, en la medida en que hacemos crecer la desconfianza entre nosotros, la posibilidad de acciones unitarias para hacerle frente a sus estrategias, están desde el principio condenadas al fracaso.

No podemos pasar por alto que, frente a la arremetida en contra del narcotráfico que se hace en Estados Unidos, México y Guatemala, sus “estrategas” a estas alturas deben estar aprovechando mucho mejor las oportunidades que ofrece Honduras para facilitar el transporte y guarda de sus productos, en procura de mejores oportunidades para llevarle a los consumidores de los Estados Unidos. Pero aceptar este hecho no nos debe llevar a establecer que aquí, todo está contaminado. Y que todas las instituciones nuestras han sido copadas, totalmente, por el narcotráfico.

Por supuesto que los líderes de este comercio inmoral e ilícito, buscarán penetrar todas las instituciones posibles para desde allí, neutralizar la capacidad de los hondureños para responder. Pero no hay que ayudarles a hacer su trabajo, desprestigiando a los miembros de la clase política, a los periodistas, a los empresarios, a los líderes cívicos, a la Policía y, mucho menos, a las Fuerzas Armadas que, al margen de lo que quieran decir algunos nerviosos escritores, cuenta con la simpatía de la mayoría de la opinión pública, que miran en ella, a la segunda institución de mayor confianza, después de las iglesias, Católica y Evangélica.

Por supuesto, debemos mantenernos en eterna vigilancia. Y cada vez que encontremos una manzana podrida, hay que proceder inmediatamente. Pero no hay que caer en la trampa de la descalificación, generalizando afirmaciones, sin pruebas suficientes; y sin fundamento alguno. La Policía puede tener problemas; pero no podemos prescindir de su carácter de instancia al servicio nacional. De allí que hay que cuidarla y perfeccionarla. Y, lo que es peor, no debemos desprestigiar a las Fuerzas Armadas, haciendo afirmaciones en contra de su oficialidad que, además de sus probadas ejecutorias, representan el último valladar en donde deberán confrontarse los enemigos de Honduras. Y alrededor de las cuales, el resto de los hondureños estamos llamados a impedir que los enemigos nuestros, logren sus objetivos.

La Tribuna (Honduras)

 


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