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14/07/2009 | Honduras - La mediación, errores y rectificaciones

Juan Ramón Martínez

Hugo Chávez Frías es un hombre muy inteligente, teatralmente agresivo; pero lento, para entender las cosas. Tardó varios días para descubrir que la mediación aceptada por Zelaya, lo saca del cuadro. Y elimina casi totalmente la beligerancia de la OEA, de sus discípulos bolivarianos y de su obediente secretario general. Porque Estados Unidos tiene muy claro que la belicosidad del presidente Chávez, su probada intervención en los asuntos de Honduras y la creencia en otros gobernantes –satélites del ex “militar golpista”, ahora convertido en profeta de la democracia– que éste es un pequeño país que pueden manipular a su gusto, pasando por encima de su soberanía particular, no sólo afecta su liderazgo específico, sino que además, puede comprometer la paz de la región y afectar sus intereses estratégicos fundamentales.

 

Por eso es que la mediación es una buena medida, tanto para Micheletti como para Zelaya. Para el primero, es un reconocimiento indirecto, por parte de Estados Unidos y Costa Rica específicamente, de la existencia de un gobierno legítimo, consolidado y respaldado por la mayoría del pueblo hondureño. En cambio, para el segundo, es la única tabla de salvación que le ha quedado, en la medida en que no logró, imponer por la brava, una interpretación de la resolución de la OEA que, al margen de las irregularidades en sus enfoques, ha privilegiado el uso de medios pacíficos para resolver conflictos. Por supuesto, ello le ha ganado la reprimenda de Chávez y la disyuntiva de obedecerle o no, la orden de retirarse de la mediación, con lo que su causa bastante debilitada, recibiría un nuevo golpe y una nueva descalificación.

Al margen de lo anterior, la mediación es útil para que los hondureños logremos la paz y podamos, en el mediano plazo, construir un clima de reconciliación que venga a sustituir la crispación y la confrontación creada por Zelaya durante los últimos meses de su gobierno. Por supuesto, entendiendo que la mediación es un proceso, lento al principio; y difícil en todo momento, puede derivar en buenos resultados, más por la buena voluntad de las partes, que de la supuesta o real capacidad, del mediador.

Hay personas que han confundido la mediación con un juicio en el que un juez, de conformidad con las pruebas, emite una resolución, sentencia o veredicto. Por ello creen que los resultados a obtener, serán inmediatos. Y que la tarea de  los grupos enfrentados, es el de convencer al mediador de la licitud de sus pretensiones. Obligándolo a que se decida por una de las posturas. Y que, una vez que ello ocurra, la decisión del mediador será artículo de fe, de aplicación inmediata. Arias Sánchez ha contribuido, en mucho a esta errónea creencia, en la búsqueda de un protagonismo que no necesita; pero que hay que entender porque él, al fin y al cabo, es un ser humano, a quien se le ha dado una tarea que le desborda. Ha dado declaraciones innecesarias sobre el asunto, tomando posturas que, en otras circunstancias, lo descalificarían totalmente. E incluso, en forma equivocada, ha querido –con inocencia y con gran simpleza– reducir el problema de Honduras, a la existencia de unas Fuerzas Armadas que él, predica la conveniencia de su disolución. El que tenga una visión tan incompleta de la problemática, el que pase por alto la complejidad de los problemas que enfrenta la clase política; y el que ignore la intervención de  gobernantes que, en nombre de la democracia, quieren imponer dictaduras populistas indefinidas, confirma que es un hombre bueno, con visiones muy unilaterales de los problemas que le toca enfrentar, no como gobernante de Costa Rica que no nos atrevemos a juzgar porque ello le corresponde a los costarricenses, sino que como estadista interesado en la paz de la región.

Su papel como mediador es el de acercar a las partes, escuchándolas y desde sus antagónicos discursos, elaborar con paciencia, propuestas que una vez aceptadas, puedan derivar en un acuerdo que resuelva la actual confrontación que se vive, con un ex gobernante que puja por regresar a un país en donde, por la aplicación del sistema legal, le han cesado del empleo que le otorgó el pueblo, por su conducta irregular y su irrespeto a la ley. Por ello, su papel no es fácil. Si fuera un árbitro; y su función estuviera determinada por un acuerdo firmado entre las partes, en el que estas se comprometieran a aceptar su resolución, cualquiera que ésta fuese, las cosas serían fáciles. Pero en este caso, tal obligación no existe, por lo que la tarea es más compleja; y está obligado a crear fórmulas que faciliten el acercamiento de las posturas de las partes. Y vía un acuerdo, finalizar el conflicto en el que se encuentra involucrado Zelaya y comprometida por consiguiente, la tranquilidad del país, su independencia y su soberanía. Por ello Arias, debe moderarse, llamarse al silencio. Y comportarse, como lo que es: Un mediador de un problema difícil.

La Tribuna (Honduras)

 


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