Eslovenia amenaza con vetar la negociación para el ingreso de Croacia en la UE. Oficialmente, la causa es el orgullo nacional,es decir, 166 hectáreas de territorio fronterizo en disputa y el reparto de las respectivas aguas territoriales en el Adriático.

En realidad, la disputa es por este último punto y las importantes consecuencias económicas que se derivan. El conflicto es difícil de entender con mentalidad occidental; tanto más cuanto que ya en el 2001 hubo un principio de acuerdo en el que Croacia renunciaba en favor de Eslovenia a parte de sus aguas territoriales. El acuerdo fue rechazado por el Parlamento croata.

Con mentalidad balcánica el conflicto tiene su razón de ser; sus razones: el orgullo nacional, los intereses económicos de los puertos adriáticos de Trieste, Rijeka (Croacia) y Koper (Eslovenia), que desempeñan un papel económico creciente entre Europa Occidental y Oriental, y la confusión administrativa imperante en la extinta Yugoslavia.

Cronológicamente, esta última es la causa primera del conflicto. El Gobierno yugoslavo trató casi de colonias a todos los estados federados - salvo Serbia-y, en el caso croatoesloveno, fijó los ríos Dragonia y Mur como lindes, pero inscribió las tierras de las respectivas orillas de cada país en el catastro del otro.

Es un problema que afecta solamente a 113 hectáreas del Dragonia y 53 del Mur. Sería un conflicto minúsculo si no fuera porque, según cómo se interprete el trazado exacto, el reparto de las respectivas aguas territoriales varía apreciablemente. Y seguiría siendo un conflicto menor si no fuera porque Liubliana - que tiene las peores cartas en un eventual conflicto ante un tribunal internacional y el más insignificante de los tres puertos adriáticos en competencia-es ya miembro de la UE y puede, como tal, vetar el ingreso de un nuevo Estado.

Esta medida significa un doble chantaje, contra Bruselas y contra Zagreb.

El interés croata por ingresar en la UE es evidente y casi idéntico al de todos los estados europeos ex comunistas que se han ido incorporando. Por su parte, la gran Europa democrática está convencida de que una Croacia integrada económica y democráticamente en la UE ayudará a mantener la paz en los Balcanes y a reducir el protagonismo de Serbia.

Una Croacia respaldada por Bruselas tendría un papel decisivo para la estabilización y viabilidad de Kosovo, Estado desgajado por las armas del territorio serbio y no reconocido por Belgrado. Entre otras razones, porque Serbia siente Kosovo como su cuna histórica y niega toda consecuencia política al hecho de que hoy en día la gran mayoría de sus moradores sean albaneses y no quieran de ninguna manera pertenecer a Serbia.