Las legislativas húngaras del domingo (primera vuelta) podrían llamarse los comicios del cinturón apretado, porque el tema casi único –por abrumador– de la campaña electoral ha sido la mala situación económica del país. Y si bien en las causas de esta crisis –un prolongado gasto desbocado, muy por encima de las posibilidades financieras de la República– comparten culpa casi por igual los dos grandes partidos magiares, los socialistas que gobiernan actualmente salen peor parados que los conservadores (Fidesz), dirigidos por Viktor Orbán. Ello, tanto porque cuando las cosas van mal dadas la gente se lo reprocha al que manda en ese momento como porque el emblemático líder del Partido Socialista (MSZP), Gyurcsány, había cometido un alarde de soberbia en su último mandato como jefe de Gobiernoy había dicho que mintió al pueblo acerca de la situación económica real de Hungría. 

Para hacerse una idea de las dimensiones de la presente crisis, basta un par de botones de muestra: un millón de titulares de tarjetas de crédito han sido registrados ya como morosos (¡y el país tiene diez millones de habitantes!). Y el desfase entre salarios y coste de la vida es tal, que en la Hungría del siglo XXI está resurgiendo el pluriempleo que practicaban los españoles de mediados del siglo XX. 

Tampoco hay que olvidar que la República Magiar evitó en el 2008 la suspensión de pagos gracias a un préstamo conjunto del Banco Mundial y el Banco Central Europeo de 25.000 millones de euros para que el país pudiera hacer frente a sus pagos más apremiantes. Además, hoy el paro alcanza el 10% y uno de cada cuatro jóvenes ni tiene ni encuentra trabajo. 

La consecuencia forzosa de esta política continuada de gastar mucho más de lo que se tiene, y que practicaron todos los gobiernos en una especie de vorágine de soborno electoral a la población, es que en las encuestas el MSZP –esta vez liderado por Atila Mesterházy– no obtiene más allá del 18% de los votos cuando en los comicios del 2006 se llevó de calle el 44%. Gran beneficiario de la situación parece ser el Fidesz de Orbán, al que todos los analistas auguran una mayoría absoluta; en el peor de los casos del 50%. Lo más probable es que sia última hora la opinión pública se aleja de los radicalnacionalistas del partido Jobbik (en húngaro, los mejores), Orbán llegue al Parlamento con una mayoría cercana al 60%. En las elecciones europeas Jobbik obtuvo el 18%. Estos pronósticos se basan también en el supuesto –muy probable– de que ni los liberales (SZDSZ) ni el Foro Democrático, otrora aliados gubernamentales de los socialistas, vayan a entrar en el Parlamento.