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21/04/2007 | Ankara se aleja

Valentín Popescu

Los últimos vaivenes europeístas de la política turca tienen - como casi todo- varias causas, pero quizá la más importante sea que la galopante industrialización y enriquecimiento del país abre alternativas económicas e ideológicas a la meta perseguida durante años por los gobiernos de Ankara: la incorporación a la Unión Europea.

 

Los titubeos y las objeciones europeas (ante todo, francesas y alemanas) al ingreso de Turquía en la Unión Europea son de sobras conocidos, mientras que el progresivo alejamiento de la opinión pública turca del sueño europeo no resulta tan evidente ni siquiera evocando el orgullo nacional de un pueblo que no ha olvidado sus épocas de grandeza. La lógica de esta querencia turca cada vez más tibia a la unión con la UE hay que buscarla en que actualmente Rusia es el primer cliente de Turquía; China ocupa el tercer puesto, con un volumen de negocios muy cercano al alemán, e Irán, con sus cuantiosas exportaciones de gas natural a Turquía, merece ser tenido en cuenta tanto como otras naciones industriales occidentales.

EN EL 2013, UNA RENTA PER CÁPITA DE 10.000 DÓLARES.

La política turca acusa aún mil lacras de nación emergente, pero sus progresos económicos e industriales han sido últimamente de una pujanza y firmeza envidiables. El país lleva años creciendo a un ritmo del 7%; produce un millón de vehículos al año, de los que exporta casi el 75%; en tanto que un porcentaje más que apreciable de la vestimenta y los televisores comprados en Occidente han sido fabricados en Turquía.

Y si a eso se añade que la mitad de sus 73 millones de habitantes son menores de 25 años y que las perspectivas oficiales de crecimiento para el 2013 sitúan el ingreso individual en los 10.000 dólares, con un rendimiento interior bruto de unos 800.000 millones de dólares, los titubeos gubernamentales turcos resultan casi forzosos. Porque son cifras que obligan a reflexionar si el mejor camino para el futuro del país sigue siendo la Unión Europea con las reticencias y aplazamientos que va poniendo Bruselas. Y mientras en Ankara los políticos revisan su apuesta europeísta, en el país va creciendo el número de empresarios e instituciones financieras que creen que el gran negocio es apostar por su condición de mercado bisagra entre Asia y Europa, y aprovechar las mejores oportunidades que van surgiendo en uno y otro sitio.

LA TENTACIÓN ISLAMISTA.

Evidentemente, este mirar a hurtadillas hacia Rusia, China, Irán y demás mercados no occidentales tiene también un fuerte componente político. O, mejor dicho, un doble componente político. Uno nacional, ya que Turquía no ha cesado desde los tiempos de Kemal Atatürk en su empeño de occidentalizarse al máximo, sin que por ello los militares - fidelísimos a la ideología modernizadora y laicista- hayan dejado nunca el poder o gran parte del poder político en el país. Un cambio de orientación a esta alturas y en un ambiente de resurgir islámico en buena parte de Turquía precipitaría un profundo cambio en la constelación del poder en Ankara.

El otro componente es internacional. Así, Rusia está volviendo por sus fueros de gran potencia y aunque no logre la importancia que ambiciona el Gabinete de Vladimir Putin, para los turcos una vecina tan poderosa es mejor tratarla según mejor convenga a los intereses nacionales propios y no a los de una Europa ideológica y estratégicamente muy distante.

Por otro lado, la movilización mundial de un islamismo reivindicativo y hasta vindicativo impulsa aún más que el resurgir ruso la adopción por Ankara de una política exterior puramente nacional, dirigida por las conveniencias turcas y no las europeístas.

En este panorama, se podría decir que los occidentalistas tienen a su favor las realidades del momento (por ejemplo: sólo las exportaciones turcas a la República Federal de Alemania el año pasado ascendieron a 9.000 millones de euros), en tanto que el nacionalismo islamista especula con un futuro internacional muy posible, pero aún nada cierto.

La Vanguardia (España)

 



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