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14/01/2010 | Terrorismo - Al Qaeda corroe Yemen

Xavier Mas De Xaxás

Chi�es al norte, tribus al sur... y el en�simo frente para San� se llama yihad.Dudas palaciegas:

"Es la peor crisis desde la unificaci�n en 1990", admite un hombre del r�gimen.En el punto de mira:

El presidente Saleh apenas deja el palacio; cada salida moviliza a 30.000 militares.San� se desborda con el crecimiento demogr�fico m�s alto del mundo.La capital de Yemen, con dos millones de habitantes, 55.000 en 1978, se quedar� sin agua en el 2025.

 

Nadie diría en Saná que Yemen es un país al borde del abismo. El caos tranquilo de esta ciudad desbordada se mantiene, sin embargo, por la fuerza de unas armas, las de ejército y policía, que evidencian la extrema fragilidad del régimen que Ali Abdulah Saleh, preside desde hace tres décadas. Hay soldados apostados frente a todas las sedes oficiales, que además están protegidas por bloques de hormigón contra los coches bomba. Embajadas como la de España han levantado a su alrededor vallas más altas que los propios edificios que protegen. Dos barreras de seguridad separan los hoteles internacionales de la calle. Los controles se intensifican al anochecer, con retenes en los cruces principalesyhogueras que los soldados encienden para combatir un frío que demadrugada ronda los cero grados.

A 2.200 metros de altura, Saná parece una ciudad segura y una de las pocas que controla el Gobierno. La guerrilla chií del norte, formada por milicianos de la tribu huti, lucha a apenas 40 kilómetros de la capital en demanda de una mayor presencia política y económica. Por motivos muy parecidos, la confederación de tribus sureñas, muy castigadas desde que perdieron la guerra civil de 1994, organizan violentas huelgas generales a una veintena de kilómetros al sur de Saná. Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), mientras tanto, teje lazos con las tribus de buena parte del sudeste –su centro operativo está en Marib–ymantiene abiertos canales de comunicación con grupos salafistas, hasta ahora afines a Saleh y con bases de formación militar al este de Saná.

Es en este contexto en el que Saleh ha prometido ahora diálogo a las milicias del sur y del norte si dejan las armas. La ofensiva militar en el norte, lanzada en agosto, ha causado cientos de muertos –ayer, sin ir más lejos, murieron cuatro militares saudíes– y ha desplazado a decenas de miles de personas, pero no ha doblegado a unos hutis que mantienen secuestrada a una familia alemana con tres hijos y a un británico. Sólo después de la visita sorpresa del ministro de Exteriores alemán, Saná accedió ayer a negociar su liberación.

Fracasos y debilidades de un presidente que apenas sale de su palacio. Desde allí puede ver, al otro lado de la amplia avenida –con tribuna para los desfiles–, la gran mezquita que lleva su nombre: seis minaretes completados en el 2008, a un coste de cien millones de euros. Faraonismo de un líder omnipresente –su retrato está por todas partes– al que parecen acabársele los recursos para mantener tantas bolas en el aire al mismo tiempo. Cada salida del recinto palaciego moviliza a 30.000 militares.

"Es la peor crisis desde la unificación en 1990y puede que de toda la historia de Yemen", afirma Mohamed Basendwa, uno de los más veteranos consejeros de Saleh. "La corrupción –afirma– es el principal enemigo del régimen", y el presidente parece "más preocupado por garantizar el futuro de su familia (colocada en cargos clave de la administracióny el ejército) que por solucionar los problemas del país".

Hasta ahora, Saleh ha tenido dinero suficiente para mantener contentos a las tribus, a los funcionarios, a los militares y a la oposición islamista. Cualquier conflicto,y hahabido muchos, tenía un precio. Gracias a los ingresos del petróleo, Saleh pagaba su debilidad endémica. Pero ahora se queda sin dinero. El petróleo no sólo se paga barato (el barril de Brent ronda los 74 dólares y Yemen extrae unos 400.000 al día), sino que se agotará en el 2017. La planta de gas licuado que acaba de abrirse en Belhaf apenas cubrirá un 25% de los ingresos petroleros. Ejemplo del mal gobierno y la corrupción es que ayer en Saná, pese a la abundancia de gas, no había butano en el mercado legal y había que recurrir al mercado negro, donde la bombona cuesta casi el triple.

Penurias como esta, en el más pobre de los países árabes, aumentan el resentimiento popular contra un presidente que cada día infunde más miedo que respeto. Adel Shogaan, fundador de un partido reformista, hablaba con miedo al comentar ayer la situación política. Teme que lo ilegalicen ahora que defiende con más fuerza "una sociedad moderna que, al menos, pueda ir al cine".

Quienes no tienen miedo son dos líderes con el futuro de Saleh en sus manos. Como no podía ser de otro modo en este país de clientelismos y patronazgos, los dos están entre sus consejeros. Uno es el jeque Al Zindani, declarado terrorista por EE. UU. y la ONU por sus vínculos con Al Qaeda. El otro es el jeque Hamid al Ahmar, de la tribu de los hashid (25% de la población), que exige un cambio de régimen. A quien le pregunta por su fuerza contesta: "Controlo una milicia capaz de entrar en Saná cuando quiera". Saleh lo ha contentado hasta ahora con prebendas como Sabamobil, uno de los dos operadores de telefonía móvil, pero parece que ya nada puede satisfacerlo.

Zindani, por su parte, ha aconsejado a Saleh que "rechace una vuelta al colonialismo" yno acepte tropas extranjeras. "El presidente - explica un diplomático occidental-no tiene más remedio que coger la ayuda militar que le ofrece Estados Unidos (150 millones de dólares este año), pero está obligado a que sea por debajo de la mesa". De momento funciona. A los agentes de la CIA y a los militares de las fuerzas especiales que entrenan a los yemeníes no se les ve ni en el bar del desgreñado Sheraton.

Sedientos y narcotizados

Saná empieza a dormirse a las doce del mediodía, ayudada por un narcotizante, el qat, que seca los pozos de agua y los bolsillos de una población que, a pesar de la gran pobreza, encuentra riales suficientes para una dosis diaria de tranquila y larga evasión.

El capitán Al Wuan Rashid masticaba qat ayer por la tarde frente a su tienda de recuerdos en un antiguo caravasar de la ciudad vieja de Saná. Las hojas más finas y pequeñas de esta hierba le llenaban el carrillo derecho y teñían su boca de verde. Dos mil riales (seis euros) había pagado por la bolsa que iba a rumiar durante horas.

Entre masticaciones, Rashid fuma tabaco, bebe sorbos de agua y reniega del Gobierno, al que culpa de la ausencia total de los turistas que antes le arreglaban la vida. "El año pasado - comenta uno de sus colegas-ganamos unos 12.000 euros en Navidad. Este año apenas hemos llegado a los 50".

La guerra asusta al turismo, pero no es el principal dolor de cabeza del capitán Rashid, que si sigue en el ejército es por el sueldo y nada más. Su gran lamento son los riales que paga a los funcionarios que lo extorsionan, las dos líneas de electricidad que necesita para esquivar los apagones y la certeza de que "lo peor aún está por llegar".

Saná, patrimonio de la Unesco, se ahoga, con un paro que supera el 35% y una explosión demográfica imparable. De los 55.000 habitantes que tenía en 1978 se ha pasado a más de dos millones. Cada mujer tiene una media de seis hijos y las familias huyen del campo a una velocidad que la ciudad, con un crecimiento demográfico anual del 8% - más que ninguna otra del mundo-,no puede absorber.

Anclada en medio de la llanura yemení, rodeada de montañas que alcanzan los 3.666 metros de altura, Saná respira polución y soporta un tráfico tan infernal que se han puesto de moda las mototaxi, hierros made in China comprados al contado - como todo-por 800 euros, y que se conducen sin casco y a tumba abierta.

Tanta población y tanto cultivo de qat (la agricultura se lleva el 90% del agua y no da para nada: Yemen importa el 90% de lo que come) han secado los pozos. La Sana´a Water Corporation afirma que de los 180 de hace una década, hoy sólo quedan 80. La capital será la primera del mundo, según un estudio financiado por el Banco Mundial, que se quedará sin agua. Por muy tierra adentro que se perfore - y se llega a los mil metros para obtener agua prehistórica-,eso sucederá en el 2025.

El yemení, según la OMS, sobrevive con una quinta parte del consumo recomendado de agua y en Saná el agua es cada día más cara. Es casi imposible conseguirla de la compañía municipal. Las únicas fuentes fiables están en las mezquitas. Allí van a buscarla las mujeres de las familias más pobres. El resto no tiene más remedio que comprarla a los dueños de los pozos (el 99% son privados e ilegales), que la venden en pequeños camiones cisterna. Supone un gasto mensual de 55 euros para una familia de nueve miembros. El sueldo de un maestro no pasa de los 180.

En medio de esta sequedad antigua y narcotizada, hasta los comercios "de lujo" de Hadda Street parecen cubiertos por un velo de pesada decrepitud.


La Vanguardia (España)

 


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