Tras las turbulencias causadas por la crisis asiática de 1997, la región comenzó a valorar independizarse del financiamiento extra-regional suplantando instituciones como el Fondo Monetario Internacional(FMI) por iniciativas multilaterales materializadas en fondos regionales de reservas para afrontar eficazmente eventuales crisis financieras.
Paralelamente, el regionalismo asiático se fue estimulando como
mecanismo de defensa frente a los crecientes regionalismos presentes en el
resto del mundo, con el objeto de prevenir los efectos negativos de dichos
procesos, susceptibles de recurrir a prácticas proteccionistas.
1. Regionalismo abierto
Por otro lado el regionalismo
abierto propuesto por Asia,
en contraposición al perfil formal por el que ha optado occidente para estos
procesos, ha permitido e impulsado la cooperación económica transatlántica. Sin
embargo, el éxito del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC por sus siglas en inglés) depende en buena medida de las
pretensiones de Estados Unidos, que busca constantemente en dicho foro mantener
un orden en la región donde su presencia sea esencial en los planos económico,
político, estratégico y de seguridad. Las fricciones internas del APEC se
fundamentan principalmente en el choque de visiones por parte de sus miembros. Mientras los países orientales
basan sus procesos de integración regional en conceptos como la flexibilidad y
acciones de tipo voluntarias y unilaterales, los occidentales se caracterizan
por la búsqueda de compromisos específicos y por la expectativa de reciprocidad[1]. Estos
roces entorpecerán la meta de liberalizar el comercio entre las economías
participantes del foro para 2020, tanto las desarrolladas como las que se
encuentran en vías de hacerlo.
En consecuencia, la ASEAN se concentrará en mermar las disparidades
relativas a sus mercados internos y a sus niveles de desarrollo a través de una
serie de transformaciones
estructurales que incentiven su progreso económico y social, con el objeto
de lograr el éxito definitivo del Area de Libre Comercio de la ASEAN(Asean
Free Trade Agreement, AFTA)
eliminando por un lado los aranceles y las barreras no arancelarias para el
total de sus miembros y en todos los sectores productivos y finalmente,
suprimiendo todos los derechos de importación. A pesar de su diversidad
lingüística, religiosa y cultural, su “herencia
histórica del colonialismo”[2]la Comunidad
Económica de
la ASEAN (AEC por sus
siglas en inglés) - etapa de Mercado
Común dentro
del proceso de Integración en términos de Bela Balassa - donde el libre
movimiento resulta ser de todos los factores de la producción y,
simultáneamente los planos de seguridad y políticos irán cobrando cada vez
mayor relevancia dotándolos de procesos de toma de decisiones y mecanismos de
solución de disputas más efectivos. hará prevalecer
2. El papel de China
A su vez, tras la resolución de ciertas tensiones históricas, la
reconciliación de la AEC con los países del Nordeste Asiático a través de una
serie de concesiones ofrecidas desde el norte hacia el sur dentro del ámbito de
la ASEAN+3, llevará a potenciar el comercio entre sus miembros como corolario
de la inclusión de mayor complementariedad económica al área. El acuerdo comercial que se
impondrá en primer lugar de forma progresiva será el de ASEAN-China, donde
la competitividad de sus productos es alta, por lo tanto concluir la zona de
libre comercio para ambos resultará de gran interés. En lo que respecta a
China, facilitará la reducción de su déficit comercial con el Sudeste Asiático
y para la ASEAN significará asegurar el acceso al creciente mercado chino y
quizás incrementar la IED dirigida a la exportación destinada a China[3].
Respecto al poder de Pekín, la ASEAN consolidará sus acuerdos comerciales
bilaterales con Tokio y Seúl a fin de evitar el desarrollo de la influencia
exclusivamente China en las diversas agendas de la región y servir a la vez
como génesis del Area de Libre Comercio de Asia Oriental (East Asia Free
Trade Agreement, EAFTA). La interdependencia entre la producción y el
comercio continuarán creciendo exponencialmente de tal manera que los mercados
intra-regionales pasarán ya a representar la mayor parte de la matriz
exportadora, alarmando a las economías del mundo por la pérdida de más de un
tercio del mercado global.
Cabe precisar que previamente
a la creación del EAFTA, tendrá lugar un tratado intermedio entre las naciones
del Nordeste Asiático bajo el nombre de NEAFTA (por sus siglas en inglés). Para
su consecución y a fin de no excluir a Corea del Norte, las partes de dicho
acuerdo incrementarán las presiones al régimen comunista a través de diversas
sanciones económicas. Desde ya, Japón encabezará éste proceso junto a Corea del
Sur, y paulatinamente China
puede endurecer su postura dentro del marco de las conversaciones a seis
bandas, hasta el punto de convencer
a Pyongyang de incorporar reformas económicas al estilo de los comunistas
vietnamitas, con el objeto de
nutrir a la economía norcoreana de mayor previsibilidad y consecuentemente dotarla de mayor
capacidad para captar IED en orden de equilibrarla con el resto de las
economías industrializadas de la
región.
Al reducirse el grado de incertidumbre por las recurrentes amenazas
norcoreanas y en vistas de un Pekín interesado en evolucionar hacia una
comunidad asiática - ya sea por autointerés o por convicción - Tokio puede ver su alianza
estratégica con Estados Unidos como un impedimento para la integración asiática.
Tras presiones ejercidas por parte del resto de los integrantes de esta
comunidad en potencia, China abrirá una serie de canales de información para
transparentar sus ambiciones militares y reducir así los dilemas de seguridad
intra-regionales. Las demandas también se concentrarán en la dimensión social,
por lo que China se verá obligada a hacer concesiones en materia de promoción y
protección de los derechos humanos, estableciendo mecanismos compatibles con
las normas y standards aceptados a nivel mundial.
Con el objeto de instituir el EAFTA, habrá ciertos requerimientos para
todos aquellos Estados que aspiren a participar en esta enorme área de libre
comercio con aires de evolucionar hacia una comunidad económica del Este
Asiático. En función de dicho anhelo, la competencia de esta entidad no se
limitará exclusivamente al ámbito comercial sino también al político,
económico, estratégico y de seguridad. Para el caso de estas dos últimas
dimensiones, las presiones más
fuertes recaerán sobre Pekín y Tokio, para éste último en orden de reevaluar su
alianza con Estados Unidos a fin de liberar a la emergente comunidad de
cualquier tipo de influencia foránea, incluyendo a su vez la eliminación y la
prohibición de bases militares extra-regionales.
Frente a estas exigencias y con el objeto de desarrollar la comunidad
del extremo oriente, Japón sólo estará dispuesto a distanciarse gradualmente
de su tradicional aliado americano si se le ofrecen una serie de garantías.
Una vez desincentivadas las amenazas norcoreanas y transparentados los
alineamientos militares generales de Pekín, Tokio presionaría para avanzar
hacia un foro regional de seguridad que tome como modelo el Foro Regional de la
ASEAN[4] (Asean
Regional Forum, ARF) pero con
un rol que exceda las meras recomendaciones y que pueda aplicar sanciones
dentro de un marco de mayor envergadura que incluya tópicos críticos como la
seguridad marítima - particularmente cuestiones vinculadas al Estrecho de
Taiwán -, iniciativas de lucha contra el terrorismo y la no proliferación
nuclear. De cara a las
continuas negativas de China y de su esfera de influencia regional a la presencia
de Estados Unidos, Japón buscará a toda costa imponer la participación de
India, Australia y Nueva Zelanda en foros y cumbres regionales - como lo ha
logrado para las Cumbres de Asia Oriental - y siempre en calidad de miembros de
pleno derecho.
3. ¿Programa nuclear japonés?
Ahora bien, de
conseguir Tokio estos estímulos, deberá ir suplantando el paraguas nuclear
norteamericano por una disuasión propia, la cual deberá atravesar una serie de
etapas necesarias a fin de
ser adquirida exitosamente y en conformidad con los intereses de la región. En
primer lugar, Japón deberá obtener el apoyo de sus tan reacios ciudadanos -aún
quedan marcadas las heridas del pasado imperialista japonés y los consecuentes
bombardeos de Hiroshima y Nagasaki- a través de un referéndum para recién
luego tratarse en el parlamento la revisión del anacrónico Art. 9 de su Constitución, el
cual prohíbe su derecho a la beligerancia y a la formación de un ejército
tradicional. La normalización de las fuerzas armadas japonesas como así también
la de su derecho a la beligerancia serán aceptadas por sus vecinos - una vez ya
celebrados compromisos de no agresión dentro del foro correspondiente y
trascendida la misma transparencia que se le exigió a Pekín - como medidas
inevitables en pos de consolidar la integración asiática sin intervención
alguna de actores extra-regionales.
Más allá de las presiones que recibe de sus vecinos para excluir a
Washington, Tokio percibe que sus convergencias con los norteamericanos no
responden a las necesidades regionales y que realmente hay desinterés para la
cooperación, tal como quedó claro dentro del marco
del APEC. Para Tokio romper los vínculos definitivamente no es una opción,
deberá continuar en buenos términos con Washington, que es piedra angular de su
diplomacia, ya que necesita aún contar con su patrocinio nuclear, mientras que
las inversiones japonesas en plantas nucleares se acrecientan con el objeto de
producir energía a costos más generosos, con fines pacíficos y respondiendo a
la lucha contra el cambio climático. Dotarse de una capacidad nuclear
disuasoria debe ser evitado para no perder el liderazgo que se ha ganado en
materia de la no proliferación de armamento nuclear: le corresponderá insistir
en la producción de energía nuclear con fines pacíficos mientras el avance
tecnológico en este plano deberá ser semejante a fin de disponer de dicha capacidad
disuasoria en el plazo inmediato frente a cualquier eventualidad
crítica.
A lo largo de todos estos procesos y como corolario de ello, las disputas marítimas entre Tokio
y Pekín podrían bajar sus niveles de tensión, llevando las negociaciones al
ámbito multilateral de la flamante comunidad del Este Asiático. Las concesiones
serán una carta habitual entre ambos y como contrapartida habrá innumerables
inversiones y transferencias tecnológicas en el campo de la perforación de
zonas poco exploradas y con alto potencial en energías. La influencia que
ejercerá esta comunidad en las relaciones bilaterales chinas y japonesas, a
partir de sus ya evolucionados foros y cumbres, consumarán una aproximación
estratégica entre ambos que no sólo se limitará al trabajo en conjunto para
fomentar el desarrollo económico, sino que el acercamiento será también en
materia cultural, donde la cooperación se originará en ambas partes
promoviéndose una a la otra y dejando en claro que la comunidad del Este Asiático
tenderá a fundarse en la convicción.
**Notas:
[1] USCANGA, Carlos. “Cooperación
regional en la cuenca del Pacífico. Escenarios en la crisis
asiática”, Nueva Sociedad (Democracia y Política en América Latina), Nº
155, (Mayo-Junio 1998), pág. 107.http://www.nuso.org/upload/articulos/2685_1.pdf.
[2] BENITEZ LIBORO, Asunción. “Los países de la ANSEA: desarrollo
político”, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México
(1986), pág. 4.
[3] BUSTELO GOMEZ, Pablo. “Las relaciones económicas y el
nuevo regionalismo en Asia Oriental”. Artículo publicado en GOLDEN, Seán
(coord.), “Multilateralismo
versus unilateralismo en Asia: el peso internacional de los valores asiáticos”,
CIDOB, Barcelona (2004), págs. 135-146.
[4] Foro en el que participan los diez países miembro de
la ASEAN, Bangladesh, Canadá, Estados Unidos, Mongolia, Pakistán, Papua Nueva
Guinea, Republica Popular Democrática de Corea, Federación Rusa, Sri Lanka,
Timor-Leste y la Unión Europea.